Por Viviana Taylor
Día interesante ayer. Un día
interesante en medio de días interesantes. Ángeles, el portero, la familia del
portero, los peritos y especialistas en cosas, el taxista, el recientemente
incorporado primo y ahora la posiblemente citada Dominga en cadena nacional, llenando horas de pantalla. Horas de
pantalla que antes ocupaban algunos políticos, que ahora vienen a descubrir que
son fácilmente reemplazables, a fuerza de golpes de rating.
Claro que, por fuera de lo que
cuentan quienes menos pero más largo cuentan, pasan otras cosas. Cosas de las que quizás no se enteran los
afectos a los encantamientos de los
cuentos con menos argumento pero más adorno. Cosas como la aparición del video
con las imágenes de la cámara del tren que embistió a otro en Castelar. Cosas
como el grave incidente internacional, por la violación de los derechos
internacionales del Estado Plurinacional de Bolivia y la falta de respeto a la
investidura de su Presidente, Evo Morales, con total desprecio al principio de
que el avión presidencial es
territorio de Bolivia. Un incidente que no tuvo la repercusión que ameritaba ni
los calificativos que merecía hasta que el Congreso Nacional se expidió
unánimemente y los medios que lo habían subestimado debieron cambiar sus expresiones
para no quedar a la derecha de la derecha. Aunque para algunos de sus periodistas estrella ya fuese tarde.
Día interesante. Con hechos
interesantes: que se aplicaría la ley de abastecimiento si se seguía operando sobre
el trigo; que se clausuraban algunas sucursales de supermercados por acaparar
productos para hacer fracasar el acuerdo de precios; que Cristina viajaba a
reunirse con los principales líderes de la UNASUR para repudiar en bloque los
actos contra Bolivia sin dejar de incluir la mención a la participación de EE.UU.
sobre los mismos… Y todo eso, justo justo, el 4 de julio. Justo justo, el día
del gran festejo anual en la Embajada de Estados Unidos. Justo justo, el día en
que se despedía la más ignota de las embajadoras entre todos los que recalaron
por estas pampas urbanizadas. Justo justo…
Y claro, algunos estarían
molestos. Estarían molestos quienes hacen negocios con el campo sin escrúpulos
si de desabastecer, acaparar y operar políticamente se trata. Estarían molestos
quienes hacen negocios con la formación de precios sin escrúpulos si de
desabastecer, acaparar y operar políticamente se trata. Estarían molestos
quienes operan para los que desabastecen y acaparan, porque de operar
políticamente desde los medios saben. Y como saben, parece que no se privan.
Y ahí estaba Guillermo Moreno. En
el territorio que justo justo se le podía volver especialmente hostil, donde a
otros –justo justo- se les había vuelto propio. Y unos jugaron de locales donde
al otro le tocó ser visitante.
Y los que jugaron de locales
denunciaron que Moreno insultó a periodistas de Clarín, comenzando por la
impoluta e incuestionable Silvia Naishtat, sobre quien habrían aclarado que es
una señora.
Y los locales denunciaron gritos
e insultos: un Guillermo Moreno maltratador y descontrolado.
Lástima que no haya aparecido una
grabación de video o audio que haya registrado el bochornoso momento. Deben
haber quedado impactados por la violencia de los hechos para que fallen de
semejante manera sus instintos bien aceitados de periodistas: ni una fotito
sacaron. Quizás no hubiesen cámaras disponibles, ni celulares… quien sabe.
Quizás hayan ido desprovistos de todo otro medio que no fuese lápiz, papel y la
propia memoria. Quizás era un requisito del evento, en honor a los periodistas
que registraron los hechos de aquel otro 4 de julio, el de 1776. ¿Habrán
llevado plumas y tintero?
Pero parece que no, que no fue un
problema de medios. Parece que más bien son malos periodistas con pobres
reflejos. Porque –a pesar de que algunos especularon con que no había cámaras-
sí aparecieron filmaciones. Y fotos. Y audios. Pero no registraron este hecho
puntual denunciado. Se les pasó por alto que podría ser relevante documentar
semejante ataque de Moreno a una señora de voz bajita y modales suaves como
Silvia Naishtat.
El problema, definitivamente, no
parece haber sido la falta de medios de registro. Y, la verdad, sospecho que
tampoco lo ha sido la falta de reflejos. Quizás sea como contó Cristina Pérez
(¿la tildarán ahora de K y mentirosa?¿Será de La Cámpora?) y no haya pasado nada más. Y si fue sólo
lo que contó Cristina Pérez -y nada más- entonces lo que contaron quienes
contaron otra cosa, simplemente no fue. Y el relato de lo que no fue, con
conciencia de que no fue, constituye una mentira.
¿Los periodistas del Grupo Clarín y sus satélites mienten? Ay… no sé si podría decir semejante cosa con absoluta certeza. Digamos que lo sospecho.
Pobres incautos los que, sin tener
siquiera un interés de parte, lo están repitiendo dándolo por cierto y probado.
Pobres incautos…
Viviana Taylor
Y la historia continúa...
Esta cuenta se asume como no oficial.
Pero está bastante extendida la creencia respecto de que quien escribe es,
efectivamente, Guillermo Moreno.
A las pocas horas de haber publicado este post, ya se había armado bastante revuelo... que es mi modo eufemístico para decir que había recibido algunos mails, comentarios de Facebook y menciones en Twitter insultantes... nada nuevo, bah. De eso, no voy a hablar más que esto.
Sí quiero publicar un intercambio, al que contextualizo en lo anterior. Sobre todo, porque si bien soy la destinataria de los mensajes, se incluye a una tercera persona, lo que habilita que una cuarta (a quien no voy a mencionar, porque es un pobre personaje que se dice a sí mismo periodista y que no merece ser mencionado) me dedique algún que otro improperio.
Aún así, nobleza obliga, publico el siguiente intercambio con la periodista Cristina Pérez, a quien se lo agradezco:
Asimismo, edito el título: lo que en el original era una afirmación, ahora me lo pregunto. Mi sospecha, sigue siendo la misma, por las mismas razones.