sábado, 18 de julio de 2009
Un 18 de julio
Era una mañana soleada, fría y hermosa. Estaba junto a la ventana de la cocina mínima de entonces, viendo el juego del sol sobre las hojas traslúcidas de los árboles de una quinta vecina. En el living, Nico -mi bebé de 10 meses- se había quedado dormido en su corralito. Ese mismo corralito que había abrigado los juegos y sueños tempranos de todos los bebés de la familia.
Ese momento se me quedó grabado, como todos esos momentos en que sentimos que la vida cambió de repente. Sé que estaba escuchando Radio Mitre, igual que ahora -igual que cada mañana en que estoy en casa, desde siempre-. Y así lo supe. Igual que había sabido del atentado en la Embajada de Israel, dos años antes.
Corrí hacia donde estaba mi hijo, para asegurarme de que seguía allí. Él, dormía. Y yo lloré. Todavía hoy, cuando lo recuerdo, lloro profundamente.
Ese momento se me quedó grabado, como todos esos momentos en que sentimos que la vida cambió de repente. Sé que estaba escuchando Radio Mitre, igual que ahora -igual que cada mañana en que estoy en casa, desde siempre-. Y así lo supe. Igual que había sabido del atentado en la Embajada de Israel, dos años antes.
Corrí hacia donde estaba mi hijo, para asegurarme de que seguía allí. Él, dormía. Y yo lloré. Todavía hoy, cuando lo recuerdo, lloro profundamente.
martes, 14 de julio de 2009
Y... Médicos sin banderas VS TVR
Aunque al final del segmento de TVR publicado en la entrada anterior, la mirada parecería inclinarse hacia la indulgencia, apenas terminado el programa Ariel Umpierrez publicó el siguiente comunicado en el grupo "Médicos sin Banderas", que coordina en Facebook (va completo y sin edición, post del 12 de julio a las o:49 hs):
El sábado 11 de julio, el programa TVR que se emite por Canal 13 difundió un video calumnioso sobre mi persona. Lamentablemente el daño está hecho y, obviamente despues, cuando todo vuelva a estar claro, nadie se hará responsable aunque confiamos en que tendremos nuestro "derecho a réplica". Allí se virtieron 3 informaciones mentirosas y/o se manipularon imágenes y extractos sacados de contexto.
1) Que hubo una acusación contra la ONG Medicos en Catástrofes en 1998 (hace 11 años), por un supuesto faltante de 250.000 dolares en la ONU es cierto. Alguien nos acuso de eso! Pero resultó que la investigación demostró que ese alguien y el abogado patrocinante de la denuncia eran agentes de la SIDE. Despues, en la Justicia se demostró que la ONU no solamente nos reclamaba nada, sino que nos seguía dando fondos para otras misiones por todo el mundo. Al cabo de un año, EL 7 octubre de 1998, la Justicia archivó la acusación y fuimos liberados de cualquier culpa ya que no había existido delito alguno. Eso creo que no lo aclaró el informe de TVR!!!
2) Que yo soy economista y no médico siempre estuvo claro y repetido por mí, incluso está en el encabezamiento de nuestro Grupo Facebook.
3) Que no somos la misma OnG que Medicos sin Fronteras tambien está claro y repetido hasta el cansancio por nosotros. Tambien es cierto que varios de nosotros nos iniciamos en MsF en Francia hace más de 15 años.
CONCLUSIÓN preliminar: Este ultimo tiempo hemos molestado a alguien muy poderoso. Cómo?, solamente diciendo la verdad sobre lo que pasa con el dengue, la Gripe A y tantas otras barbaridades que aquejan, especialmente a los más pobres que dependen del hospital público y de la dádiva oficial. La impresión que tenemos es que nos quieren callar con calumnias y mentiras.
Espero que a ustedes les quede clara la situación.
Saludos,
Ariel
Cada uno, como siempre, tendrá que decidir a quién le cree, dónde pone la fe. O no.
martes, 30 de junio de 2009
La emergencia sanitaria que -por ahora- no fue

El sábado pasado publiqué una nota sobre "lo que la gripe porcina nos está enseñando". En ella, manifestaba cierta esperanza respecto de que el lunes 29, al otro día de las elecciones, se declarara la emergencia sanitaria. Algo que, por ahora, no ha pasado.
Después de una semana en que el Comité de Crisis fue convocado al menos dos veces, a pesar de lo que no se reunió, y del portazo nada sorprendente de la ministra Ocaña, el Comité finalmente se juntó, invitando a un grupo de "especialistas y notables". Y a la noche, presidida por el ministro Massa, se dio una conferencia de prensa con los resultados de sus negociaciones.
Después de una semana en que el Comité de Crisis fue convocado al menos dos veces, a pesar de lo que no se reunió, y del portazo nada sorprendente de la ministra Ocaña, el Comité finalmente se juntó, invitando a un grupo de "especialistas y notables". Y a la noche, presidida por el ministro Massa, se dio una conferencia de prensa con los resultados de sus negociaciones.
¿Negociaciones? ¿No habré equivocado el concepto, y debería haber escrito "acuerdos" o "consensos"? La verdad es que no me parece... lo que escuché me sonó a "negociaciones". Si hubiese habido acuerdos, las medidas habrían sido coherentes con los reclamos que los especialistas habían hecho ante los medios a lo largo de toda la semana. No se habrían pronunciado semejantes tibiezas después de las explosivas declaraciones que se venían haciendo. Tal como concluí en la nota de referencia, lo que sigue estando claro es que los tiempos políticos son diferentes de los tiempos de la salud.
El ministro Massa se encargó de dejarnos claro que una emergencia sanitaria no es otra cosa que una herramienta administrativa, herramienta que permite destinar fondos para la compra de insumos, reorganizar el sistema de salud, destinar recursos humanos... En fin, quedó claro que la entiende como una herramienta para mejorar la eficiencia.Sin embargo, la eficiencia no alcanza. Debería buscarse la eficacia y la efectividad para evitar más contagios -o reducirlos-, más que la eficiencia en la atención de nuevos enfermos. Y para eso, hacen falta medidas más agresivas. Hace falta tener una idea de cómo vive la gente, para saber cómo se contagia.
No es casual que la mayor cantidad de casos se concentre en el Conurbano Bonaerense, y derrame sobre la CABA (ilustrativa metáfora de la verdadera teoría del derrame). Miles de personas suben a un colectivo cerrado en José C. Paz para, después de dos horas y media hacinados, llegar a Constitución. Millones atraviesan el conurbano en trenes igualmente abarrotados para llegar a distintos puntos de la ciudad. Y así cada día... y así vuelta al atardecer.Por otra parte, parecería que se esperará para extender en dos semanas las vacaciones de invierno, a que lleguen a las escuelas unos cuadernillos que -supuestamente- evitarán un retraso en los aprendizajes. Sin embargo, en las escuelas hace ya más de un mes que los aprendizajes están retrasados, porque el ausentismo de docentes y alumnos ha roto con los porcentajes históricos. Caminar hoy por sus patios y transitar sus aulas da una idea real de la dimensión del problema: las enfermedades respiratorias los han vaciado.
El problema no son los patios de comida chatarra, ni los shoppings, ni los cines, ni las canchas. Por esos lugares, también transita la posibilidad de contagio, pero en medida ínfima. El problema no estuvo en las colas de espera para votar, porque aunque por allí también transtitó la posibilidad de contagio, también fue mínima. Mínima en comparación con los lugares que transitan los habitantes de este conurbano a diario: sus medios de transporte y sus escuelas. Por eso, toda medida realmente efectiva, debe considerar -sobre todo- la evitación de contagio en estos lugares.
Quizás, en definitiva, todo se trate de diferir la decisión para dentro de una semana, de modo que no parezca tomada bajo la presión de la opinión pública. Una estrategia que parece bastante común en esta gestión de gobierno. Sin embargo, algo debería haberse aprendido del revés del domingo. No son los mosquitos, ni los porcinos, ni la gripe los que hacen temblar a los gobiernos. Lo que los hace temblar es la sensación de la gente de no estar siendo considerada.Me gustaría ver cómo se justificarán los contagios que se produzcan durante esta semana, y las muertes derivados de ellos. Porque, en este caso, la espera, la negligencia y el abandono de personas van de la mano.Y porque, si bien es cierto que las tasas de mortalidad no justifican considerar a esta "influenza a h1n1" como una enfermedad mortal, también es cierto que más enfermos significan más muertos. Y que, enfermos evitados, significan muertes evitadas.
sábado, 27 de junio de 2009
Lo que la "gripe porcina" nos está enseñando

Viviana Taylor
Quienes han tenido la oportunidad de estudiar alguna materia que incluya al menos algún contenido relacionado con la historia de la ciencia, seguramente habrán leído acerca del brote de fiebre puerperal, en el célebre Hospital de Viena, durante el siglo XIX.
Ignaz Semmelweis es recordado por haber liderado el equipo de trabajo que investigó sus causas, tratando de detenerla. Y, al menos según mi experiencia con mis alumnos, quienes toman contacto con esta historia no dejan de asombrarse por los caminos extraños que a veces toma el conocimiento, pero sobre todo por las vidas que se pierden en el proceso.
Luego, la Historia hace lo suyo: el tiempo pasa, los muertos se olvidan, los nombres de los investigadores se vuelven notables, y todos nos felicitamos por saber algo que no sabíamos. Algo que, a partir de ese momento, cambia la ciencia y nos cambia la vida.
Desde los primeros casos de la ya popular “gripe porcina”, no puedo dejar de pensar en Semmelweis y su equipo de médicos. Y es que la historia también hace lo suyo cuando cambia las personas y los detalles, introduce algunas variables novedosas, y así –pareciendo original- vuelve a repetirse.
Recordemos qué fue pasando en estos días. Hace apenas un mes y medio, creíamos que la “gripe porcina” era una enfermedad que sólo atacaba a niños ricos que se habían contagiado en el exterior. Muy poco antes nos sorprendíamos con las estrategias de escudamiento de México, que cerraba lugares públicos y escuelas; pero, por las dudas, cancelábamos los viajes aéreos. Montábamos scanners para detectar viajeros afiebrados, y hospitales de campaña en el Aeropuerto de Ezeiza. Y hasta recibimos a piedrazos, volviendo a la época del Paleolítico, a un micro que venía desde Chile con un hombre afiebrado. Era una enfermedad de otros. De ellos, más que de la gripe, debíamos defendernos.
Cuando nos dimos cuenta de que se podían contagiar, además, quienes habían estado con ellos, cerramos sus escuelas. Tenembaun, desde su programa en la tempranísima mañana de Radio Mitre, se preguntaba si estos niños no contagiarían además a las empleadas domésticas de sus casas, llevando la gripe a sectores de lo población desigualmente preparados para su atención. Se ve que la duda era políticamente incorrecta, porque ninguna autoridad sanitaria lo previó. Y si lo hizo, no lo previno: los padres de los chicos enfermos siguieron yendo a trabajar y sus compañeros se tomaron unos días de vacaciones en los shoppings, cines y patios de comida de la zona. La gripe comenzó a extenderse –sobre todo- porque no se respetó el aislamiento.
Mientras todos nos agarramos la cabeza, se están escribiendo las páginas que dentro de un tiempo leerán los alumnos cuando estudien historia de la ciencia. Se está empezando a generar algún conocimiento sobre esta enfermedad nueva, sobre la que tan poco sabemos: que pasó de cerdos a humanos, pero ahora nosotros volvemos a contagiar a los cerdos; que la mortalidad es superior a la de la gripe estacional, y que –a diferencia de ella- afecta a jóvenes sanos; que se debe redefinir el grupo de riesgo, incluyendo a obesos y embarazadas, aunque todavía no se sabe por qué; que las complicaciones se producen con una inusitada rapidez. Como el equipo de Semmelweis, los médicos toman nota de las evidencias que van encontrando, aunque todavía haya pocas explicaciones. Y van haciendo recomendaciones sobre la marcha, más tratando de encontrar por ensayo y error aquellas que funcionen para detener los contagios, que por la seguridad de estar en lo cierto.
Lo que sí está claro es que los tiempos políticos son diferentes de los tiempos de la salud. El Comité de Crisis fue citado dos veces la última semana –deberíamos acotar “antes de las elecciones”- y no se reunió. Al parecer, la campaña tenía a los ministros muy ocupados.
La Federación de Profesionales de la Salud de la República Argentina, mientras tanto, exigía que se declare emergencia sanitaria.
En las escuelas, el ausentismo ha roto con los porcentajes históricos. Caminar hoy por sus patios y transitar sus aulas da una idea real de la dimensión del problema: las enfermedades respiratorias los han vaciado.
Quizás, el lunes –con las elecciones ya realizadas- por fin se declare la emergencia sanitaria. Seguramente va a ser una herramienta útil. Siempre que se respete el aislamiento. Y para eso, no va a alcanzar con que se suspendan las clases, ni con que se cierren lugares que propicien la convergencia de muchas personas en sitios cerrados, ni con que se recomiende no asistir a encuentros ni reuniones con mucha gente. Va a ser necesario pensar en una estrategia concreta y viable de aislamiento.
Por ahora, lo que no podemos negar, es el conocimiento que estamos obteniendo de esta experiencia. Como durante el brote de fiebre puerperal, y como frente al descubrimiento del SIDA, lo que no deja dudas es que los prejuicios matan. Y que no somos cuidadosos, y mucho menos solidarios.
Ignaz Semmelweis es recordado por haber liderado el equipo de trabajo que investigó sus causas, tratando de detenerla. Y, al menos según mi experiencia con mis alumnos, quienes toman contacto con esta historia no dejan de asombrarse por los caminos extraños que a veces toma el conocimiento, pero sobre todo por las vidas que se pierden en el proceso.
Luego, la Historia hace lo suyo: el tiempo pasa, los muertos se olvidan, los nombres de los investigadores se vuelven notables, y todos nos felicitamos por saber algo que no sabíamos. Algo que, a partir de ese momento, cambia la ciencia y nos cambia la vida.
Desde los primeros casos de la ya popular “gripe porcina”, no puedo dejar de pensar en Semmelweis y su equipo de médicos. Y es que la historia también hace lo suyo cuando cambia las personas y los detalles, introduce algunas variables novedosas, y así –pareciendo original- vuelve a repetirse.
Recordemos qué fue pasando en estos días. Hace apenas un mes y medio, creíamos que la “gripe porcina” era una enfermedad que sólo atacaba a niños ricos que se habían contagiado en el exterior. Muy poco antes nos sorprendíamos con las estrategias de escudamiento de México, que cerraba lugares públicos y escuelas; pero, por las dudas, cancelábamos los viajes aéreos. Montábamos scanners para detectar viajeros afiebrados, y hospitales de campaña en el Aeropuerto de Ezeiza. Y hasta recibimos a piedrazos, volviendo a la época del Paleolítico, a un micro que venía desde Chile con un hombre afiebrado. Era una enfermedad de otros. De ellos, más que de la gripe, debíamos defendernos.
Cuando nos dimos cuenta de que se podían contagiar, además, quienes habían estado con ellos, cerramos sus escuelas. Tenembaun, desde su programa en la tempranísima mañana de Radio Mitre, se preguntaba si estos niños no contagiarían además a las empleadas domésticas de sus casas, llevando la gripe a sectores de lo población desigualmente preparados para su atención. Se ve que la duda era políticamente incorrecta, porque ninguna autoridad sanitaria lo previó. Y si lo hizo, no lo previno: los padres de los chicos enfermos siguieron yendo a trabajar y sus compañeros se tomaron unos días de vacaciones en los shoppings, cines y patios de comida de la zona. La gripe comenzó a extenderse –sobre todo- porque no se respetó el aislamiento.
Mientras todos nos agarramos la cabeza, se están escribiendo las páginas que dentro de un tiempo leerán los alumnos cuando estudien historia de la ciencia. Se está empezando a generar algún conocimiento sobre esta enfermedad nueva, sobre la que tan poco sabemos: que pasó de cerdos a humanos, pero ahora nosotros volvemos a contagiar a los cerdos; que la mortalidad es superior a la de la gripe estacional, y que –a diferencia de ella- afecta a jóvenes sanos; que se debe redefinir el grupo de riesgo, incluyendo a obesos y embarazadas, aunque todavía no se sabe por qué; que las complicaciones se producen con una inusitada rapidez. Como el equipo de Semmelweis, los médicos toman nota de las evidencias que van encontrando, aunque todavía haya pocas explicaciones. Y van haciendo recomendaciones sobre la marcha, más tratando de encontrar por ensayo y error aquellas que funcionen para detener los contagios, que por la seguridad de estar en lo cierto.
Lo que sí está claro es que los tiempos políticos son diferentes de los tiempos de la salud. El Comité de Crisis fue citado dos veces la última semana –deberíamos acotar “antes de las elecciones”- y no se reunió. Al parecer, la campaña tenía a los ministros muy ocupados.
La Federación de Profesionales de la Salud de la República Argentina, mientras tanto, exigía que se declare emergencia sanitaria.
En las escuelas, el ausentismo ha roto con los porcentajes históricos. Caminar hoy por sus patios y transitar sus aulas da una idea real de la dimensión del problema: las enfermedades respiratorias los han vaciado.
Quizás, el lunes –con las elecciones ya realizadas- por fin se declare la emergencia sanitaria. Seguramente va a ser una herramienta útil. Siempre que se respete el aislamiento. Y para eso, no va a alcanzar con que se suspendan las clases, ni con que se cierren lugares que propicien la convergencia de muchas personas en sitios cerrados, ni con que se recomiende no asistir a encuentros ni reuniones con mucha gente. Va a ser necesario pensar en una estrategia concreta y viable de aislamiento.
Por ahora, lo que no podemos negar, es el conocimiento que estamos obteniendo de esta experiencia. Como durante el brote de fiebre puerperal, y como frente al descubrimiento del SIDA, lo que no deja dudas es que los prejuicios matan. Y que no somos cuidadosos, y mucho menos solidarios.
martes, 23 de junio de 2009
PRO, ¿Quo vadis?

Esta mañana, Ernesto Tenembaum -en su programa de Radio Mitre- entrevistó a Claudia Rucci, en su rol de candidata por el PRO para las próximas elecciones legislativas. Me llamó particularmente la atención su defensa de la estatización, considerando la impronta fuertemente privatizadora asumida por el espacio político del que forma parte.
Hace una semana, el mismo Ernesto -pero esta vez en el programa en TN cuya conducción comparte con Marcelo Zlotowiazda- entrevistando a Gabriela Michetti, también candidata del mismo espacio, le preguntó por su postura frente a las retenciones a las exportaciones. Grabriela -sin darse cuenta y entre titubeos- defendió las retenciones móviles (sí, las de la ya famosa Resolución 125, la que no fue y por la que casi estalla el país).
Considerando, además, la extraña relación que une a Macri y De Narváez, quienes parecen estar midiendo todo el tiempo quién la tiene más larga (la posibilidad de ser "presidenciable", claro); y la más extraña aún que tienen con Solá (a quien esconden de a ratos) y con Duhalde (a quien escondieron del todo), me permito sospechar dos cosas:
- Ernesto Tenembaum está pronto a ser declarado presencia no grata en la Ciudad de Buenos Aires, situación que podría extenderse -ni Dios lo permita- a la Provincia.
- Este rejunte de gente, que no se puso de acuerdo en las cosas en las que hay que estar de acuerdo (mínimo: qué tipo de Estado se pretende, y cómo se lo financia) va a disgregarse más rápido que viento en una canasta.
Y las consecuencias, como siempre, las pagamos nosotros. Salvo que esta vez decida hacerse cargo Francisco al grito de "la platita es mía, toda mía", y nos tire unos mangos.
Identidades radicalizadas y ciudadanía

Viviana Taylor
La sociedad argentina, como todas las sociedades contemporáneas, ha sufrido una crisis aguda de las identidades, de las maneras como sus ciudadanos se imaginaban dentro de colectivos.
Modernamente, las opciones eran variadas e inclusive podían superponerse: uno era ciudadano, pero a la vez trabajador/a, joven, hombre/mujer, universitario/a, peronista, practicante de alguna religión, gordo/a e hincha de un club. Muchas veces, todo eso junto. Pero hoy asistimos a un mundo en el que el mundo del trabajo se dedica a expulsar, ser joven es delito, el género permite migraciones, no se puede ser universitario porque no alcanza el dinero o no vale la pena, ser peronista significa un estallido de significaciones o la traición menemista, ser gordo es un estigma, la propia noción de ciudadanía ha entrado en crisis, y las grandes tradiciones de inclusión ciudadana se convierten en las duras políticas de exclusión social.
Parecen quedar pocas posibilidades. Apenas ser hincha de algún equipo de fútbol, o participar de una tribu[1]. En menor medida, quizás, participar de alguna fe religiosa. Es fácil, y permiten tener una gran cantidad de compañeros que no preguntan de dónde viene uno.
El problema frente al que nos encontramos es doble:
Por un lado, que estas identidades no son ni pueden ser políticas y entonces implican que la discusión por la inclusión y la ciudadanía se diluye en esta ciudadanía menor, confortable y mentirosa.
El otro, mucho más grave, es que estas identidades son radicales: existen sólo frente a otra identidad que le sirva de oposición. Y cuando la identidad queda tan solitaria, sin otra opción que ella misma para afirmarse como sujeto social, el otro se transforma en un absolutamente otro, y el deslizamiento a la consideración del otro como rival y como enemigo es inevitable. De ahí el “no existís”. No existís que es el grito de guerra que acompaña al “aguante fulano”.
Negar la existencia del otro, lejos del contacto tolerante de la sociedad democrática, implica aceptar que el otro, simplemente, puede desaparecer, puede ser suprimido. O lo que es peor, que debe ser suprimido.
[1] Una tribu adolescente es un colectivo de adolescentes que asumen como marcas de identidad un lenguaje, una vestimenta, unas formas de arte, esto es, sobre todo una postura estética, que les permite identificarse como pertenecientes a la misma a la vez que los diferencia del resto.
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