viernes, 27 de noviembre de 2015

Embajada en EEUU, Mercosur y Alianza del Pacífico: entre la tensión y el desequilibrio


¿Por qué Martín Redrado

resuena como la mejor opción

 para la Embajada Argentina

en los Estados Unidos?

 Por Viviana Taylor

En estos últimos días el nombre de Martín Redrado ha venido sonando fuertemente –con bombos y platillos- como el posible embajador argentino en Estados Unidos. Tanto es así que hasta su propia pareja, Luciana Salazar, hizo referencia en un programa televisivo en el que se la entrevistó sobre su conformidad con la posibilidad.

¿Por qué parecería que su persona es una buena opción para el nuevo gobierno del PRO/Cambiemos?

Martín Redrado, fue presidente de la Comisión Nacional de Valores durante el gobierno de Menem (1991-1994), secretario de Comercio y de Relaciones Económicas Internacionales desde la presidencia de Eduardo Duhalde hasta la de Néstor Kirchner, (2002-2004) cuando pasó a la presidencia del Banco Central, cargo que ocupó hasta enero de 2010, durante la presidencia de Cristina Fernández. Y luego del escándalo que terminó con su apartamiento de este cargo, se unió a Sergio Massa como parte del equipo de política exterior del Frente Renovador, que compartió con Santiago Cantón, Andrés Cisneros y Jorge Faurie, con Sebastián Velesquen como armador.  Hago esta referencia porque su paso por estos cargos y su participación en este equipo son claves para entender no sólo su posicionamiento ideológico frente a la política exterior, sino el complejo entramado que trató de mantener en equilibrio hasta que su ruptura  sacó a la luz en favor de qué intereses ha venido jugando. Y  permite comprender su encabalgamiento entre el Frente Renovador y el PRO.

 
Seguramente recordarán el momento en que estalló el escándalo por la filtración de los cables de las embajadas de Estados Unidos, a través de Wikileaks. En ese momento, Redrado quedó expuesto como el economista de cabecera de la embajada estadounidense en Argentina, muy a pesar de ambas partes, que sin dudas habrían preferido que esto quedara en las sombras. Tanto es así que en un cable filtrado, fechado en marzo de 2007, quedó escrito que Redrado había pedido dos veces que se proteja estrictamente su identidad para preservarlo como informante privilegiado de la embajada. Y a partir de allí, todos los cables que lo mencionan agregan a su nombre la referencia “(PROTEGER ESTRICTAMENTE)”. A su vez, la embajada, le pidió en numerosas ocasiones hacer lobby en el gobierno en favor de sus intereses: la reserva estaba mutuamente garantizada. Claro, nadie contaba con que esta filtración era posible.
Pero la primera vez que lo nombró un cable no fue esa, ni fue en Argentina. Redrado fue nombrado por primera vez en un cable de octubre de 2003 de la embajada estadounidense en Brasilia, cuando era vicecanciller de Duhalde. En ese cable se lo señala como un aliado en el proyecto de EEUU para crear una zona de libre comercio desde Alaska hasta Tierra del Fuego, el ALCA.

 

Ese cable es muy importante para comenzar a devanar la madeja de este análisis: en él, la entonces embajadora en Brasil Donna Hrinak, cuenta que el único obstáculo para la creación de un tratado de libre comercio continental era el gobierno de Luiz Inácio da Silva (Lula), quien apoyaba la propuesta que había presentado su canciller Celso Amorim en la cumbre de cancilleres en Trinidad y Tobago que se había realizado la semana anterior. La propuesta que Amorim había presentado en nombre del Mercosur reducía al ALCA a casi nada, ya que delegaba los temas que le interesaban a EEUU a la negociación dentro de la Organización Mundial del Comercio. El cable también cuenta que el presidente de la delegación argentina, Martín Redrado –que por entonces era secretario de Comercio Exterior- se había retirado de la cumbre un día antes para no estar en la votación, tomando distancia de Brasil y del Mercosur.

 

Para esa fecha, Néstor Kirchner hacía apenas 6 meses que estaba en el gobierno, y Hugo Chávez cuatro años. Todavía nada permitía imaginar que dos años más tarde, Lula, Néstor y Chávez se unirían para derrotar al ALCA en la histórica cumbre de Mar del Plata en 2005, a partir de la cual pasó a ser considerado un proyecto prácticamente muerto. Esa misma cumbre que el ya nombrado Andrés Cisneros calificó como “el papelón de Mar del Plata” y que dejó a Martín Redrado en una delicada posición entre los intereses de la embajada a la que sirve (y que no es precisamente la argentina) y el gobierno del que participaba (que, lamentablemente, sí lo era).

¿Cuáles eran esos intereses que la embajada de EEUU buscaba proteger y el ALCA pretendía instrumentar? Acuerdos de servicios, inversión, propiedad intelectual y compras del gobierno. En un posteo que publiqué el 3 de agosto de 2014 me ocupo de este tema, imprescindible para comprender qué es lo que está en juego, y desde cuándo se viene jugando (y qué tan fuerte).

 

Caído en desgracia el ALCA, la embajada de EEUU comenzó a mostrar un creciente interés por la Organización Mundial del Comercio (OMC), a través de la cual esperaba hacer valer los intereses por los que venía velando y parecían haber quedado desguarnecidos.
¿Por qué tenían esta expectativa? Porque cuatro años antes, en 2001, se había iniciado la Ronda de Doha, una gran negociación en el marco de la OMC para liberalizar el comercio a nivel mundial, cuyo objetivo apuntó a completar los temas que habían quedado pendientes en el ciclo anterior, la Ronda de Uruguay. Estos temas eran el comercio de servicios, la agricultura, los textiles y la propiedad intelectual.

 

El problema es que las negociaciones en este marco no son sencillas: la OMC administra unos 60 acuerdos, y el sistema por el que se organiza impone a sus miembros la adhesión total a todos sus acuerdos, lo que implica que el consenso general siempre conlleve un difícil juego de equilibrio que es extremadamente complejo, ya que cada país debe ver cómo se pueden compensar beneficios y perjuicios en temas diferentes.

Para superar el estancamiento en las negociaciones por la complejidad de estos acuerdos, ya en la Ronda anterior (la de Uruguay) se había instrumentado un tipo de negociación conocida como “de la Sala Verde” que consiste en una serie de reuniones informales, entre un número reducido de países con interés en el tema a ser negociado, que construyen un acuerdo que luego debe ser ratificado por consenso por todos los países miembros, aunque no hayan sido invitados –ni hayan participado- a esas reuniones.


Redrado volvió a aparecer en los cables filtrados cuando ya era presidente del Banco Central, y las apuestas estaban siendo echadas sobre la Ronda de Doha.

En un cable de agosto de 2007, la embajada de EEUU en Argentina revela que en una reunión del 31 de julio con el entonces embajador Earl Wayne, Redrado le había informado que él era el hombre de la Organización Mundial del Comercio en el gobierno argentino, y que su Director General –Pascal Lamy- lo había instado a asumir la política comercial dentro del gobierno de Argentina. El pedido de Lamy y la visita a la embajada no eran ingenuos: la OMC venía de fracasar en el intento de lograr un acuerdo a nivel mundial en la reunión que se acababa de celebrar en Ginebra. La Argentina -como la mayoría de los países en desarrollo- se negaba a cualquier acuerdo si antes los países desarrollados no reducían los subsidios e impuestos a las importaciones en el sector agrícola; y los EEUU –como la mayoría de los países desarrollados- bregaban por un tratado que incluyera transparencia en las compras de gobierno, reglas aduaneras uniformes y acuerdos para facilitar la inversión extranjera y garantizar la competitividad. En síntesis, mientras los países desarrollados pedían un acuerdo igualitario entre desiguales, los países en desarrollo pedían hacer efectivas esas supuestas condiciones de igualdad a través de un trato equitativo.

Una pequeña acotación al margen: es interesante recordar que mientras EEUU, la OMC y el representante de estos intereses, por entonces Presidente del Banco Central presionaban a Argentina para liberar los impuestos a las importaciones agrícolas, internamente se promovió el enfrentamiento entre el gobierno y "el campo" contra las retenciones, que fogonearon empresas multinacionales vinculadas con estos intereses externos. Sugestivo ataque de pinzas con pedidos contradictorios cuya conciliación sólo podía llevar a la quiebra del mercado interno y de los pequeños productores agrícolas. Presiones que llevaron a la derrota del oficialismo en las elecciones legislativas del 2009, e inició un período de dos años en que se consolidó el autodenominado Grupo A (legisladores opositores al entonces gobierno nacional, encabezados por Patricia Bullrich, que mantuvieron inmovilizada la actividad parlamentaria) que si bien perdió mayoría parlamentaria a partir de las elecciones de 2011 no dejó de operar contra el gobierno a través del intento de obstaculización del tratamiento de proyectos o el denuncialismo serial)

El  pedido del Director de la OMC Lamy y la visita a la embajada tampoco eran inocentes: Redrado le expresó a Wayne que será bienvenido cualquier argumento en favor de la postura de los EEUU ante la OMC. En el cable, Wayne comenta que entendió que Redrado le estaba sugiriendo que estaba trabajando para cambiar el voto argentino, y que se mostró optimista respecto de que en los primeros 100 días de un probable gobierno de Cristina Kirchner (probabilidad que se concretó) se adoptaría una política económica más ortodoxa.

 

Como hoy sabemos, el gobierno que entonces era una probabilidad se volvió real, pero Argentina no varió su heterodoxia económica ni su voto en la OMC. Así que en otro cable –fechado en noviembre de 2007- se cuenta que el embajador le pidió expresamente que intercediera ante el gobierno argentino para que reviera su postura “obstruccionista” en la Ronda de Doha. Redrado respondió que ya lo había hecho, hablando con el canciller Jorge Taiana y con los representantes argentinos ante la OMC. Pero Argentina siguió sin votar a favor, y la Ronda culminó sin acuerdo.

 

Uno de los motivos más importantes del fracaso de la Ronda, fue que la mayoría de los países en vías de desarrollo se negaron a suscribir acuerdos de los que no habían participado (y a los que se había llegado a través del sistema de la Sala Verde que describí más arriba). Pero el golpe más fuerte se lo fueron dando los organismos regionales y de países emergentes, que le dieron un marco más equitativo y económicamente sustentable a la proliferación de acuerdos bilaterales y regionales por fuera del control de Estados Unidos, Canadá, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

 

La última referencia a Redrado en los cables de la embajada de EEUU que fueron filtrados a la opinión pública es del 5 de febrero de 2010. Apenas 7 días después de su retiro del Banco Central, otro informante de identidad reservada (que gracias a esta filtración sabemos que es el banquero Willie Stanley, del Banco Macro) afirmó que Redrado había cobrado sobornos durante su gestión al frente de la Comisión de Valores en el gobierno de Menem, cuando era conocido como el golden boy de las finanzas argentinas.

 Estos hechos le dan contexto y permiten significar una propuesta que se insiste para la política exterior del nuevo gobierno y que el propio Macri sostuvo en el debate anterior al balotaje: sumarnos a la Alianza del Pacífico.



¿Qué es la Alianza del Pacífico? 
 
Es un bloque comercial conformado por Chile, Colombia, México y Perú (y otros dos países candidatos: Costa Rica y Panamá). La propuesta se dio a conocer en Lima el 28 de abril de 2011, por iniciativa del entonces presidente del Perú Alan García Pérez, que extendió la invitación a los presidentes de Chile, Colombia, México y Panamá, para profundizar la integración de sus economías y definir acciones conjuntas para la vinculación con Asia Pacífico a través de acuerdos comerciales bilaterales. Además, convinieron alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas, y mantener el proceso abierto para todo país interesado. Panamá no es socio pleno sino país observador –aunque está esperando cumplir con los requisitos para su integración- junto con otros treinta y un países (desde 2012, ya no todos limitantes con el Pacífico)


De las instituciones que podrían componer esta Alianza, actualmente está funcionando el Mercado Integrado Latinoamericano (MILA), formado por Chile, Colombia y Perú, a través de la integración bursátil de sus Bolsas de Valores (México no ha completado su ingreso).

Lo interesante es que si bien durante la última década, las economías del Atlántico (representadas por Argentina, Brasil y Venezuela) fueron las que crecieron con mayor rapidez, los analistas identificados con los intereses del capitalismo financiero no han dejado de ocultarlo a la vez que pronostican que son los países de la Alianza del Pacífico los que tienen mejores perspectivas de crecimiento. Cabe aclarar que, por una parte, no hay evidencias que nos lleven a suponer que esto es cierto y –por otra- tampoco nada nos hace suponer que, de ser así, los beneficios de ese supuesto mayor crecimiento provocarán una mejoría objetiva de las condiciones de vida de sus pueblos.

De hecho, si puntualizamos en el caso particular de Argentina, el Premio Nobel 2008 Paul Krugman al referirse al modo en que los medios analizan la realidad de nuestro país ha expresado que hay mucho para desconfiar sobre la veracidad de los informes que presentan las corporaciones, los organismos internacionales y sus voceros.

 
Uno de estos voceros es el expresidente peruano Alan García –fundador de la Alianza del Pacífico-, quien afirma que buena parte del continente está pagando los costos del proteccionismo exagerado, mientras calla que no hay mayor proteccionismo que tras el que se amparan Estados Unidos y Alemania. Sin embargo, tacha de “política irresponsable” a la instrumentada por los países del Mercosur, con un argumento demasiado similar –hasta en la exacta elección de las palabras- a las que usan otros críticos de las mismas políticas, de los mismos países, asiduos visitantes de las mismas embajadas.

Por su parte, otra de las voces contra el Mercosur y en favor de la Alianza del Pacífico es la de Morgan Stanley, la compañía financiera estadounidense con fuerte presencia en América Latina, donde desarrolla su actividad como banco de inversiones y agente de bolsa. Es muy interesante recordar que esta compañía celebró con el título “Viva España” el informe sobre el desembarco de los fondos buitre en España en 2013, con los resultados que ya conocemos sobre una economía española que ya venía decreciendo. ¿Cómo confiar en las previsiones de cualquier banco de inversiones y agente de bolsa, que gana dinero creando escenarios financieros que le resultan ventajosos, a partir de la manipulación de datos? Vistos los antecedentes, los países de la Alianza del Pacífico deberían cuidarse de los informes que los alientan a abrirse a las inversiones extranjeras. Y nosotros, de participar de esta Alianza creada ad hoc de los intereses del capitalismo financiero y –secundariamente- para sostener la economía de Estados Unidos.


¿Hay algo en lo que coincidan los bloques del Atlántico y del Pacífico?

 

En lo que sí coinciden uno y otro bloque es en señalar como el momento clave de la diferenciación entre ambos  a aquel en el que se unieron Argentina, Brasil y Venezuela en 2005 para poner fin de la propuesta de creación del Área de Libre Comercio de las Américas.


Este fracaso fue lo que llevó a los gobiernos alineados a las políticas económicas de Estados Unidos a conformar la Alianza del Pacífico, creando su propia zona de libre comercio y estrechando lazos con Washington.

 Por su parte, desde lo que a partir de ese entonces fue llamado como bloque del Atlántico, se afirma que cuando Néstor Kirchner, Lula y Hugo Chávez le dijeron NO al ALCA, lo que estaban haciendo era poner a los tratados de libre comercio (TLC) en otro marco de referencia y cerrar una ecuación económica y financiera desventajosa para el continente.

Luiz Inácio da Silva, expresidente de Brasil, declaró que esta Alianza del Pacífico estaba tratando de traer de vuelta el Consenso de Washington. Y el presidente de Bolivia Evo Morales afirmó en el Foro de São Paulo en 2013 que la Alianza del Pacífico es un esquema geopolítico diseñado por Estados Unidos para oponerse a los gobiernos progresistas e izquierdistas (sic) de Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Uruguay y Venezuela, por lo que veían a la Alianza como un organismo creado como contrapeso del Mercosur.
En la última reunión del Foro de São Paulo la Alianza del Pacífico fue definida como “un enfoque intervencionista, oportunista, anti-izquierdista para atacar a la soberanía de las naciones de América del Sur.”

 

A pesar de todos los esfuerzos en contrario, los gobiernos populares atravesaron un proceso de fortalecimiento en la región que posibilitó que el Mercosur pudiera replantearse en su matriz política, social y cultural, que se pudieran conformar la UNASUR y la CELAC, generaron una nueva institucionalidad pensada desde la perspectiva de la generación de empleo, la inclusión social, de distribución de la riqueza, de integración productiva, de potenciación del mercado regional, y de complementariedad entre pueblos y gobiernos. 
En este marco de fortalecimiento, durante la cumbre de la CELAC-UE del 27 de enero de 2013 –que se realizó en Santiago de Chile- se produjo el encuentro de los mandatarios de los países de América Latina y de Europa. Durante esta cumbre quedaron en claro las diferencias entre los dos bloques regionales latinoamericanos: un bloque congregado en torno del Mercosur, que desconfía de la globalización y otorga al Estado un papel más importante en la economía; y otro bloque, compuesto por la Alianza del Pacífico, que promueve el libre comercio y la apertura del mercado.

 

En síntesis, el Mercosur y la Alianza del Pacífico representan dos procesos diferentes, con objetivos distintos y que implican modelos políticos que benefician a sectores sociales disímiles. No son compatibles, no son combinables.

 Hoy, lamentablemente, podríamos estar en las vísperas hacia otra situación, con otros acuerdos. En las últimas elecciones en América Latina se ha ido manifestando una tendencia a la derechización de las opciones políticas, en la que nuestro país no ha quedado al margen.  El equipo económico y de política exterior del nuevo gobierno que presidirá Mauricio Macri se ha manifestado en favor de integrarse a la Alianza del Pacífico. Considerando que esta Alianza es la esperanza renovada de EEUU después de los fracasos del ALCA y la Ronda de Doha, no parece que sea la mejor perspectiva para Argentina. Viendo el proceso que se está desarrollando en el interior de cada país respecto del impacto en la calidad de vida y en la equidad de acceso a los bienes materiales y simbólicos entre distintos sectores de su población, está cada vez más claro que quienes proponen unirse como observadores a la Alianza del Pacífico son funcionales a la política neoliberal que se impulsa desde los Estados Unidos y que está al servicio del capital financiero globalizado, tan alejado de los intereses del pueblo… Un concepto que ni siquiera contemplan en sus argumentos.

Joseph Stiglitz –economista estadounidense, ganador de un Premio Nobel en el 2001- ha analizado en varios artículos que pueden encontrarse en la red, que a menudo muchos países aceptan los tratados de libre comercio bajo la promesa de que permitirán lograr mejores tasas de empleo, mayores índices de inversión y ayudarán a alcanzar un crecimiento sostenido. Esta es la base de los argumentos que sostienen los inminentes ministros y funcionarios de gobierno a partir de diciembre: Si hay confianza habrá inversiones, volverán los flujos de dólares y no habrá necesidad de controles de cambios como los que se ven hoy en día.
Sin embargo, las regulaciones que se empeñan en desconocer fueron creadas para otorgar cierta protección a los trabajadores, las industrias nacionales, y el medio ambiente. Desmantelarlas es debilitar a los actores nacionales frente a los internacionales. Amparados en el discurso de una libertad que prometen, sólo garantizan dependencia. Una dependencia que, dados los antecedentes que cargan sobre sus espaldas, no podemos considerar que son solo cuestiones ideológicas: cuando se han puesto tan directamente al servicio de intereses ajenos al país y al orden democrático, exceden la consideración de la posible honestidad de sus argumentos. Son lobbistas. Y no están al servicio de los intereses argentinos.

Por otra parte, ¿cómo olvidar que esta es una película que ya hemos visto y cuyo final conocemos?

 

Insisto, por si no he sido clara. El Mercosur y la Alianza del Pacífico representan dos procesos diferentes, con objetivos distintos y que implican modelos políticos que benefician a sectores disímiles. No son compatibles, no son combinables. El discurso que estos operadores económicos, financieros y mediáticos sostienen en favor de  construir un puente entre ellos, no es más que la expresión de su funcionalidad a la política neoliberal. Y el equipo que ha convocado Mauricio Macri para que diseñe su agenda en política económica y exterior es la expresión más clara de su compromiso al servicio de intereses que no son argentinos.
Viviana Taylor