jueves, 28 de mayo de 2009

Decir que no


Fue casi enternecedor escuchar a Gabriela respondiendo a los periodistas -que ya se lo preguntaron hasta el hartazgo- por qué se presenta a candidata en estas elecciones legislativas. Y es que lo había negado tantas veces, tanto había aducido querer honrar su compromiso con los porteños, completar el cargo de vicejefa de gobierno. "Que son cuestiones de la coyuntura", explica. "Que si no fuese necesario, no lo haría, porque no es lo quiere sino lo que debe hacer", se excusa. "Que por lo menos no es tan grave como lo que hace Scioli, que también se presenta y ni siquiera va a asumir", se justifica. "Que renunció a su cargo", se defiende. Enternecedora, sí. No, en este universo moral no es tan grave, Gabriela.

Y allí detrás vienen los Scioli, los Balestrini, los Pampuro y los intendentes alineados... Los candidatos testimoniales que parecen disculpar a Gabriela porque parecen hacer algo más grave. Candidatos a la nada, puros nombres de cotillón. Quizás, en el mejor de los casos, sirvan para terminar la fiesta bien arriba, cuando todos estamos con unas copas de más y nos da lo mismo bailar con cualquiera. En el peor, tendrán que hacerse cargo de limpiar la mugre del día después, cuando tengan que seguir gobernando desde sus cargos sabiendo que los votos no los apoyaron.

Pero lo peor no es Gabriela, que no termina su mandato, condenando a muchos porteños que votaron al Pro sólo porque ella venía en combo, y ahora se encuentran con que la cajita no era tan feliz, la hamburguesa era peor de lo que parecía, y se quedaron sin papitas.

Ni lo peor no son los Scioli, los Balestrini, los Pampuro, los intendentes alineados y todos los otros "testimoniales", que en realidad son la evidencia de un peronismo que no deja crecer a los propios, por lo que ahora no les alcanzan para una lista. Con ellos de titulares, zafan con los que quedan para completar la nómina de suplentes. Si no, iban a tener que salir a rifar lugares. El peronismo de hoy viene sin repuestos.

Lo peor es que una y otros, a puertas cerradas y grabador apagado -cuentan los periodistas y ellos no niegan ni tímidamente- NO QUIEREN. Sin embargo, allí están, como guerreros suicidas. Porque no pueden, no saben o no quieren decir que NO.

Lo peor es que el NO humaniza. Somos hombres, personas, porque nos negamos. El NO nos hace libres, inaugura otras posibilidades frente a las que se nos proponen. Nos diferencia. Es fruto de la conciencia, de la moral.Lo peor es que nuestra dirigencia política no sabe decir que NO. O no puede. O no quiere. Lo que viene a ser lo mismo.

Lo peor es que estamos en manos de incapaces de ser profundamente morales.