jueves, 3 de diciembre de 2009

De esas cosas no se hablan


Ayer, miércoles 2 de diciembre, las dos divas argentinas se sentaron a compartir manjares imposibles de encontrar en muchas mesas, en lo que la anfitriona dio en llamar “el almuerzo del año”. Divas de cabotaje –pero divas al fin- pretendieron acortar distancias con esos otros muchos que las miraban en las pantallas frente a sus propias mesas, más humildemente provistas. “La mayoría piensa como nosotras”, “nadie puede estar en desacuerdo (con lo que acababan de decir)” fueron frases que se repitieron en varias ocasiones. Y finalmente la pregunta: “¿Cómo fue que llegamos a esto?” se preguntó una Mirtha teatralmente preocupada. “De a poco”, sentenció Susana, igualmente reflexiva. Y ambas concluyeron en que el origen de todos los males está en la división de la sociedad, promovida y alimentada por el actual gobierno que insiste en recordar el pasado. “De estas cosas no se hablaba”.
De todo lo que dijeron, quiero centrarme en la pregunta que se hicieron, en el cómo llegamos a esto. Y si lo que nos preocupa de la situación social actual es –fundamentalmente- que todos los indicadores de la violencia están agravándose, creo que podemos considerar justamente a esta violencia como el síntoma principal en nuestra sociedad que –si ya no lo ha hecho- está enfermándose-enfermándonos.

Creo que debemos tener en cuenta que, quien se enferma, lo hace porque al tener que resolver una exigencia adaptativa, sus elementos disposicionales y actuales se intrincan con un contexto grupal que no es continente del conflicto.
Pensemos por ejemplo en un joven de 20 años, que vive en un barrio humilde y no ha podido completar su escolaridad media porque la gratuidad de la escuela es una falacia: quienes viven lejos de los centros urbanos no tienen acceso a bibliotecas públicas bien provistas, las bibliotecas escolares de barrios pobres tampoco suelen estarlo, el acceso a computadoras e internet es en locutorios o cibers por lo general poblados de otros chicos que juegan ruidosamente en red –y además, por barata que sea la hora, hay que pagarla-, es necesario un mínimo de útiles escolares, el pasaje de colectivo… Y no podemos desconsiderar el hecho de que para muchos de estos jóvenes, además, la escuela es un lugar ajeno, donde se practican formas de interacción, de lenguaje y de organización del tiempo y el espacio que les resultan extrañas frente a las que han internalizado a partir de sus vivencias familiares y barriales. Pensemos en las posibilidades –actuales o futuras- de este joven para acceder a un trabajo que le permita satisfacer dignamente sus necesidades, y así insertarse activa y productivamente en una sociedad con fuertes rasgos consumistas, en la que el concepto de ciudadano queda muchas veces reducido al de consumidor.
Pensemos en el trabajador que luego de 50 años de trabajo logra jubilarse. Que apenas llega a sobrevivir con una jubilación que no alcanza a cubrir sus necesidades, y cuyos magros ahorros fueron expoliados repetidamente por políticas de ajuste que siempre se aplicaron sobre los mismos.
Pensemos en el hombre o mujer cabeza de familia, que no ha tenido la oportunidad de conocer ni el trabajo estable ni los beneficios del estado de bienestar, del que sí gozaron sus padres y abuelos. Pensemos en sus dificultades para planificar a futuro. Y en los hijos que crecen con la evidencia de que sus padres están peor de lo que estuvieron sus abuelos, y proyectan que seguramente le pasará lo mismo.
Entonces, repito: quien se enferma, lo hace porque no puede resolver la exigencia adaptativa en un contexto social que no es capaz de operar como continente de estos conflictos.

¿De qué manera podría manifestarse tal enfermedad? De modos a los que nos hemos acostumbrado de tal manera, que hemos naturalizado. En la apatía frente al futuro y todo lo que sea preparación para él, que vemos en muchos adolescentes y jóvenes que, aún no padeciendo privaciones actuales, desconfían de sus posibilidades futuras para hacerse cargo de su vida y renuncian a todo esfuerzo que consideran inútil. Muchos de estos chicos hoy pueblan nuestras aulas y, si bien no suelen ocasionar problemas de convivencia, los vemos asistir a la escuela como quien va a un club a encontrarse con amigos. Y la razón por la que siguen yendo es porque no hay un lugar mejor donde estar. O aquellos que se revelan violentamente frente a lo que sienten es una agresión anterior, y cometen pequeños actos de rebeldía, incurren en el vandalismo, o incluso asaltan a quienes perciben como “otros”, los que tienen lo que también por derecho les pertenece y de lo que han sido privados. Se trata de quienes emergen como portavoz de una estructura social en la que impera un clima crónico de frustración y desconocimiento de las necesidades que fundamentan los vínculos. Y justamente, lo que hace que estas formas de interacción social que se han instalado sean patogenéticas es la frustración sistemática, la experiencia de fracaso repetida a través de varias generaciones. Todo esto va llevando a un nivel generalizado de ansiedad que, una vez instalado, incrementa la disociación y la proyección. Es así como nuestro grupo social se ha ido desintegrando en subgrupos caracterizados por el prejuicio y la desconfianza mutua, y hasta hemos llegado a parcelar el territorio para no compartirlo, en un progresivo deterioro de nuestras formas de vínculo.

Es por todo esto que, para comprender y superar lo que nos está pasando como sociedad, deberíamos buscar la explicación del recrudecimiento de la violencia en los modos en que nos relacionamos. Y para ello va a ser necesario que consideremos dos cuestiones:
1. ¿Cuáles son nuestras necesidades? Dentro de ellas, ¿qué lugar ocupan las necesidades compartidas? ¿Cuáles son los objetivos que, como personas y como ciudadanos, perseguimos? ¿Mediante qué estrategias esperamos alcanzarlos? Y esas estrategias, ¿conforman una tarea colaborativa, en la que todos participamos y de la que todos podemos beneficiarnos?
2. Cuando pensamos en ese “todos”, ese “nosotros”, ¿quiénes somos “nosotros”? Y, en consecuencia, ¿quiénes son “los otros”? ¿Cómo nos definimos y cómo los definimos? ¿Y cómo creemos que ellos se definen a sí mismos y nos definen a nosotros?
La razón por la que es necesario que nos hagamos todas estas preguntas (que seguramente serán apenas el inicio de todo lo que necesitamos preguntarnos) es que nuestras formas de interacción social surgen de este sistema de representaciones recíprocas que cobra la forma de un argumento grupal en el que cada integrante desempeña un rol. Y esta trama argumental también es un nivel de existencia del grupo social.

Una de las características de toda trama argumental es que todo grupo registra en su historia –al menos- un hecho silenciado. Como bien decían Mirtha y Susana, hay cosas de las que no se habla. Y este hecho, fundadamente o no, es cargado por la fantasía con los rasgos de lo siniestro, de lo que no puede salir a la luz.
La presencia elocuente de lo oculto también divide al grupo en dos subgrupos: los conocen el secreto y cuya complicidad los acerca, a la vez que su peligrosidad los enfrenta; y quienes lo desconocen, pero lo intuyen. Y tanto esta intuición como su develamiento es lo que puede actuar como desencadenante de una crisis de identidad. Ante la presencia –intuida o develada- de lo oculto aparece la desconfianza frente al propio grupo social.
La presencia del secreto y la necesidad de mantenerlo como tal determina modalidades de comunicación, evitación, simulación. Se generan “zonas de silencio”, pero también zonas de impostura, de distorsiones en la comunicación. Y esto es lo que piden Mirtha y Susana: que ante el secreto develado de lo acontecido en los años más trágicos de nuestra historia reciente (que no se agotan en los hechos de la última dictadura, sino en la continuidad de sus políticas sociales y económicas durante gobiernos democráticos posteriores), el silencio y la ocultación se sigan sosteniendo como un mecanismo mágico. Como si el silencio y el ocultamiento nos permitieran evitar la desestructuración social y la modificación de nuestra autoimagen, en la que seguimos viéndonos como derechos y humanos. Como si se pudiese silenciar y ocultar que ellas –y otros- formaron y forman parte del grupo que se vio beneficiado por las mismas políticas que a muchos más perjudicaron. Como si se pudiera evitar que, en algún momento, se les pregunte qué han hecho por la sociedad de la que se sienten parte, y se develen los vericuetos de sus enriquecimientos. Como si se pudiera suprimir y controlar aquella situación que –hoy- sigue generando síntomas.

lunes, 30 de noviembre de 2009

lunes, 2 de noviembre de 2009

(Casi) un cuento argentino


O


"Y todavía ni siquiera asumieron"





- Y vos, ¿a quién votaste?

Sandra levantó los ojos del diario y miró desconcertada a su hija. Lucila, toda curiosidad e inteligencia (cualidades a las que, por cierto, les sienta bien ir juntas) esperaba una respuesta. Y no cualquiera. A sus 10 años ya no era esa niña que se satisfacía con cualquier cosa que se legitimara en las palabras de su madres. E insistía:

-Vos, mami, ¿a quién votaste?

Los ojos de Sandra se desviaron hacia nada, con esa visión reconcentrada siguiendo los vericuetos de su propio pensamiento que Lucila conocía tan bien. Cada vez sucedía más a menudo. Y siempre que tenía el diario delante.

-No sé hija. No sé a quién voté.

-¿Qué? ¿Ya te olvidaste?

No iba a ser tan fácil la cosa. Lucila quería una respuesta, y ahora Sandra se había dado cuenta de que ella también la necesitaba.

-No, no me olvidé. Yo voté al Acuerdo Cívico porque me gustaba que Carrió, Stolbizer, Alfonsín y Cobos estuvieran juntos. Y porque casi todos los que se juntaron en otros lados no me gustaban tanto. O nada.

-Ah, entonces los votaste a ellos.

-Ahora no estoy tan segura de a quién voté.

La expresión de Lucila ahora se veía tan confundida como reconcentrada la de Sandra.
-Mirá hija, no estoy tan segura porque Carrió y Cobos fueron juntos, pero acabo de leer en el diario que Carrió dijo que no va a compartir ningún proyecto con él. Pero Cobos sí está haciendo acuerdos con Macri para tener una agenda común en el Congreso.

- Ah, ¿Macri también estaba con ellos?

- No, Lu. Macri estaba con Solá. Pero Solá dice que esa sociedad ya está terminada y que en las próximas elecciones, cuando se elija presidente, podrían enfrentarse.

- Ah... ¿y con quién más estaban Macri y Solá?
- Bueno, estaban con De Narváez y con Michetti.

- ¿El de Tinelli?

- Sí, parecido. El de Tinelli era un personaje que imitaba al de verdad. O al revés, ahora no me acuerdo tampoco de cómo era bien.

-Uf mami, no te acordás de nada vos. ¿Y estos siguen siendo amigos de Macri?

-Más o menos. Bah, no sé. Porque Macri parece que quiere ser presidente en el 2011, y aunque De Narváez no lo dice del todo claro, parece que también. Y dicen que Michetti quiere ser la vice de Cobos.

- ¿El Cobos que estaba con Carrió y ahora se pelearon?
- Sí, ese.

- ¿Con la Michetti que estaba con Macri?

- Sí, esa.

- ¿Pero no era que no estaban del mismo lado?

- Y, parecía... pero no sé.

Lucila parecía satisfecha, aunque desconcertada. Besó la frente de su madre y corrió a seguir jugando con los Sims 3. Maravilloso juego, en el que podía manipular a su antojo las accones y hasta las emociones de los personajes de su creación.

Sandra volvió al diario y al mate. Parece que Duhalde dijo que "si alguien cree que puede ser candidato a presidente de la Nación siendo extranjero, mejor lo voy a buscar a Lula".

- Cagamos. Parece que el próximo delfín de Duhalde va a ser De Narváez, no más.

martes, 13 de octubre de 2009

¿Obama? ¿Nobel de la Paz?

A algunas personas, la indignación nos enmudece. Otras, más sabias, saben encontrar las palabras justas para expresar los que muchos sentimos y no sabemos cómo decir. Van las de Adolfo Perez Esquivel, un Nobel del que sí podemos enorgullecernos.


Carta al Presidente Obama, ganador del premio nobel de la Paz.


Reciba el fraterno saludo de Paz y Bien.

En primer lugar mis felicitaciones por la designación como Premio Nóbel de la Paz 2009, esperando que la misma contribuya a fortalecer la Paz en su país y el mundo, frente a los conflictos y situaciones donde EE.-UU está involucrado y que pueda contribuir a restablecer los lazos de cooperación y solidaridad entre los pueblos.

Tengo que señalarle que me sorprendió la noticia de su designación. Sé de sus valores humanistas y decisión de superar los graves problemas que afectan a su país y el mundo.

Que quiere hacer realidad el sueño de Luther King, ese gran luchador por los derechos civiles en su país, para superar las injusticias a fin que todos y todas podamos sentarnos en la misma mesa de la fraternidad y compartir el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta el espíritu y construir los caminos de la libertad.

La Paz es la construcción permanente entre las personas y los pueblos, en la diversidad y la unidad.

Sr. Presidente, EE.UU tiene grandes desafíos tanto en lo interno, como a nivel internacional. Se necesitan decisiones políticas para superar los conflictos armados que afectan a la humanidad y en los que su país está involucrado.

No se ha logrado erradicar la tortura ni el cierre de las cárceles en Guantánamo, que EE.UU tiene en Cuba y la de Abu Graib en Irak. Hasta el momento no fue posible llevar adelante la decisión que Ud. ha manifestado en reiteradas oportunidades: poner fin a la guerra en Irak y Afganistán. Los pasos dados son muy débiles e incipientes.

En América Latina es urgente terminar el bloqueo inmoral e injusto contra Cuba que ya lleva casi 50 años, la liberación de los 5 prisioneros cubanos en los EE.UU y permitir la visita de sus familiares que hace 10 años no logran la visa para poder ver a sus seres queridos, lo que viola el Derecho Humanitario.

Si bien sus declaraciones son esperanzadoras es necesario concretarlas en la práctica siendo coherente entre el decir y el hacer, y encontrar los caminos alternativos de construcción social, cultural y político que permitan cambiar las relaciones entre EE.UU y los pueblos, muchas veces conflictivas y no de integración y respeto a la diversidad y soberanía de otros pueblos.

La instalación de siete bases militares norteamericanas en Colombia, no contribuyen a la Paz. Por el contrario intensifican los conflictos y ponen en peligro las democracias en Latinoamérica.
Un ejemplo es el golpe de Estado en Honduras, que no podría haberse llevado a cabo sin la participación del gobierno de EE.UU

Sr. Presidente, Ud. está frente a grandes desafíos y bien sabe que no puede asumirlos una sola persona. Los pueblos deben ser partícipes y protagonistas de la construcción de nuevos paradigmas de vida y llegar a hacer realidad sociedades más justas y fraternas.

Escuche la voz de los pueblos y no se deje manejar por quienes siempre buscan privilegiar el capital financiero, imponer sus propios intereses, económicos, políticos y militares, sobre la vida de la humanidad. Son quienes destruyen el medio ambiente, las libertades ciudadanas y generan el hambre, la pobreza y marginalidad.

Tenga presente que la FAO ha señalado que mueren por día más de 35 mil niños de hambre en el mundo.

Usted, como Presidente de EE.UU y Premio Nóbel de la Paz tiene que optar y decidir el camino a seguir: o continúa aumentando el presupuesto militar, torturando e invadiendo otros pueblos, o está dispuesto a construir la Paz, superar el hambre, el analfabetismo, la desigualdad social y construir un "Nuevo Contrato Social" para la humanidad, de respeto e igualdad para todos y todas.

Sr. Presidente le deseo mucha fuerza y esperanza y espero que su designación como Premio Nóbel de la Paz contribuya a fortalecer la gobernabilidad en su país, fundamentalmente, lo reitero, para estar al servicio de los pueblos y el mundo.

Aquellos que hemos sido galardonados con el Nobel de la Paz, esperamos sumar esfuerzos y caminar juntos.

Esperamos con esperanza que sus próximos pasos y decisiones sean en la dirección correcta.

Le reitero el saludo fraterno de Paz y Bien



Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nóbel de la Paz 1980

Buenos Aires, 9 de octubre del 2009

viernes, 2 de octubre de 2009

El show de la exposición pública de las debilidades privadas



Sandra Mendoza se ha vuelto una cara conocida en los medios, siempre vinculada a escándalos políticos y matrimoniales. ¿Pero quién es esta señora?


Nació en Presidencia Roque Sáenz Peña el 20 de abril de 1963. Es hija del ex ministro de la Corte chaqueña, Guillermo Mendoza, una de las figuras del peronismo del provincial, que fue miembro del Superior Tribunal de Justicia del Chaco prácticamente desde que se convirtió en provincia. Los Mendoza tuvieron, además, otros tres hijos: Lichy, hoy funcionaria en el ministerio de Educación del gobierno de Jorge Capitanich; Claudio Ramiro, ex diputado nacional y provincial, fallecido en el 2005; y Rodrigo.

Cuando en 1983 –pasados los tiempos de la dictadura- Guillermo Mendoza fue propuesto para volver a ocupar un cargo en el Superior Tribunal de Justicia, Sandra estudiaba Kinesiología, y Jorge Milton Capitanich había llegado a Resistencia para estudiar Ciencias Económicas.

Ella misma cuenta que se conocieron en la militancia estudiantil. Ese noviazgo fue clave para el actual gobernador del Chaco, ya que los vínculos de los Mendoza dentro del peronismo le fueron abriendo puertas en el mundo de la política. Gracias al padre de su novia, Capitanich ingresó a la administración pública provincial en 1987, un año antes de recibirse como contador. Fue secretario privado del entonces gobernador Danilo Luis Baroni, pasando luego por la Pro Secretaría General de Casa de Gobierno. Por último fue Secretario de Comunicación Social de Casa de Gobierno. A partir de allí iniciaría sus contactos con la política nacional durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, el que todo lo hizo.


Sandra Mendoza se casó con Capitanich y tuvo dos hijas. De a poco, las finanzas familiares fueron prosperando. En su declaración jurada en la Cámara de Diputados provincial, cuando asumió en 2005, reconoce un patrimonio de 2.156.104 pesos, todo en bienes gananciales. Pero no están mencionadas sus participaciones en distintas empresas, como JG ADVANCE SA, u otras en donde aparece asociado su marido, como Regional Airport Systems SA, AGRONEA o M-Unit, el polémico fondo que creó un pool de siembra, del que dice haberse desprendido. Apenas detalles que se le pasan por alto a cualquiera.


Su hermano Claudio Ramiro Mendoza fue diputado nacional y provincial. Sandra lo intentó en varias ocasiones, pero recién va a poder llegar en diciembre, cuando asuman los diputados electos en junio. Recuerdan algunos "compañeros" que una de las razones por las que hasta ahora no había llegado, fue que el propio Capitanich intervino en 2003 para “bajar” a su esposa del cargo, quien igual estuvo dispuesta a ir a las internas. Pero un apoderado de su lista se presentó al Tribunal Electoral y se efectivizó la baja. Mendoza acusó directamente a su esposo por esa maniobra, en uno de los primeros escándalos político-matrimoniales que protagonizó. Capitanich ya era senador, así que el espectáculo se armó en las oficinas de la Cámara Alta. Fue la primera vez que se habló en público de la posibilidad del divorcio, y la noticia llegó incluso a las columnas políticas de los diarios de aquella época. El divorcio finalmente no se produjo, quizás porque la división de bienes habría significado una escisión tremenda para Capitanich. De todas maneras, aquella relación nunca volvió a ser lo que era. Al menos, lo que hasta ese momento públicamente había mostrado ser. De hecho, desde entonces viven separados, aunque –como siempre han hecho los políticos de nuestra historia reciente- Capitanich agradeció a su esposa cuando fue electo gobernador. Y bien que hizo: de no ser por ella y su familia, probablemente no habría pasado de militante medio o incluso de un buen técnico.


Otra oportunidad perdida para Sandra Mendoza para llegar a la banca había sido la del 2005. Dicen los que dicen que saben, que esta vez Capitanich pidió el cargo para ella en un acuerdo político en el que además estuvieron Gustavo Martínez (entonces presidente del PJ Capital y ahora presidente de SAMEEP) y José Mongeló (entonces presidente del Consejo Provincial del partido, ahora subsecretario de Cultos de Capitanich). Aunque Mendoza fue aceptada, la crisis política no tardó en aparecer, ya que al parecer no compartía las estrategias del bloque ni se preocupaba por disimularlo. La crisis fue tan grande que fue expulsada.

Desde ahí, la historia es materia conocida. Quiso imponer ministros, y manejar ministerios. Logró que echaran al responsable de Información Pública, Néstor Avalle; a la ministra de Desarrollo Social, Claudia Panzardi; pidió dos veces la renuncia del ministro de Gobierno, Jorge Alcántara, y la del ministro de Salud, Oscar Holzer, siempre de manera pública en duras conferencias de prensa o a los gritos en la antesala del despacho del gobernador. También logró la designación de Verónica "la Pipi" Ansaloni, una mujer con quien la une una estrecha relación.

Y los escándalos siguieron sumándose. En febrero de este año, tras discutir con su marido, se subió a una camioneta y tiró abajo una pared de la Casa de Gobierno provincial. También destrozó al menos 6 vehículos oficiales. Tras los hechos, se montó un gran operativo para que la escena quedara sin rastros.
Apenas dos meses después, le seguía provocando dolores de cabeza a su gobernador y esposo, y lo que es peor, a toda la provincia. Cuando el 21 de abril trascendió que renunciaría a su cargo en el ministerio de Salud Pública del Chaco, debido al escándalo del dengue, fuentes del propio gobierno provincial explicaron que el pedido de renuncia vino de altos cargos dentro del organismo. La razón era evidente: temían un nuevo escándalo cuando fuese interpelada en la legislatura provincial. Y el escándalo no se hizo esperar. Luego de horas de cháchara en la que no permitió que se le hicieran preguntas, convirtiendo la interpelación en una exposición sui generis, nos dejó quizás su frase más famosa: “la culpa la tiene el mosquito”. Finalmente, se fue. O la fueron. Pero como nadie se va con las manos vacías, por estos días Mendoza cumplía funciones de representante provincial en el Programa de Salud Familiar y Educación para la Salud y como Coordinadora General de los Programas de Salud Deportiva, Programa de Municipios Saludables, Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia y Programa Nacional de Sanidad Escolar. Además, lo que no es menos, el 28 de junio fue electa diputada nacional por el Partido Justicialista. Mendoza lo hizo.


Ahora, la ruptura política del matrimonio acaba de sumar un nuevo capítulo a este novelón tercermundista, con la confirmación por parte del gobernador del inicio de los trámites de divorcio, luego de que su esposa irrumpiera en un procedimiento policial para impedir el desalojo de piqueteros que acampaban en la plaza central en protesta contra su marido.

Resulta que la ahora ex de situaciones y estados varios, se había reunido al mediodía con manifestantes de varias entidades sociales como la CCC, Polo Obrero y el Movimiento de Trabajadores Desocupados 17 de Julio, que se movilizaron en repudio al desalojo y represión policial del miércoles 30 de septiembre contra un acampe en la plaza 25 de Mayo. La primera dama había intentado frenar el operativo de desalojo de los piqueteros, que hasta allí había sido casi pacífico. Los manifestantes, ante la gran presencia de uniformados, optaron por retirarse. Pero Mendoza apareció y, con su estilo tan particularmente conciliador, a los gritos les pidió que volvieran. Entonces sí, se desataron incidentes y 29 personas fueron detenidas. Al parecer, este matrimonio político resuelve en la arena pública sus conflictos privados. Pero, para Capitanich, esta vez sí fue demasiado. Y Mendoza fue despedida.


Alegando que no había sido notificada de su salida del gabinete, Sandra se presentó en la Casa de Gobierno para ir a su despacho, y se encontró con que la policía no le permitía ingresar al edificio. Se sentó en las escalinatas de acceso y se puso a tomar una gaseosa. Pero claro, no es mujer de andar llorando mansamente por los rincones: "Si es una orden de él, voy a denunciar abuso de poder", advirtió. Cualquier semejanza con otras expulsiones y prohibiciones de ingreso a primeras damas, es pura coincidencia. O no.


El ministro de Gobierno chaqueño, Juan Manuel Pedrini, confirmó que había una "orden" del mandatario para prohibir a Mendoza la entrada a la Casa de Gobierno. También indicó que era "amigo personal" de Mendoza, a quien calificó como "una persona comprometida con la lucha por los derechos humanos". (sic). Cualquier parecido con la ficción, es pura realidad.
Seguramente tendremos nuevos capítulos. La historia continuará.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Para seguir pensando acerca de un modelo de Estado

La fuerza reguladora del miedo
Viviana Taylor

En otro artículo, Apuntes para ir pensando un modelo de Estado, hice referencia a algunas ideas en torno del Estado y su relación con la comunidad:
1. La noción de la realidad social como pluralidad y, en consecuencia, de la comunidad como proyecto.
2. La afirmación sobre la necesidad de un Estado tanto más presente, en tanto mayor sea esa heterogeneidad.
3. El reconocimiento de las funciones reguladoras y legitimadoras como específicas del Estado. Funciones reguladoras por las que el Estado intenta la construcción de un cierto tipo de comunidad a partir de la heterogenidad; y legitimadoras, por medio de las que instituye como aceptables, e incluso deseables, esas regulaciones, de modo que se requiera la mínima represión posible para poder llevarlas a cabo.
4. El convencimiento de que es posible reconocer qué tipo de Estado pretende consolidarse desde las fuerzas en oposición, a partir de las obsesiones presentes en sus discursos legitimadores.

A pesar de que la divulgación de los argumentos en torno de la globalización –en todas sus formas- parecerían llevarnos a concluir lo contrario, lo cierto es que a principios de este siglo XXI las sociedades son menos homogéneas que en el siglo pasado. Los ciudadanos se parecen cada vez menos entre sí, sus demandas e intereses son cada vez más variados, y constituyen una cantidad creciente de sectores y grupos (que, por su cantidad y diversidad, más que congregar, dividen). Visto así, parecería que transitamos hacia “sociedades sectarias”, conformadas por una serie de yuxtaposiciones de grupos heterogéneos que comparten el territorio. Y no siempre amigablemente.

¿Qué tipo de tipo de comunidad es posible construir hoy, a partir de esta heterogeneidad? ¿Y cómo hacen hoy los gobiernos para disciplinar a estas sociedades, estableciendo regulaciones que permitan que se alineen detrás de sus políticas? Pero sobre todo, ¿cómo hacen para que esas políticas sean consideradas legítimas, cuando afectan los intereses particulares de tantos?
Parecería ser que el problema se ha resuelto a través del pánico. Si algo parecen tener hoy en común tan diferentes gobiernos a lo largo de este ancho mundo, es que se han empeñado en asustar al conjunto de las sociedades para poder manipularlas.
Pero… ¿cómo hacer para conseguir que la gente se asuste?

Dejemos las generalidades, y tratemos de analizar más concretamente qué tipo de comunidad estamos construyendo en nuestro país en la actualidad.
En primer lugar, sobran razones objetivas para tener miedo. Si comenzamos hablando de la inseguridad económica, el temor a perder el empleo no sólo se ha disparado por la recesión que estalló globalmente durante el 2008. Es sobre todo parte de la experiencia histórica de una sociedad que padece cíclicamente crisis económicas que, al ser superadas, nunca logran alcanzar el estado de bienestar anterior. Crisis que en los últimos 60 años han profundizado la ya enorme brecha entre ricos y pobres.
Mientras escribo esto, tengo a mi lado el diario Clarín de ayer, 27 de septiembre de 2009. El título principal de la tapa hace referencia a un conflicto gremial en la Provincia de Buenos Aires que ha provocado cortes en la Panamericana durante varios días, piquetes en la Ciudad de Buenos Aires por parte de grupos de estudiantes en apoyo a los trabajadores en conflicto, y ha profundizado los resquemores entre los gobiernos nacional y provincial; pero también de la Ciudad de Buenos Aires, que siente que un problema que debería estar viendo desde afuera, como mero espectador, se le ha metido por el patio de atrás. En las páginas interiores, abundan las noticias sobre provincias que suben sus impuestos para compensar sus déficits presupuestarios, corrupción económica, una columna de opinión sobre el recrudecimiento de la reducción de trabajadores a la esclavitud y la servidumbre, y un recuadro que se titula -como una metáfora del país- “Hay una Argentina que está de remate”. Y más.
Pero la inseguridad no es sólo económica. Asustan todavía más las tasas de criminalidad. Y la información circulante parece contribuir a la construcción de un cierto sentido común sobre ella: aunque los datos reales no parecen indicar una mayor incidencia de estos indicadores sobre otros, los discursos aluden a una delincuencia sustancialmente encarnada en villeros, inmigrantes latinoamericanos y adolescentes. Categorías que si bien pueden ir separadas; juntas configuran una imagen más clara y discernible, mejor. La muestra de que este es el perfil del delincuente, se evidencia más crudamente cuando se pretende describir a otro tipo. Entonces se aclara que no se trataba de un chico, o no parecía drogado, o estaba bien vestido, o era blanco. Así, se lo define por su distancia respecto de lo que se piensa que un delincuente debería ser. Y por reducción, si todo delincuente debería ser villero, inmigrante, y adolescente; entonces todo villero, inmigrante y adolescente será, por contrapartida, delincuente. Y si es la delincuencia lo que está en su razón de ser, no hay razón para que sigan siendo. Para el delincuente, mano dura: ni olvido ni perdón. Y para el villero, el inmigrante y el adolescente, tampoco.
Sin embargo la desconfianza excede a la experiencia con estos grupos. Durante el año pasado asistimos al recrudecimiento de una diferenciación, en la que se radicalizaron identidades que en nuestro país hacía mucho que no se manifestaban como tan opuestas: la ciudad y el campo. Como si hubiésemos viajado muy atrás en el tiempo, volvieron argumentos que olían a “civilización y barbarie”, “Buenos Aires e Interior”, “nacionalistas y extranjerizantes”. Y se impuso estar en uno u otro lado. No hubo lugar para posturas intermedias, ni alternativas, ni distintas. La identidad polarizada.
En un país como el nuestro, que ha construido su experiencia alrededor del mito del crisol de razas, es muy difícil reconocer esta hostilidad, que sin embargo se cuela por los intersticios del lenguaje. Así, el ataque terrorista perpetrado contra la AMIA fue un “atentado a los judíos” pero que nos lastimó “a todos los argentinos” (como si los judíos no formaran parte del colectivo, que solidariamente se identifica con su dolor); ferias donde se venden productos de confección económica y dudosa calidad son conocidas popularmente como “boliferias” o “ferias boliguayas”; y es posible escuchar a los movileros de los programas de radio y televisión preguntar por el país de procedencia de los entrevistados cuya fisonomía o entonación les resulta demasiado nativa, y asombrarse cuando se les responde que es Argentina. Los cabecitas negras de ayer son los bolivianos, los paraguayos, los peruanos y los ecuatorianos (o cualesquiera que se les parezcan) de hoy. No hay de qué asombrarse cuando este lenguaje reaccionario encarna en una jueza de contravenciones, al grito indignado de “¿no contratan rubias en esta oficina?” cuando se le pretende cobrar la multa por su infracción de tránsito. Ni hay de qué asombrarse cuando las personas agraviadas pasean sonrientes su ofensa por los programas que les ofrecen unos minutos de pantalla o de aire radial. Mucho que lamentar, pero nada de qué sorprenderse.
La desconfianza es una buena forma de apelar al miedo. Sobre todo, insisto, cuando brota de una hostilidad ciega. Es imposible combatir aquello que no se reconoce.
Quizás la raíz de esta hostilidad está en el desconocimiento sobre lo que excede la propia experiencia. Por eso también es fácil asustarnos con teorías conspirativas en las que aparecen como actores los multimedios, las corporaciones y multinacionales, o escenarios apocalípticos donde se conjugan caóticamente los indicadores macroeconómicos, el terrorismo islámico y el imperialismo norteamericano, con una dosis de contaminación… La hostilidad y la desconfianza permiten la instalación de explicaciones basadas en confabulaciones y complots. Y lo que le otorga credibilidad a estas teorías, no siempre siquiera verosímiles, es que el terreno ha sido abonado con el desencanto por la política y la desconfianza en los políticos. Política que hoy ya no es vista como el arte de la construcción del bien común, sino como el barro donde se lucha por intereses sectarios. Un barro del que no es posible salir limpio, y donde los políticos son –en su mayoría- considerados como los inmorales servidores de intereses que los trascienden, pero por los que han vendido su alma y el bienestar de todos nosotros. El viejo relato de la lucha entre el Bien y el Mal, Dios y el Demonio, con otros actores.
En fin, la mejor estrategia para mantenernos asustados son las propias políticas de miedo. Por eso los discursos electoralistas e instituyentes (y esto no es exclusivamente argentino) se resumen en “después de mí (o “con ellos”), el infierno”, aunque todas las propuestas sean bastante parecidas. O no las haya.

Al parecer, los gobiernos y quienes detentan alguna forma de poder –y los aspirantes a ellos- han encontrado una forma eficiente de manipulación de estas sociedades crecientemente complejas: el miedo. Y más aún, este miedo se está convirtiendo en la forma de legitimación más pavorosa.
¿El antídoto? Ciudadanos más informados, con mayor espíritu crítico, y más éticos. Si volvemos a la idea de que es posible reconocer qué tipo de Estado se pretende consolidar, a partir de las obsesiones presentes en los discursos legitimadores, es fácil comprender por qué el tema central sobre el que giran hoy estas discusiones es la necesidad de una nueva ley de medios. Tal y como antes –siempre, permanentemente- lo fue, es y seguirá siendo la situación de la educación. Por eso los argumentos en torno de estas dos cuestiones son tan fecundos para comprender qué tipo de Sociedad, Comunidad y Estado se pretenden promover desde cada sector partícipe en esta discusión.
De la educación y la información de los ciudadanos, en definitiva, depende qué tan efectivas son las estrategias de manipulación, regulación y legitimación. De ellas depende el tipo de Comunidad y Estado de los que formamos parte, y de los que estamos dispuestos a construir.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Ley de Medios Audiovisuales

Haciendo algo de historia...

La historia de las leyes de prensa, entre la democracia y el fascismo
http://www.clarin.com/diario/2009/09/06/elpais/p-01992974.htm

... para comprender mejor el presente
Propuesta del Proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual
Posturas a favor de la propuesta
Posturas contrarias a la propuesta