
jueves, 28 de enero de 2010
miércoles, 20 de enero de 2010
¿Quién llora por Haití?

Por Viviana Taylor
Es increíble que haya tardado tanto en descubrirla, pero la razón por la que no concreté mi sueño adolescente de ser periodista hoy se me revela tan clara... Siempre pensé que una segunda vocación se me había terminado imponiendo a la primera. Pero no, simplemente tenemos corazón y tripas para unas cosas y no para otras. Para la docencia, la lentitud en la toma de posición es una virtud (lo descubrí -también- con el tiempo). Para el periodismo los reflejos deben ser rápidos: siempre hay que saber qué decir y qué hacer. Y si lo que se dice -o lo que se hace- es una barbaridad, siempre existirá el diario de mañana para decir y hacer lo otro y lo contrario. Y para negar lo dicho y hecho.
Es increíble que esta revelación me haya llegado viendo las noticias de estos últimos días. La primera imagen que me golpeó fue un brazo asomándose entre las ruinas de un edificio caído. Ajusté la mirada, no lo podía creer: sí, la cámara se había detenido para enfocar esos restos ganando en dramatismo lo que perdía en humanidad. Y luego volvió a detenerse en las manos que se asomaban debajo de las sábanas, como si faltando ese detalle pudiéramos pasar por alto que se trataba de muertos. Y, no satisfecha, se deleitó con las fosas comunes y las montañas de restos humanos prestas a convertirse en piras a cielo abierto.
No fueron las únicas imágenes que llegaron desde Haití. También nos mostraron las carreras hacia el lugar donde estaban cayendo las cajas con alimentos que eran arrojadas desde helicópteros. Y las otras, las de los supuestos saqueos a las mercaderías atrapadas entre las ruinas de los supermercados destruidos.
Pero lo más obsceno, lo que me obligó a apagar el televisor definitivamente, fueron los periodistas paseándose entre los heridos que estaban siendo atendidos en los puestos hospitalarios de campaña, señalándolos, tocándolos impúdicamente, comentando lo mal que olían, y hablando sobre ellos con la misma aséptica profesionalidad con que muestran las ofertas de carne de la semana.
No sé, pero el contraste con mi recuerdo sobre otras tragedias me pareció brutal.
En la Guerra del Golfo no vimos un sólo combate de cerca, un sólo muerto, un sólo herido. Sólo luces cruzando un cielo nocturno. Casi un remedo de las fiestas de fin de año. Una guerra apta para ser televisada a la hora de la cena, compartiendo la mesa familiar como una invitada más.
Cuando fueron derribadas las Torres Gemelas, tampoco los vimos. Quizás las primeras imágenes, todavía no controladas, que mostraron algo de la tragedia humana. Luego ya no. La tragedia dejó de ser humana y pasaron a ser las Torres caídas. Una herida a la ciudad y al imperio, no en su gente.
Pero en Haití pasan los días y las imágenes se siguen sucediendo despiadadas. ¿Debería suponer que es porque no están siendo controladas, y "sale lo que sale"? ¿O más bien debería sospechar que, eso que sale, es lo que se ha decidido que salga? ¿Es porque se trata de una país pobre, de mayoría negra, analfabeta?
Mientras tanto, los cruceros siguen llegando a sus costas. Ahí nomás de donde la gente se muere de hambre y sed, los ricos del mundo toman sol y nadan en aguas paradisíacas. Claro, por supuesto, dejarán sus donaciones para la reconstrucción de... ¿de qué? ¿qué es lo que se va a construir, ahora, en Haití?
Y mientras tanto, en algunos países -como Estados Unidos y Holanda- se están favoreciendo las "adopciones express" de niños haitianos huérfanos, por razones humanitarias.
¿Qué significa que serán "express"? ¿Se les darán niños a cualquiera?
¿Qué significa que serán "adopciones"? ¿Serán sus hijos, sirvientes, esclavos?
¿Qué significa "huérfanos"? ¿Que serán quienes perdieron a toda su familia, o sólo a quienes perdieron a sus padres?
¿Cómo se puede estar seguro, en semejante caos infernal, que un niño es huérfano? Y cuando comiencen a aparecer -como seguramente sucederá- muchos de los que hoy están dados por desaparecidos -o por muertos- ¿cómo se les devolverán sus hijos?
¿Cómo se reconstruirá Haití sin sus niños? ¿Cómo crecerán esos niños sin Haití?
De lo que no me caben dudas es de que, para hacer este tipo de periodismo que estamos viendo que se hace desde Haití, y que tan bien pinta a esta parte occidental y cristiana del mundo, hacen falta corazón y tripas. Un corazón y unas tripas que yo no tengo. Como no tengo certezas. Apenas, por ahora, una pregunta que me inquieta: ¿quién llora por Haití?
jueves, 3 de diciembre de 2009
De esas cosas no se hablan

Ayer, miércoles 2 de diciembre, las dos divas argentinas se sentaron a compartir manjares imposibles de encontrar en muchas mesas, en lo que la anfitriona dio en llamar “el almuerzo del año”. Divas de cabotaje –pero divas al fin- pretendieron acortar distancias con esos otros muchos que las miraban en las pantallas frente a sus propias mesas, más humildemente provistas. “La mayoría piensa como nosotras”, “nadie puede estar en desacuerdo (con lo que acababan de decir)” fueron frases que se repitieron en varias ocasiones. Y finalmente la pregunta: “¿Cómo fue que llegamos a esto?” se preguntó una Mirtha teatralmente preocupada. “De a poco”, sentenció Susana, igualmente reflexiva. Y ambas concluyeron en que el origen de todos los males está en la división de la sociedad, promovida y alimentada por el actual gobierno que insiste en recordar el pasado. “De estas cosas no se hablaba”.
De todo lo que dijeron, quiero centrarme en la pregunta que se hicieron, en el cómo llegamos a esto. Y si lo que nos preocupa de la situación social actual es –fundamentalmente- que todos los indicadores de la violencia están agravándose, creo que podemos considerar justamente a esta violencia como el síntoma principal en nuestra sociedad que –si ya no lo ha hecho- está enfermándose-enfermándonos.
Creo que debemos tener en cuenta que, quien se enferma, lo hace porque al tener que resolver una exigencia adaptativa, sus elementos disposicionales y actuales se intrincan con un contexto grupal que no es continente del conflicto.
Pensemos por ejemplo en un joven de 20 años, que vive en un barrio humilde y no ha podido completar su escolaridad media porque la gratuidad de la escuela es una falacia: quienes viven lejos de los centros urbanos no tienen acceso a bibliotecas públicas bien provistas, las bibliotecas escolares de barrios pobres tampoco suelen estarlo, el acceso a computadoras e internet es en locutorios o cibers por lo general poblados de otros chicos que juegan ruidosamente en red –y además, por barata que sea la hora, hay que pagarla-, es necesario un mínimo de útiles escolares, el pasaje de colectivo… Y no podemos desconsiderar el hecho de que para muchos de estos jóvenes, además, la escuela es un lugar ajeno, donde se practican formas de interacción, de lenguaje y de organización del tiempo y el espacio que les resultan extrañas frente a las que han internalizado a partir de sus vivencias familiares y barriales. Pensemos en las posibilidades –actuales o futuras- de este joven para acceder a un trabajo que le permita satisfacer dignamente sus necesidades, y así insertarse activa y productivamente en una sociedad con fuertes rasgos consumistas, en la que el concepto de ciudadano queda muchas veces reducido al de consumidor.
Pensemos en el trabajador que luego de 50 años de trabajo logra jubilarse. Que apenas llega a sobrevivir con una jubilación que no alcanza a cubrir sus necesidades, y cuyos magros ahorros fueron expoliados repetidamente por políticas de ajuste que siempre se aplicaron sobre los mismos.
Pensemos en el hombre o mujer cabeza de familia, que no ha tenido la oportunidad de conocer ni el trabajo estable ni los beneficios del estado de bienestar, del que sí gozaron sus padres y abuelos. Pensemos en sus dificultades para planificar a futuro. Y en los hijos que crecen con la evidencia de que sus padres están peor de lo que estuvieron sus abuelos, y proyectan que seguramente le pasará lo mismo.
Entonces, repito: quien se enferma, lo hace porque no puede resolver la exigencia adaptativa en un contexto social que no es capaz de operar como continente de estos conflictos.
De todo lo que dijeron, quiero centrarme en la pregunta que se hicieron, en el cómo llegamos a esto. Y si lo que nos preocupa de la situación social actual es –fundamentalmente- que todos los indicadores de la violencia están agravándose, creo que podemos considerar justamente a esta violencia como el síntoma principal en nuestra sociedad que –si ya no lo ha hecho- está enfermándose-enfermándonos.
Creo que debemos tener en cuenta que, quien se enferma, lo hace porque al tener que resolver una exigencia adaptativa, sus elementos disposicionales y actuales se intrincan con un contexto grupal que no es continente del conflicto.
Pensemos por ejemplo en un joven de 20 años, que vive en un barrio humilde y no ha podido completar su escolaridad media porque la gratuidad de la escuela es una falacia: quienes viven lejos de los centros urbanos no tienen acceso a bibliotecas públicas bien provistas, las bibliotecas escolares de barrios pobres tampoco suelen estarlo, el acceso a computadoras e internet es en locutorios o cibers por lo general poblados de otros chicos que juegan ruidosamente en red –y además, por barata que sea la hora, hay que pagarla-, es necesario un mínimo de útiles escolares, el pasaje de colectivo… Y no podemos desconsiderar el hecho de que para muchos de estos jóvenes, además, la escuela es un lugar ajeno, donde se practican formas de interacción, de lenguaje y de organización del tiempo y el espacio que les resultan extrañas frente a las que han internalizado a partir de sus vivencias familiares y barriales. Pensemos en las posibilidades –actuales o futuras- de este joven para acceder a un trabajo que le permita satisfacer dignamente sus necesidades, y así insertarse activa y productivamente en una sociedad con fuertes rasgos consumistas, en la que el concepto de ciudadano queda muchas veces reducido al de consumidor.
Pensemos en el trabajador que luego de 50 años de trabajo logra jubilarse. Que apenas llega a sobrevivir con una jubilación que no alcanza a cubrir sus necesidades, y cuyos magros ahorros fueron expoliados repetidamente por políticas de ajuste que siempre se aplicaron sobre los mismos.
Pensemos en el hombre o mujer cabeza de familia, que no ha tenido la oportunidad de conocer ni el trabajo estable ni los beneficios del estado de bienestar, del que sí gozaron sus padres y abuelos. Pensemos en sus dificultades para planificar a futuro. Y en los hijos que crecen con la evidencia de que sus padres están peor de lo que estuvieron sus abuelos, y proyectan que seguramente le pasará lo mismo.
Entonces, repito: quien se enferma, lo hace porque no puede resolver la exigencia adaptativa en un contexto social que no es capaz de operar como continente de estos conflictos.
¿De qué manera podría manifestarse tal enfermedad? De modos a los que nos hemos acostumbrado de tal manera, que hemos naturalizado. En la apatía frente al futuro y todo lo que sea preparación para él, que vemos en muchos adolescentes y jóvenes que, aún no padeciendo privaciones actuales, desconfían de sus posibilidades futuras para hacerse cargo de su vida y renuncian a todo esfuerzo que consideran inútil. Muchos de estos chicos hoy pueblan nuestras aulas y, si bien no suelen ocasionar problemas de convivencia, los vemos asistir a la escuela como quien va a un club a encontrarse con amigos. Y la razón por la que siguen yendo es porque no hay un lugar mejor donde estar. O aquellos que se revelan violentamente frente a lo que sienten es una agresión anterior, y cometen pequeños actos de rebeldía, incurren en el vandalismo, o incluso asaltan a quienes perciben como “otros”, los que tienen lo que también por derecho les pertenece y de lo que han sido privados. Se trata de quienes emergen como portavoz de una estructura social en la que impera un clima crónico de frustración y desconocimiento de las necesidades que fundamentan los vínculos. Y justamente, lo que hace que estas formas de interacción social que se han instalado sean patogenéticas es la frustración sistemática, la experiencia de fracaso repetida a través de varias generaciones. Todo esto va llevando a un nivel generalizado de ansiedad que, una vez instalado, incrementa la disociación y la proyección. Es así como nuestro grupo social se ha ido desintegrando en subgrupos caracterizados por el prejuicio y la desconfianza mutua, y hasta hemos llegado a parcelar el territorio para no compartirlo, en un progresivo deterioro de nuestras formas de vínculo.
Es por todo esto que, para comprender y superar lo que nos está pasando como sociedad, deberíamos buscar la explicación del recrudecimiento de la violencia en los modos en que nos relacionamos. Y para ello va a ser necesario que consideremos dos cuestiones:
1. ¿Cuáles son nuestras necesidades? Dentro de ellas, ¿qué lugar ocupan las necesidades compartidas? ¿Cuáles son los objetivos que, como personas y como ciudadanos, perseguimos? ¿Mediante qué estrategias esperamos alcanzarlos? Y esas estrategias, ¿conforman una tarea colaborativa, en la que todos participamos y de la que todos podemos beneficiarnos?
2. Cuando pensamos en ese “todos”, ese “nosotros”, ¿quiénes somos “nosotros”? Y, en consecuencia, ¿quiénes son “los otros”? ¿Cómo nos definimos y cómo los definimos? ¿Y cómo creemos que ellos se definen a sí mismos y nos definen a nosotros?
La razón por la que es necesario que nos hagamos todas estas preguntas (que seguramente serán apenas el inicio de todo lo que necesitamos preguntarnos) es que nuestras formas de interacción social surgen de este sistema de representaciones recíprocas que cobra la forma de un argumento grupal en el que cada integrante desempeña un rol. Y esta trama argumental también es un nivel de existencia del grupo social.
Una de las características de toda trama argumental es que todo grupo registra en su historia –al menos- un hecho silenciado. Como bien decían Mirtha y Susana, hay cosas de las que no se habla. Y este hecho, fundadamente o no, es cargado por la fantasía con los rasgos de lo siniestro, de lo que no puede salir a la luz.
La presencia elocuente de lo oculto también divide al grupo en dos subgrupos: los conocen el secreto y cuya complicidad los acerca, a la vez que su peligrosidad los enfrenta; y quienes lo desconocen, pero lo intuyen. Y tanto esta intuición como su develamiento es lo que puede actuar como desencadenante de una crisis de identidad. Ante la presencia –intuida o develada- de lo oculto aparece la desconfianza frente al propio grupo social.
La presencia del secreto y la necesidad de mantenerlo como tal determina modalidades de comunicación, evitación, simulación. Se generan “zonas de silencio”, pero también zonas de impostura, de distorsiones en la comunicación. Y esto es lo que piden Mirtha y Susana: que ante el secreto develado de lo acontecido en los años más trágicos de nuestra historia reciente (que no se agotan en los hechos de la última dictadura, sino en la continuidad de sus políticas sociales y económicas durante gobiernos democráticos posteriores), el silencio y la ocultación se sigan sosteniendo como un mecanismo mágico. Como si el silencio y el ocultamiento nos permitieran evitar la desestructuración social y la modificación de nuestra autoimagen, en la que seguimos viéndonos como derechos y humanos. Como si se pudiese silenciar y ocultar que ellas –y otros- formaron y forman parte del grupo que se vio beneficiado por las mismas políticas que a muchos más perjudicaron. Como si se pudiera evitar que, en algún momento, se les pregunte qué han hecho por la sociedad de la que se sienten parte, y se develen los vericuetos de sus enriquecimientos. Como si se pudiera suprimir y controlar aquella situación que –hoy- sigue generando síntomas.
1. ¿Cuáles son nuestras necesidades? Dentro de ellas, ¿qué lugar ocupan las necesidades compartidas? ¿Cuáles son los objetivos que, como personas y como ciudadanos, perseguimos? ¿Mediante qué estrategias esperamos alcanzarlos? Y esas estrategias, ¿conforman una tarea colaborativa, en la que todos participamos y de la que todos podemos beneficiarnos?
2. Cuando pensamos en ese “todos”, ese “nosotros”, ¿quiénes somos “nosotros”? Y, en consecuencia, ¿quiénes son “los otros”? ¿Cómo nos definimos y cómo los definimos? ¿Y cómo creemos que ellos se definen a sí mismos y nos definen a nosotros?
La razón por la que es necesario que nos hagamos todas estas preguntas (que seguramente serán apenas el inicio de todo lo que necesitamos preguntarnos) es que nuestras formas de interacción social surgen de este sistema de representaciones recíprocas que cobra la forma de un argumento grupal en el que cada integrante desempeña un rol. Y esta trama argumental también es un nivel de existencia del grupo social.
Una de las características de toda trama argumental es que todo grupo registra en su historia –al menos- un hecho silenciado. Como bien decían Mirtha y Susana, hay cosas de las que no se habla. Y este hecho, fundadamente o no, es cargado por la fantasía con los rasgos de lo siniestro, de lo que no puede salir a la luz.
La presencia elocuente de lo oculto también divide al grupo en dos subgrupos: los conocen el secreto y cuya complicidad los acerca, a la vez que su peligrosidad los enfrenta; y quienes lo desconocen, pero lo intuyen. Y tanto esta intuición como su develamiento es lo que puede actuar como desencadenante de una crisis de identidad. Ante la presencia –intuida o develada- de lo oculto aparece la desconfianza frente al propio grupo social.
La presencia del secreto y la necesidad de mantenerlo como tal determina modalidades de comunicación, evitación, simulación. Se generan “zonas de silencio”, pero también zonas de impostura, de distorsiones en la comunicación. Y esto es lo que piden Mirtha y Susana: que ante el secreto develado de lo acontecido en los años más trágicos de nuestra historia reciente (que no se agotan en los hechos de la última dictadura, sino en la continuidad de sus políticas sociales y económicas durante gobiernos democráticos posteriores), el silencio y la ocultación se sigan sosteniendo como un mecanismo mágico. Como si el silencio y el ocultamiento nos permitieran evitar la desestructuración social y la modificación de nuestra autoimagen, en la que seguimos viéndonos como derechos y humanos. Como si se pudiese silenciar y ocultar que ellas –y otros- formaron y forman parte del grupo que se vio beneficiado por las mismas políticas que a muchos más perjudicaron. Como si se pudiera evitar que, en algún momento, se les pregunte qué han hecho por la sociedad de la que se sienten parte, y se develen los vericuetos de sus enriquecimientos. Como si se pudiera suprimir y controlar aquella situación que –hoy- sigue generando síntomas.
lunes, 30 de noviembre de 2009
lunes, 2 de noviembre de 2009
(Casi) un cuento argentino

O
"Y todavía ni siquiera asumieron"
- Y vos, ¿a quién votaste?
Sandra levantó los ojos del diario y miró desconcertada a su hija. Lucila, toda curiosidad e inteligencia (cualidades a las que, por cierto, les sienta bien ir juntas) esperaba una respuesta. Y no cualquiera. A sus 10 años ya no era esa niña que se satisfacía con cualquier cosa que se legitimara en las palabras de su madres. E insistía:
-Vos, mami, ¿a quién votaste?
Los ojos de Sandra se desviaron hacia nada, con esa visión reconcentrada siguiendo los vericuetos de su propio pensamiento que Lucila conocía tan bien. Cada vez sucedía más a menudo. Y siempre que tenía el diario delante.
-No sé hija. No sé a quién voté.
-¿Qué? ¿Ya te olvidaste?
No iba a ser tan fácil la cosa. Lucila quería una respuesta, y ahora Sandra se había dado cuenta de que ella también la necesitaba.
-No, no me olvidé. Yo voté al Acuerdo Cívico porque me gustaba que Carrió, Stolbizer, Alfonsín y Cobos estuvieran juntos. Y porque casi todos los que se juntaron en otros lados no me gustaban tanto. O nada.
-Ah, entonces los votaste a ellos.
-Ahora no estoy tan segura de a quién voté.
La expresión de Lucila ahora se veía tan confundida como reconcentrada la de Sandra.
-Mirá hija, no estoy tan segura porque Carrió y Cobos fueron juntos, pero acabo de leer en el diario que Carrió dijo que no va a compartir ningún proyecto con él. Pero Cobos sí está haciendo acuerdos con Macri para tener una agenda común en el Congreso.
- Ah, ¿Macri también estaba con ellos?
- No, Lu. Macri estaba con Solá. Pero Solá dice que esa sociedad ya está terminada y que en las próximas elecciones, cuando se elija presidente, podrían enfrentarse.
- Ah... ¿y con quién más estaban Macri y Solá?
- Bueno, estaban con De Narváez y con Michetti.
- ¿El de Tinelli?
- Sí, parecido. El de Tinelli era un personaje que imitaba al de verdad. O al revés, ahora no me acuerdo tampoco de cómo era bien.
-Uf mami, no te acordás de nada vos. ¿Y estos siguen siendo amigos de Macri?
-Más o menos. Bah, no sé. Porque Macri parece que quiere ser presidente en el 2011, y aunque De Narváez no lo dice del todo claro, parece que también. Y dicen que Michetti quiere ser la vice de Cobos.
- ¿El Cobos que estaba con Carrió y ahora se pelearon?
- Sí, ese.
- ¿Con la Michetti que estaba con Macri?
- Sí, esa.
- ¿Pero no era que no estaban del mismo lado?
- Y, parecía... pero no sé.
Lucila parecía satisfecha, aunque desconcertada. Besó la frente de su madre y corrió a seguir jugando con los Sims 3. Maravilloso juego, en el que podía manipular a su antojo las accones y hasta las emociones de los personajes de su creación.
Sandra volvió al diario y al mate. Parece que Duhalde dijo que "si alguien cree que puede ser candidato a presidente de la Nación siendo extranjero, mejor lo voy a buscar a Lula".
- Cagamos. Parece que el próximo delfín de Duhalde va a ser De Narváez, no más.
martes, 13 de octubre de 2009
¿Obama? ¿Nobel de la Paz?

Carta al Presidente Obama, ganador del premio nobel de la Paz.
Reciba el fraterno saludo de Paz y Bien.
En primer lugar mis felicitaciones por la designación como Premio Nóbel de la Paz 2009, esperando que la misma contribuya a fortalecer la Paz en su país y el mundo, frente a los conflictos y situaciones donde EE.-UU está involucrado y que pueda contribuir a restablecer los lazos de cooperación y solidaridad entre los pueblos.
Tengo que señalarle que me sorprendió la noticia de su designación. Sé de sus valores humanistas y decisión de superar los graves problemas que afectan a su país y el mundo.
Que quiere hacer realidad el sueño de Luther King, ese gran luchador por los derechos civiles en su país, para superar las injusticias a fin que todos y todas podamos sentarnos en la misma mesa de la fraternidad y compartir el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta el espíritu y construir los caminos de la libertad.
La Paz es la construcción permanente entre las personas y los pueblos, en la diversidad y la unidad.
Sr. Presidente, EE.UU tiene grandes desafíos tanto en lo interno, como a nivel internacional. Se necesitan decisiones políticas para superar los conflictos armados que afectan a la humanidad y en los que su país está involucrado.
No se ha logrado erradicar la tortura ni el cierre de las cárceles en Guantánamo, que EE.UU tiene en Cuba y la de Abu Graib en Irak. Hasta el momento no fue posible llevar adelante la decisión que Ud. ha manifestado en reiteradas oportunidades: poner fin a la guerra en Irak y Afganistán. Los pasos dados son muy débiles e incipientes.
En América Latina es urgente terminar el bloqueo inmoral e injusto contra Cuba que ya lleva casi 50 años, la liberación de los 5 prisioneros cubanos en los EE.UU y permitir la visita de sus familiares que hace 10 años no logran la visa para poder ver a sus seres queridos, lo que viola el Derecho Humanitario.
Si bien sus declaraciones son esperanzadoras es necesario concretarlas en la práctica siendo coherente entre el decir y el hacer, y encontrar los caminos alternativos de construcción social, cultural y político que permitan cambiar las relaciones entre EE.UU y los pueblos, muchas veces conflictivas y no de integración y respeto a la diversidad y soberanía de otros pueblos.
La instalación de siete bases militares norteamericanas en Colombia, no contribuyen a la Paz. Por el contrario intensifican los conflictos y ponen en peligro las democracias en Latinoamérica.
Un ejemplo es el golpe de Estado en Honduras, que no podría haberse llevado a cabo sin la participación del gobierno de EE.UU
Sr. Presidente, Ud. está frente a grandes desafíos y bien sabe que no puede asumirlos una sola persona. Los pueblos deben ser partícipes y protagonistas de la construcción de nuevos paradigmas de vida y llegar a hacer realidad sociedades más justas y fraternas.
Escuche la voz de los pueblos y no se deje manejar por quienes siempre buscan privilegiar el capital financiero, imponer sus propios intereses, económicos, políticos y militares, sobre la vida de la humanidad. Son quienes destruyen el medio ambiente, las libertades ciudadanas y generan el hambre, la pobreza y marginalidad.
Tenga presente que la FAO ha señalado que mueren por día más de 35 mil niños de hambre en el mundo.
Usted, como Presidente de EE.UU y Premio Nóbel de la Paz tiene que optar y decidir el camino a seguir: o continúa aumentando el presupuesto militar, torturando e invadiendo otros pueblos, o está dispuesto a construir la Paz, superar el hambre, el analfabetismo, la desigualdad social y construir un "Nuevo Contrato Social" para la humanidad, de respeto e igualdad para todos y todas.
Sr. Presidente le deseo mucha fuerza y esperanza y espero que su designación como Premio Nóbel de la Paz contribuya a fortalecer la gobernabilidad en su país, fundamentalmente, lo reitero, para estar al servicio de los pueblos y el mundo.
Aquellos que hemos sido galardonados con el Nobel de la Paz, esperamos sumar esfuerzos y caminar juntos.
Esperamos con esperanza que sus próximos pasos y decisiones sean en la dirección correcta.
Le reitero el saludo fraterno de Paz y Bien
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nóbel de la Paz 1980
Buenos Aires, 9 de octubre del 2009
Tengo que señalarle que me sorprendió la noticia de su designación. Sé de sus valores humanistas y decisión de superar los graves problemas que afectan a su país y el mundo.
Que quiere hacer realidad el sueño de Luther King, ese gran luchador por los derechos civiles en su país, para superar las injusticias a fin que todos y todas podamos sentarnos en la misma mesa de la fraternidad y compartir el pan que alimenta el cuerpo y el pan que alimenta el espíritu y construir los caminos de la libertad.
La Paz es la construcción permanente entre las personas y los pueblos, en la diversidad y la unidad.
Sr. Presidente, EE.UU tiene grandes desafíos tanto en lo interno, como a nivel internacional. Se necesitan decisiones políticas para superar los conflictos armados que afectan a la humanidad y en los que su país está involucrado.
No se ha logrado erradicar la tortura ni el cierre de las cárceles en Guantánamo, que EE.UU tiene en Cuba y la de Abu Graib en Irak. Hasta el momento no fue posible llevar adelante la decisión que Ud. ha manifestado en reiteradas oportunidades: poner fin a la guerra en Irak y Afganistán. Los pasos dados son muy débiles e incipientes.
En América Latina es urgente terminar el bloqueo inmoral e injusto contra Cuba que ya lleva casi 50 años, la liberación de los 5 prisioneros cubanos en los EE.UU y permitir la visita de sus familiares que hace 10 años no logran la visa para poder ver a sus seres queridos, lo que viola el Derecho Humanitario.
Si bien sus declaraciones son esperanzadoras es necesario concretarlas en la práctica siendo coherente entre el decir y el hacer, y encontrar los caminos alternativos de construcción social, cultural y político que permitan cambiar las relaciones entre EE.UU y los pueblos, muchas veces conflictivas y no de integración y respeto a la diversidad y soberanía de otros pueblos.
La instalación de siete bases militares norteamericanas en Colombia, no contribuyen a la Paz. Por el contrario intensifican los conflictos y ponen en peligro las democracias en Latinoamérica.
Un ejemplo es el golpe de Estado en Honduras, que no podría haberse llevado a cabo sin la participación del gobierno de EE.UU
Sr. Presidente, Ud. está frente a grandes desafíos y bien sabe que no puede asumirlos una sola persona. Los pueblos deben ser partícipes y protagonistas de la construcción de nuevos paradigmas de vida y llegar a hacer realidad sociedades más justas y fraternas.
Escuche la voz de los pueblos y no se deje manejar por quienes siempre buscan privilegiar el capital financiero, imponer sus propios intereses, económicos, políticos y militares, sobre la vida de la humanidad. Son quienes destruyen el medio ambiente, las libertades ciudadanas y generan el hambre, la pobreza y marginalidad.
Tenga presente que la FAO ha señalado que mueren por día más de 35 mil niños de hambre en el mundo.
Usted, como Presidente de EE.UU y Premio Nóbel de la Paz tiene que optar y decidir el camino a seguir: o continúa aumentando el presupuesto militar, torturando e invadiendo otros pueblos, o está dispuesto a construir la Paz, superar el hambre, el analfabetismo, la desigualdad social y construir un "Nuevo Contrato Social" para la humanidad, de respeto e igualdad para todos y todas.
Sr. Presidente le deseo mucha fuerza y esperanza y espero que su designación como Premio Nóbel de la Paz contribuya a fortalecer la gobernabilidad en su país, fundamentalmente, lo reitero, para estar al servicio de los pueblos y el mundo.
Aquellos que hemos sido galardonados con el Nobel de la Paz, esperamos sumar esfuerzos y caminar juntos.
Esperamos con esperanza que sus próximos pasos y decisiones sean en la dirección correcta.
Le reitero el saludo fraterno de Paz y Bien
Adolfo Pérez Esquivel
Premio Nóbel de la Paz 1980
Buenos Aires, 9 de octubre del 2009
viernes, 2 de octubre de 2009
El show de la exposición pública de las debilidades privadas

Sandra Mendoza se ha vuelto una cara conocida en los medios, siempre vinculada a escándalos políticos y matrimoniales. ¿Pero quién es esta señora?
Nació en Presidencia Roque Sáenz Peña el 20 de abril de 1963. Es hija del ex ministro de la Corte chaqueña, Guillermo Mendoza, una de las figuras del peronismo del provincial, que fue miembro del Superior Tribunal de Justicia del Chaco prácticamente desde que se convirtió en provincia. Los Mendoza tuvieron, además, otros tres hijos: Lichy, hoy funcionaria en el ministerio de Educación del gobierno de Jorge Capitanich; Claudio Ramiro, ex diputado nacional y provincial, fallecido en el 2005; y Rodrigo.
Cuando en 1983 –pasados los tiempos de la dictadura- Guillermo Mendoza fue propuesto para volver a ocupar un cargo en el Superior Tribunal de Justicia, Sandra estudiaba Kinesiología, y Jorge Milton Capitanich había llegado a Resistencia para estudiar Ciencias Económicas.
Ella misma cuenta que se conocieron en la militancia estudiantil. Ese noviazgo fue clave para el actual gobernador del Chaco, ya que los vínculos de los Mendoza dentro del peronismo le fueron abriendo puertas en el mundo de la política. Gracias al padre de su novia, Capitanich ingresó a la administración pública provincial en 1987, un año antes de recibirse como contador. Fue secretario privado del entonces gobernador Danilo Luis Baroni, pasando luego por la Pro Secretaría General de Casa de Gobierno. Por último fue Secretario de Comunicación Social de Casa de Gobierno. A partir de allí iniciaría sus contactos con la política nacional durante el gobierno de Carlos Saúl Menem, el que todo lo hizo.
Sandra Mendoza se casó con Capitanich y tuvo dos hijas. De a poco, las finanzas familiares fueron prosperando. En su declaración jurada en la Cámara de Diputados provincial, cuando asumió en 2005, reconoce un patrimonio de 2.156.104 pesos, todo en bienes gananciales. Pero no están mencionadas sus participaciones en distintas empresas, como JG ADVANCE SA, u otras en donde aparece asociado su marido, como Regional Airport Systems SA, AGRONEA o M-Unit, el polémico fondo que creó un pool de siembra, del que dice haberse desprendido. Apenas detalles que se le pasan por alto a cualquiera.
Su hermano Claudio Ramiro Mendoza fue diputado nacional y provincial. Sandra lo intentó en varias ocasiones, pero recién va a poder llegar en diciembre, cuando asuman los diputados electos en junio. Recuerdan algunos "compañeros" que una de las razones por las que hasta ahora no había llegado, fue que el propio Capitanich intervino en 2003 para “bajar” a su esposa del cargo, quien igual estuvo dispuesta a ir a las internas. Pero un apoderado de su lista se presentó al Tribunal Electoral y se efectivizó la baja. Mendoza acusó directamente a su esposo por esa maniobra, en uno de los primeros escándalos político-matrimoniales que protagonizó. Capitanich ya era senador, así que el espectáculo se armó en las oficinas de la Cámara Alta. Fue la primera vez que se habló en público de la posibilidad del divorcio, y la noticia llegó incluso a las columnas políticas de los diarios de aquella época. El divorcio finalmente no se produjo, quizás porque la división de bienes habría significado una escisión tremenda para Capitanich. De todas maneras, aquella relación nunca volvió a ser lo que era. Al menos, lo que hasta ese momento públicamente había mostrado ser. De hecho, desde entonces viven separados, aunque –como siempre han hecho los políticos de nuestra historia reciente- Capitanich agradeció a su esposa cuando fue electo gobernador. Y bien que hizo: de no ser por ella y su familia, probablemente no habría pasado de militante medio o incluso de un buen técnico.
Otra oportunidad perdida para Sandra Mendoza para llegar a la banca había sido la del 2005. Dicen los que dicen que saben, que esta vez Capitanich pidió el cargo para ella en un acuerdo político en el que además estuvieron Gustavo Martínez (entonces presidente del PJ Capital y ahora presidente de SAMEEP) y José Mongeló (entonces presidente del Consejo Provincial del partido, ahora subsecretario de Cultos de Capitanich). Aunque Mendoza fue aceptada, la crisis política no tardó en aparecer, ya que al parecer no compartía las estrategias del bloque ni se preocupaba por disimularlo. La crisis fue tan grande que fue expulsada.
Desde ahí, la historia es materia conocida. Quiso imponer ministros, y manejar ministerios. Logró que echaran al responsable de Información Pública, Néstor Avalle; a la ministra de Desarrollo Social, Claudia Panzardi; pidió dos veces la renuncia del ministro de Gobierno, Jorge Alcántara, y la del ministro de Salud, Oscar Holzer, siempre de manera pública en duras conferencias de prensa o a los gritos en la antesala del despacho del gobernador. También logró la designación de Verónica "la Pipi" Ansaloni, una mujer con quien la une una estrecha relación.
Y los escándalos siguieron sumándose. En febrero de este año, tras discutir con su marido, se subió a una camioneta y tiró abajo una pared de la Casa de Gobierno provincial. También destrozó al menos 6 vehículos oficiales. Tras los hechos, se montó un gran operativo para que la escena quedara sin rastros.
Apenas dos meses después, le seguía provocando dolores de cabeza a su gobernador y esposo, y lo que es peor, a toda la provincia. Cuando el 21 de abril trascendió que renunciaría a su cargo en el ministerio de Salud Pública del Chaco, debido al escándalo del dengue, fuentes del propio gobierno provincial explicaron que el pedido de renuncia vino de altos cargos dentro del organismo. La razón era evidente: temían un nuevo escándalo cuando fuese interpelada en la legislatura provincial. Y el escándalo no se hizo esperar. Luego de horas de cháchara en la que no permitió que se le hicieran preguntas, convirtiendo la interpelación en una exposición sui generis, nos dejó quizás su frase más famosa: “la culpa la tiene el mosquito”. Finalmente, se fue. O la fueron. Pero como nadie se va con las manos vacías, por estos días Mendoza cumplía funciones de representante provincial en el Programa de Salud Familiar y Educación para la Salud y como Coordinadora General de los Programas de Salud Deportiva, Programa de Municipios Saludables, Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia y Programa Nacional de Sanidad Escolar. Además, lo que no es menos, el 28 de junio fue electa diputada nacional por el Partido Justicialista. Mendoza lo hizo.
Y los escándalos siguieron sumándose. En febrero de este año, tras discutir con su marido, se subió a una camioneta y tiró abajo una pared de la Casa de Gobierno provincial. También destrozó al menos 6 vehículos oficiales. Tras los hechos, se montó un gran operativo para que la escena quedara sin rastros.
Apenas dos meses después, le seguía provocando dolores de cabeza a su gobernador y esposo, y lo que es peor, a toda la provincia. Cuando el 21 de abril trascendió que renunciaría a su cargo en el ministerio de Salud Pública del Chaco, debido al escándalo del dengue, fuentes del propio gobierno provincial explicaron que el pedido de renuncia vino de altos cargos dentro del organismo. La razón era evidente: temían un nuevo escándalo cuando fuese interpelada en la legislatura provincial. Y el escándalo no se hizo esperar. Luego de horas de cháchara en la que no permitió que se le hicieran preguntas, convirtiendo la interpelación en una exposición sui generis, nos dejó quizás su frase más famosa: “la culpa la tiene el mosquito”. Finalmente, se fue. O la fueron. Pero como nadie se va con las manos vacías, por estos días Mendoza cumplía funciones de representante provincial en el Programa de Salud Familiar y Educación para la Salud y como Coordinadora General de los Programas de Salud Deportiva, Programa de Municipios Saludables, Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia y Programa Nacional de Sanidad Escolar. Además, lo que no es menos, el 28 de junio fue electa diputada nacional por el Partido Justicialista. Mendoza lo hizo.
Ahora, la ruptura política del matrimonio acaba de sumar un nuevo capítulo a este novelón tercermundista, con la confirmación por parte del gobernador del inicio de los trámites de divorcio, luego de que su esposa irrumpiera en un procedimiento policial para impedir el desalojo de piqueteros que acampaban en la plaza central en protesta contra su marido.
Resulta que la ahora ex de situaciones y estados varios, se había reunido al mediodía con manifestantes de varias entidades sociales como la CCC, Polo Obrero y el Movimiento de Trabajadores Desocupados 17 de Julio, que se movilizaron en repudio al desalojo y represión policial del miércoles 30 de septiembre contra un acampe en la plaza 25 de Mayo. La primera dama había intentado frenar el operativo de desalojo de los piqueteros, que hasta allí había sido casi pacífico. Los manifestantes, ante la gran presencia de uniformados, optaron por retirarse. Pero Mendoza apareció y, con su estilo tan particularmente conciliador, a los gritos les pidió que volvieran. Entonces sí, se desataron incidentes y 29 personas fueron detenidas. Al parecer, este matrimonio político resuelve en la arena pública sus conflictos privados. Pero, para Capitanich, esta vez sí fue demasiado. Y Mendoza fue despedida.
Alegando que no había sido notificada de su salida del gabinete, Sandra se presentó en la Casa de Gobierno para ir a su despacho, y se encontró con que la policía no le permitía ingresar al edificio. Se sentó en las escalinatas de acceso y se puso a tomar una gaseosa. Pero claro, no es mujer de andar llorando mansamente por los rincones: "Si es una orden de él, voy a denunciar abuso de poder", advirtió. Cualquier semejanza con otras expulsiones y prohibiciones de ingreso a primeras damas, es pura coincidencia. O no.
El ministro de Gobierno chaqueño, Juan Manuel Pedrini, confirmó que había una "orden" del mandatario para prohibir a Mendoza la entrada a la Casa de Gobierno. También indicó que era "amigo personal" de Mendoza, a quien calificó como "una persona comprometida con la lucha por los derechos humanos". (sic). Cualquier parecido con la ficción, es pura realidad.
Seguramente tendremos nuevos capítulos. La historia continuará.
Seguramente tendremos nuevos capítulos. La historia continuará.
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