El 20 de
junio, hace poco más de un mes, los medios estallaron con el conflicto en el
que Hugo Moyano enredó a los camioneros. Durante todo el día, pero sobre todo
durante la noche –con su visita a Dos Voces (TN 22hs)- en simultáneo con los
incidentes entre su sindicato y gendarmes, los argumentos parecían intentar
focalizarse en el reclamo por el Impuesto a las Ganancias que pagamos los
trabajadores (todos, no sólo los camioneros) y un aumento de sueldos para el
sector. Para ser genuina, aún en la inmediatez de los acontecimientos, la
escalada resultaba demasiado violenta y demasiado rápida, como para ser
justificada con ese reclamo: hacía apenas unos meses Moyano promovía llenar
Plaza de Mayo pidiendo la reelección de Cristina, y ahora pretendía hacernos creer
que de pronto y reactivamente estaba llamando a un paro (primero nacional y
sumando a todos los sectores, finalmente sólo de camioneros) y pretendiendo
parar virtualmente el país. Hasta para los más ingenuos y desprevenidos, pronto
se vio que nada fue de pronto, ni espontáneo, ni los intereses que lo motivaban
eran comunes a todos los trabajadores. Quizás sí tuvo algo de visceral, aunque
no tanto como se pretendió hacerlo parecer. Finalmente, los acontecimientos se
precipitaron, y la CGT ya dividida terminó irremediablemente fragmentada.
En aquella ocasión escribí un artículo en este mismo blog titulado
Moyano y un paro enredado: desanudando hilos.
En dicho artículo conté acerca de la situación que atraviesa la
empresa Covelia, cuyos vínculos con Moyano están más que probados y sobre los
que también he dado cuenta en él. Retomo una idea que ahora resulta central
para entender esta nueva amenaza de paro: aunque Hugo Moyano aún detenta un
gran poder sobre muchos de los intendentes del Conurbano, de a poco lo va
perdiendo. En tiempos de aquella publicación, el intendente de
San Miguel, Joaquín de la Torre, ya había echado de su municipio a la empresa,
luego de que la firma parara y depositara toneladas de basura frente al Palacio
Municipal y en los cruces de las principales calles, para presionar la
renegocición del canon del contrato. Lo mismo había sucedido en Berazategui. Y
Gabriel Katopodis, el intendente de San Martín, también estaba en ese tránsito,
desde que el Municipio frenó un pago de 2 millones de pesos en diciembre del
año pasado para poder abonar los sueldos. Otro intendente a quien nombraba en el
citado artículo es Francisco “Barba”Gutiérrez, de Quilmes, quien en febrero
había renovado el contrato con Covelia hasta agosto pero ya había trascendido
que no tenía intenciones de volver a renovarlo y por eso habría un nuevo
llamado a licitación.
Los potenciales se hicieron indicativos: llegamos a agosto, y con
el mes cambió la conjugación de los verbos. Según declaraciones del intendente
Gutiérrez a FM Vorterix de La Plata, Covelia le pidió por nota al municipio un
aumento del cien por ciento. Esta pretención resultó totalmente contradictoria
con la intención de la gestión municipal de reducir entre un 30 a 35% los 7
millones de pesos mensuales que se gastan en el servicio de recolección de
residuos. El lógico resultado fue que el intendente de Quilmes no renovó el
contrato con Covelia. Por esta razón la huelga de los recolectores de residuos
ya lleva dos días, y Pablo Moyano -el segundo de los camioneros- amenazó con
extender el paro a los recolecotres de residuos de todo el país.
Como si se tratara de una afrenta a la legalidad, Pablo argumentó
que "Quieren municipalizar el barrido de la provincia de Buenos Aires.
Quieren reemplazar a los camioneros con gente del Plan Argentina Trabaja porque
al Gobierno se le acabó la plata. El ministro De Vido presionó a los
intendentes. Este es el paso inicial: lo hacen en Quilmes y después en todo el
país".
Está claro que los Moyano están preocupados. Ya no cuentan con San
Miguel ni Berazategui. San Martín está en ese tránsito, un tránsito en el que
Quilmes ya avanzó. Y hay conflictos latentes en Bahía Blanca y Esteban
Echeverría.
Los Moyano justifican la protesta en los supuestos 400 despedidos
que dejaría la no renovación del contrato. Argumentan que, si ganan la nueva
concesión, reincorporarán a todos los empleados, y si pierden pedirán a la
continuadora que se respeten los puestos de trabajo. Con lo cual, al parecer,
los puestos de trabajo -en lo concreto- no estarían en real peligro.
Por otra parte, el secretario de Medio Ambiente del Municipio de
Quilmes -Carlos Olivares- ofreció absorber a los 200 barrenderos que habrían
quedado sin trabajo. En este caso, el argumento de los camioneros es que con el
traspaso sufrirían una reducción salarial importante.
Pero ¿es la defensa de los derechos de estos trabajadores lo que
en realidad desvela a los Moyano? Este proceso de retiro de la Provincia de
Buenos Aires, como vemos, estaba más que anunciado. Y, como también habíamos
relatado hace poco más de un mes, fue lo que motivó el comienzo de las
negociaciones de Covelia con el gobierno de Mauricio Macri.
Pongamos por un momento el foco aquí: uno de los temas más
críticos de la gestión de Macri es el de la basura. Los contratos de las
actuales prestadoras están vencidos y la oferta de las empresas superaría los
2800 millones de pesos, un precio mayor al estipulado. Ahora, en agosto, se
convocaría a una audiencia pública para discutir el tema. Y acá es donde entra
a jugar Covelia, luego de que Cliba –del grupo Roggio, a quien ya desplazó en
otras oportunidades de otros territorios- decidiera abandonar la Ciudad para no
pagar 186 millones de pesos en concepto de indemnización para los trabajadores
nucleados en… ¡sí! el gremio de Camioneros.
Moyano estaría negociando para Covelia la zona que todavía explota
Cliba, y aunque todavía no hay nada concreto, el PRO lo acompañaría en este
millonario negocio. Y esto ya se había decidido cuando Moyano había mostrado
sus simpatías para con Daniel Scioli de cara a la pelea por el 2015... claro
que, a partir del proceso de entrada de Covelia a la Ciudad de Buenos Aires
este apoyo se relativizó: en la medida en que en la Provincia se le cerraban
las puertas que en la Ciudad se le abrían, Moyano comenzó a distanciarse de
Scioli en la misma medida en que se mostraba cada vez más afín a Macri.
Hace un mes terminé mi artículo escribiendo:
Trato de desanudar hilos, pero se complica.
Está
todo demasiado enredado. Quizás por eso mismo es que suene tan extraño
semejante paro por el reclamo que se aduce. Quizás porque hay demasiada agenda
escondida que nadie quiere develar. Quizás por eso tanto silencio de tantos
políticos a los que, por lo general, les gusta tanto salir a hablar. Quizás por
eso de los que sí hablaron, algunos lo hicieron tan ¿ingenuamente? que daban a
pensar que en realidad estaban ocultando su agenda. Y otros lo hicieron tan
¿ingenuamente? que daban a pensar que estaban siendo funcionalmente cómplices.
Quizás por esto, todo esto. Demasiados quizás. Lo único que me quedó claro es
que el reclamo gremial es apenas una excusa para sacar a los camioneros a la
calle y, en la movida, sumar más gente para llenar la Plaza de Mayo. Algo que
se parece mucho a copar la parada, y muy poco a luchar por los trabajadores.
Hoy, a poco
más de un mes, las cosas están más claras. Y sí, eso que parecía tener muy poco
que ver con luchar por los trabajadores, hoy se ve más claro. Los puestos de
trabajo en presunto peligro son sólo números que se suman para darle peso a un
reclamo. Un reclamo que -cada vez está más claro- sirve para ir marcando la
cancha de cara al 2015. Y -cada vez está más claro- para ir mostrando quiénes
están tejiendo alianzas.
Lástima que,
una vez más, sólo los una el espanto.