martes, 21 de agosto de 2012

La escuela como nudo - 1º parte


“En el acto educativo no se consigue todo lo que se desea, ni sólo lo que se desea.” Reina Reyes


 Por Viviana Taylor






En estos últimos días, a raíz -primero- de la denuncia sobre la intromisión de La Cámpora en las escuelas y la posterior reacción del Ministro de Educación porteño, Esteban Bullrich, habilitando un 0800 para denunciar hechos de este tipo, se ha puesto en discusión cuál es el lugar de la escuela, si la política es o no - puede o no - debe ser o no parte de ella, y el supuesto peligro frente a los adoctrinamientos.
Con el único objeto de aportar a este debate, poniendo ciertas cuestiones que no solemos visibilizar sobre el tapete, propondré una serie de artículos a través de los cuales intentaré desanudar este nudo que es la escuela.

Pero no nos pongamos tan serios, que no es necesario. Juguemos por un ratito: Vamos a imaginarnos, tal como se cuenta en “El señor de las moscas”, que un barco naufraga y un conjunto de niños –librados a su suerte- sobrevive en una isla aparentemente desierta. Para lograrlo necesitan organizarse, y gran parte de esa organización se asienta sobre las diferentes habilidades y los distintos conocimientos que poseen. ¿Cuáles cree que son los más valorados por el grupo? ¿Los pondrán al servicio del conjunto? ¿Se los enseñarán mutuamente? ¿Cómo piensa que se van a definir los liderazgos? ¿Se conformarán subgrupos antagónicos? ¿De qué modo, en caso de conformarse, competirán? ¿Quiénes tendrían más posibilidades de imponerse? ¿De qué manera, supone, intentarían mantener esa posición más ventajosa?


Sigamos jugando: Otra historia, parecida en su inicio, es la que se relata en la miniserie  Lost: un avión pierde su rumbo y cae en una isla desierta, sólo que en esta ocasión los sobrevivientes son mayoritariamente adultos –sobrevive un único niño, y una muchacha está embarazada-. Si usted fuera el padre del niño sobreviviente, o la madre del bebé pronto a nacer, ¿qué le enseñaría? ¿Por qué priorizaría esos conocimientos sobre otros? ¿Cree que hay  conocimientos que no tendría sentido –o sería peligroso- transmitir? ¿Cuáles? ¿Por qué?


Una última propuesta de juego: Un pueblo es invadido por un grupo extraño que lo esclaviza. Su estrategia de corto plazo es mantener el dominio por la fuerza, sobre la base de la coacción y el terror. Todo disenso, por mínimo que sea, es brutalmente castigado. Entre los invadidos la delación y la traición se vuelven moneda corriente (por un lado, como forma de venganza ante fastidios u ofensas personales; por otro lado para mostrarse ante los más poderosos como leales a ellos y diferentes a su grupo de proveniencia). Sin embargo, esta estrategia se vuelve demasiado débil en el mediano plazo, y totalmente ineficaz en el largo: el peligro de reacción está siempre latente. Si usted perteneciera al grupo dominante, ¿qué estrategia vería como más eficaz y efectiva para perpetuar el estado de dominación? Y si perteneciera al grupo dominado, ¿qué estrategia elaboraría para hacer posible la liberación?


Estoy segura de que en las tres situaciones, al menos una vez, pensó en las palabras enseñanza, escuela, o educación.  Y es que la educación constituye, simultáneamente, nuestra más importante actuación específica y nuestra estrategia más elaborada para perpetuarnos. Los hombres tenemos necesidad de reproducirnos dos veces: cohabitando y coeducando. Pero no es tan fácil ponernos de acuerdo en qué entendemos por educación.


Si bien su etimología remite a una doble significación[1], se encuentra ligada en su forma más común de comprensión a la imposición de una ortodoxia en materia de hábitos y maneras de ser. De hecho, en el Diccionario de Autoridades se la define como “criar, enseñar, amaestrar y dar doctrina”, con lo que pareciera quedar representada la idea de sometimiento y dependencia; además de que se introduce la idea de adoctrinamiento como no ajena a la de educación.
Paralelamente, la mayoría de las personas asocian la idea de educación con la posibilidad de adquirir recursos para poder aspirar a conseguir –aún al costo de la dependencia y el sometimiento educativo- una mejora de posición social y económica (o económica y social, como prefiera).

Más complejo se vuelve el análisis cuando advertimos que, a pesar de nuestra necesaria dependencia respecto de la educación, la institución a la que más directamente la asociamos no es universal ni eterna. Son muchos los que buscan en épocas remotas y en civilizaciones prestigiosas como la griega y la romana el origen de la escuela, y así justifican no sólo su existencia, sino que rechazan todo cuestionamiento a ella como impensable. Pero la escuela primaria, en tanto forma de socialización privilegiada y obligatoria para los niños de las clases populares, es una institución reciente cuyas bases administrativas y legislativas tienen poco más de un siglo de existencia.


¿Cómo entender, entonces, los significados de una institución compleja, que parece –a su vez- sostenerse sobre otros significados –también complejos- como los del concepto de educación? Vamos a necesitar volver a nuestro juego de imaginación. Imaginemos, entonces, a la escuela como un nudo en el que se han enredado apretadamente distintos hilos, cada uno de los cuales nos lleva a un modo distinto de explicarla y comprenderla. Será cuestión de comenzar a desanudar hilos. Esa es la invitación que le hago: que me acompañe durante 5 artículos más en esta aventura.


Viviana Taylor






[1] Etimológicamente, la palabra educación toma su sentido del verbo latino educare, que significa criar, alimentar, instruir, hacer crecer; pero también, y en un sentido opuesto, de ex ducere, que equivale a extraer, sacar afuera, hacer salir. En consecuencia, la educación conlleva en sí una significación antinómica, que da cuenta de dos procesos complementarios.