Viviana
Taylor
El 5 de junio del año pasado le dediqué un post a Federico Tessore, sobre quien me preguntaba si se trataba de un gurú de las
finanzas –como desde ciertos medios se nos presentaba- o era, simple y
llanamente, un chanta.
Hoy vuelvo a sacarlo desde las sombras en que
–presumo que a su pesar- se mueve. Y ni decir de lo rápido que lo hace. En las
versiones digitales de los medios periodísticos en los que suele publicitarse
apareció con una nueva versión de su El fin de la Argentina. Y, según
cuenta, el fin ya llegó.
Como les contaba en aquella ocasión -en el post al que pueden acceder con un solo click si les interesa saber más, para no sobreabundar aquí sobre lo ya publicado- Tessore apela a tergiversar la poca y
distorsionada información que ofrece, sobredimensionando algunos aspectos
descontextualizados y ocultando deliberadamente otros, con lo que apuesta a
robustecer los prejuicios de quienes –sin tener demasiado conocimiento sobre el
tema- pretenden cuidar sus ahorros. Así, no tiene empacho en recordarnos que ya
alguna vez todos perdimos, excepto los pocos que supieron qué hacer. Y ofrece
contarnos –generoso de su parte- cómo hicieron quienes lo hicieron bien.
Engañosamente, Tessore insiste en dos puntos:
1. en
que las personas no podemos influir en
lo que sucede en la economía del país;
2. y que el informe que nos presenta no es político.
Su primera afirmación -respecto
de nuestra imposibilidad- parecería apuntar a dos objetivos:
·
Por un lado, no hay nada
que podamos hacer más que defendernos de las crisis económicas. Así que mejor
lo hacemos antes de que la crisis nos aplaste. ¡Y ya no insiste con que está
por llegar, sino que debemos apurarnos porque la crisis está aquí!
·
Por otra parte, si
alguien cuestiona que las estrategias que propone son justamente las mismas que
generan crisis, Tessore ya se adelantó a responder por nosotros. No es posible:
las personas, hagamos lo que hagamos, no podemos influir en la economía del
país. ¡Así que no nos queda otra que defendernos! ¡Y mejor que lo hagamos ya,
porque la crisis está aquí!
Respecto de su segunda
afirmación, es difícil sostener que su informe no es político. Claro que el
tipo de política que asume es esa aparente asepsia ideológica que defienden
para sí quienes analizan toda la realidad sólo desde la perspectiva económica,
y entienden que toda economía se reduce a lo financiero. Partiendo desde esta
falsa premisa, va construyendo su análisis sobre la Argentina a partir de
falacias y datos incomprobables. Lo hizo en sus informes de 2011 y 2012, y
vuelve a hacerlo en el del 2013.
Un dato no menor: en los
tres informes hace pasar tanta cantidad de estos datos manipulados, y con tal
rapidez, que todo se vuelve confuso y hasta ilegible. Y es que lo que se busca
no es apelar a nuestra racionalidad sino a la emocionalidad. No se busca
ayudarnos a seguir un razonamiento, sino impactar contra nuestra afectividad. Y
vaya si impacta: si nos toma desprevenidos, seguramente va a lograr asustarnos.
En definitiva, Tessore
juega con nosotros, y lo hace con los mismos miedos que han sido abonados desde
algunos medios masivos. Medios que han colaborado en la difusión de sus ideas,
porque son las mismas que sostienen y con las que se enriquecen. Y medios con
los que él mismo ha colaborado a través de sus aportes, que ya documenté en el
post de referencia de junio de 2012.
Mientras Federico Tessore
nos hace un recorrido por su tiendita de horrores, y nos promete una y otra vez
que, por su inmensa y absoluta generosidad, va a compartir con nosotros sus
estrategias de supervivencia, no hace otra cosa que alimentar miedos con el fin
de promover a quienes sostienen sus mismas ideas. Esas con las que unos pocos
–él mismo lo ha confesado- se enriquecieron. Y muchos –él mismo lo ha
confesado- se han empobrecido. Y Argentina –siempre- salió perdiendo.
¿Por qué habría ahora de
ser de otra manera? Después de todo, ya sabemos de qué lado nos ha tocado estar
cada vez que se aplicaron estas recetas neoliberales. Aun cuando, al principio,
podían hacernos creer que estábamos ganando.
Viviana
Taylor