lunes, 16 de julio de 2012

Claros, oscuros y grises de un gobierno nac&pop




El 25 de marzo de 2010, en este mismo blog publiqué un posteo que comencé con el siguiente párrafo:

No la voté y probablemente nunca lo haga. Pero, viniendo de la izquierda del radicalismo y no sintiéndome ya representada por ningún partido, me sorprendo con más acuerdos con este gobierno que con cualquier otro del que tenga memoria.

Poco más de un año y medio después, estaba votando a Cristina por primera vez. ¿Qué fue lo que me llevó a hacerlo? ¿Y por qué sigo apoyando a este gobierno?

Quizás, antes de comenzar a hacer una lista -seguramente incompleta- de lo que considero sus aciertos, convenga una aclaración: en primer lugar lo apoyo porque, en tanto gobierno, es el que nos está gobernando (tautología de Perogrullo si la hay), y de su suerte depende la nuestra. No le deseé la caída al gobierno menemista –al que estuve más opuesta de todos los gobiernos constitucionales- así que no me imagino tampoco complotando contra ningún otro. Mi postura, siempre, ha sido constructiva. Aún desde la más descarnada crítica. Hecha la aclaración, continúo:



Algunos aciertos que le reconozco a este gobierno:

·         La reestatización de Aerolíneas Argentinas e YPF. Se trata de áreas estratégicas para el Estado y, como tales, deben estar en manos del Estado. En el caso de AA, porque su función primordial es garantizar la conectividad del país, y por eso es irrelevante si da ganancias o pérdidas. Más aún, creo que, en tanto su función es garantizar la conectividad del país, lo esperable es que se gestione con un cierto nivel de pérdidas previsibles, ya que debe atender aquellas rutas estratégicas pero no rentables, y por lo tanto desatendidas por otras compañías. En el caso de YPF, en cambio, creo que debe gestionarse de modo que se viabilice todo su potencial –directo e indirecto- para generar riqueza: directo por la explotación de sus recursos, e indirecto por las posibilidades que abre para el desarrollo económico del país.

·         He festejado, también, la recuperación de los fondos de las AFJP. Creo en un sistema jubilatorio solidario, de reparto, que se sostiene con los aportes de los trabajadores. Creo profundamente en la ética y la pragmática sobre las que se asienta. Y por eso estoy en contra de su privatización -con la misma fuerza de convicción- porque no se garantiza siquiera la conservación del capital individual aportado.

·         Celebro la Ley de Movilidad Jubilatoria, que ha creado –por primera vez- un mecanismo de ajuste de los montos jubilatorios. Y el 95% de la cobertura previsional.

·         Apoyo la promoción de obras públicas y de la construcción, como generadoras de trabajo a la par que se mejora la calidad de vida, sobre todo cuando se articulan con proyectos de desarrollo social y económico; los programas de apoyo a los microemprendimientos y las PyMES; el subsidio a empresas y las diferentes acciones de promoción del consumo.

·         Estoy de acuerdo con el control del comercio exterior: necesitamos promover la industria nacional, y no es posible hacerlo cuando el mercado interno está inundado de productos importados a bajo precio. Además, no es conveniente ser descuidados en este sentido: vivimos en un mundo que se vuelve progresivamente más protector de sus fronteras económicas; mal que nos pese tener que desacostumbrarnos a las comodidades que vivimos durante lustros de laxitud en los controles comerciales. Comodidades que hemos pagado, según las épocas, con la pérdida o la no generación de nuevos puestos de trabajo.

·         En este contexto, no sólo estoy de acuerdo sino que creo que es imprescindible la Asignación Universal por Hijo. En parte, porque ayuda a los hogares más vulnerables, y en parte porque colabora en acciones de control que de otro modo son difíciles de llevar adelante: sobre la escolaridad y el cuidado de la salud de los niños y adolescentes. Reconozco, sin embargo, que el control de la escolarización requiere de mecanismos que todavía hay que ajustar.

·         En una misma línea con estas acciones, no he visto inyectar tanto dinero en educación como en los últimos años: no sólo a través de los planes de entrega de las netbooks, sino en equipamientos de laboratorios y bibliotecas escolares, en los programas de subsidios a las escuelas para destinos diversos, en el pago de becas a estudiantes de las áreas educativas que se desean impulsar. Viniendo de semejante retraso, seguramente esta inversión es insuficiente. Pero se está haciendo. Aunque espero mucho más. Y así como se está haciendo en Educación, se está haciendo en otras áreas vinculadas, como en Ciencia y Tecnología.

·         Y hablando de inyectar dinero, próximamente se va a devolver prácticamente la totalidad de dinero que había quedado aún atrapado por el “corralito del 2001” (quedará una pequeña parte residual que será liquidada el año que viene).

·         Adhiero a la Ley de Medios Audiovisuales. La batalla mediática descarnada a la que asistimos actualmente no hace más que confirmar lo acertado de la dirección de esta ley: las mismas acciones que los medios concentrados llaman “censura” cuando se realizan en un sentido contrario a sus deseos, son llamadas “decisión empresarial” cuando los benefician. Para quienes vivimos en el área metropolitana de Buenos Aires quizás sus beneficios no son tan evidentes, y los pensamos sólo desde disquisiciones ideológicas, pero para quienes viven en el interior del país seguramente está claro que los medios hegemónicos, con una visión fuertemente centralista, no dejan lugar a los intereses locales. Y allí los tenemos, protestando cuando, aún dominando sobre la mayoría de las repetidoras, no alcanzan a cooptar el horario deseado en una. Cuando en diciembre venza el plazo de desinversión para el Grupo Clarín, veremos si se cumple el compromiso que ha asumido el gobierno de controlar que, en la misma medida, desinviertan los otros grupos –afines u opositores- que también han concentrado medios, aunque en menor medida.

·         Reconozco el evidente respeto a la libertad de prensa, opinión y expresión. Es más, hago uso  de ella. Las quejas de algunos medios respecto del avasallamiento de estos derechos no hace más que confirmar su existencia. Y todos los casos –al menos los que recuerdo- de denuncias de extorsión por estas causas, en realidad consistieron en la exposición pública o la persecución penal de delitos. El respeto a la libertad de prensa se ha sostenido, incluso, en el reconocimiento del derecho a difundir mentiras: hay una práctica bastante extendida entre diversos diarios de publicar noticias cuyos títulos y volanta en nada coinciden con el cuerpo de la información… pero escriben lo que quieren instalar donde saben que la gente lee, y se preservan en el cuerpo de la nota de ser acusados de difamación. Lo que también advierto es una actitud sumamente hipócrita en muchos medios –grandes y pequeños- opositores a los distintos gobiernos (nacional, provinciales o municipales) que reclaman para sí algo que no están dispuestos a reconocerles a los demás: así, los critican impiadosamente, pero ante el menor cuestionamiento los acusan de estar violentando sus derechos.

·         Adhiero intelectual y visceralmente a la política de Derechos Humanos. Sigo con sumo interés todos los juicios a los asesinos, apropiadores de menores y cómplices económicos y políticos de la última dictadura, tanto militares como civiles: ha sido un largo camino iniciado por Alfonsín y que ahora ha encontrado su condición de posibilidad y la voluntad política para transitarlo (después de los largos silencios de los gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde, y de muchos de sus políticos y funcionarios). Política de Derechos Humanos que no estaría completa si no se hubiesen sancionado la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de Género; pero tampoco si no contáramos con la Ley Integral de Protección a la Mujer, la reciente figura de Femicidio y el derogamiento del Avenimiento.



Por supuesto que no todos son aciertos. Hay zonas oscuras que creo necesario iluminar, con la misma convicción y apasionamiento:

·         Así como festejo la reestatización de YPF, creo que estamos en peligro de volver a caer en graves errores si no revemos toda la política sobre nuestra matriz energética. Hay que redefinir urgentemente las condiciones de producción, transporte y distribución del gas y la electricidad, así como los contratos de las compañías implicadas y su cumplimiento. Y ya que estamos, si no es mucho pedir, la provisión de agua potable y el sistema de cloacas. En esta misma línea de razonamiento, asocio otra preocupación: la explotación de los recursos naturales. Creo que la política nacional -y el modo en que enmarca las políticas provinciales- es, al menos, lábil. Si bien es cierto que la necesidad tiene cara de hereje, hay herejías que se pagan caro, y eso está sucediendo con la postura del gobierno frente a la megaminería. Quizás el problema no se vea claramente porque las consecuencias son de largo plazo, y hay una cierta tendencia -no sólo en este gobierno- a tratar políticas que deberían ser de Estado como cuestiones de gestión de gobierno. Un claro ejemplo es la Ley de Glaciares y sus avatares hasta que logró ser aprobada, aunque para su aplicación plena falta todavía un largo camino. Otro ejemplo, es la falta de controles respecto de las sustancias que se usan para el control de plagas y el desmalezamiento, controles que difícilmente van a ajustarse a políticas centradas en lo ambiental y la salud pública, dadas las ganancias que permiten generar en el campo.

 
·         Creo que también es urgente la revisión de todo nuestro sistema de transportes. Y debería comenzarse por el transporte ferroviario: haciendo cirugía mayor si es necesario. La política de desguace que dio sus golpes finales en la década de los ’90, y que llevó a un crecimiento inconmensurable del tráfico en las rutas con todos los inconvenientes que ha acarreado, debe ser revisada de inmediato. Pero no desde el voluntarismo de los discursos y las acciones de emparchamiento, sino desde una mirada refundacional del sistema ferroviario y de las políticas viales, como subsistemas de un desarrollo económico socialmente sustentable.

·         Si bien aplaudo la Ley de Movilidad Jubilatoria y la cobertura del sistema, sostengo con convicción plena el reclamo por el 82% móvil. La movilidad es buena como paso previo, a la espera de la posibilidad. Una posibilidad que debería ser concretada en lo inmediato.

·         Otro sistema que requiere de urgente revisión es el Tributario. Nuestra matriz tributaria está atravesada por la regresividad. Quizás los puntos más álgidos son el IVA –en su esencia, el impuesto más regresivo de todos- y la no tributación de la renta financiera. Pero también es necesario rever la posibilidad de excluir a la 4º categoría del Impuesto a las Ganancias. Y, conjuntamente, la revisión de los topes para el pago del salario familiar.

·         Respecto de la Ley de Medios, también deberían revisarse con igual celo las actividades, prestaciones, beneficios y obligaciones de las compañías que proveen servicios de telefonía.

·         Una última zona oscura, quizás no grave directamente, pero sí creadora de un clima enrarecido y molesto, capaz de promover escaladas violentas, es la tendencia a la confrontación continua. Este clima se ha instalado de tal manera que ya no es posible, en casi ningún ámbito de la vida cotidiana, hacer una observación en favor ni en contra de ninguna medida de gobierno, o acción política o de los medios de comunicación, sin volverse objeto de una catarata de agravios y descalificaciones –desde uno u otro sector, según sea el caso-. Un punto particularmente oscuro está dado por lo que podríamos denominar “la interna peronista”. Quizás por cierta tendencia a la pasividad de la oposición, bastante desdibujada de la arena pública, las rencillas privadas propias de las internas partidarias del partido gobernante se están dirimiendo frente a todos. Y ese cambio de escenario, llevando a lo público lo que debería ser privado, ha cambiado también algunas estrategias de presión y negociación, elevando a cuestiones de gobierno conflictos que deberían mantenerse domésticos a los partidos. En este contexto es que pueden interpretarse, por ejemplo, la distribución discrecional de fondos a las provincias (fondos que, como en el caso de la Coparticipación Federal, les pertenecen), o las sobreactuadas diferencias entre gobernadores entre sí, o con sus vices.



Creo, asimismo, que hay algunas zonas grises. Zonas en las que no es fácil llegar a acuerdos, ni a convicciones plenas respecto de qué es lo conveniente o lo correcto, por la complejidad de los problemas que abordan. Y que por eso requieren de un debate honesto y abierto de todos los sectores de la sociedad; un tipo de debate que –me duele reconocerlo- al menos hoy no creo posible:

·         Uno de estos problemas son los controles sobre las monedas extranjeras. Acuerdo con que es necesario tener una política cambiaria férrea, dado el contexto de crisis económica mundial que estamos transitando, y los compromisos que se deben afrontar. Compromisos entre los que está el rescate de los bonos por el corralito; en un contexto de crisis donde algunos financistas –desde los medios hegemónicos- recomiendan sacar el dinero del país, comprar empresas en crisis para vaciarlas, y evadir impuestos. Pero también creo que es difícil marcar la frontera de esos controles. Y me da la sensación de que al gobierno le está pasando lo mismo: parecería que se está actuando por ensayo-error, partiendo de ciertas hipótesis que son sometidas a prueba en la realidad, y de ahí los avances y retrocesos permanentes que generan tanta confusión. Si la honestidad fuese una posibilidad, lo conveniente sería decir que están viendo qué hacer y cómo. Pero, en política financiera, no hay nada más peligroso que mostrar debilidad. Y la duda es leída como tal.

·         Otros dos grandes puntos grises son la despenalización del aborto y del consumo de marihuana. Ambos porque no pueden ser discutidos en aislado, sino que requieren de replanteos tanto a nivel educativo como sanitario. Consecuentemente, según el modo en que sean planteados pueden aportar grandes soluciones, o sumar tragedias.

·         Como un tercer punto gris, creo que hemos perdido una enorme oportunidad: las retenciones móviles para el campo. Si se hubiese aprobado la famosa “125” que tantos problemas causó, hoy estaríamos todos más contentos: la gente del campo incluida. Por no aceptar aportar más cuando ganaron más, se perdieron la posibilidad de aportar menos cuando ganaron menos. Aunque ahora estén de buenas con la soja en alza, saben –porque lo experimentaron recientemente- que las cotizaciones son cíclicas. Debería volver a presentarse el proyecto. El problema es que cuando un sector está dispuesto a consensuar, es justo cuando el otro no está interesado en sentarse a negociar. Hacen falta anteojos para ver de lejos: los que están usando –unos y otros- los ata a la coyuntura.

·         Un inmenso punto gris es la corrupción. No voy a caer en ingenuidades del tipo: este gobierno es corrupto. Todos los gobiernos lo son. Está en la naturaleza de los gobiernos serlo, en tanto se rigen por la lógica política. Pero la ética es del dominio de las personas, de modo que las personas –aún quienes forman parte de los gobiernos- pueden ser corruptas, o no. Por eso es que la corrupción la pongo en esta zona gris, y no como un inmenso punto negro: cierta corrupción es inevitable, la cuestión es qué se hace con ella. Y hay demasiadas sospechas y algunos casos concretos de corrupción con los que, al menos desde lo evidente, parece no estar haciéndose demasiado. Aunque una de las cosas que aprendí de este gobierno es que muchas veces se despacha con algo cuando nadie había advertido que se estaba trabajando sobre eso. Veremos…

·         Un último punto gris al que voy a hacer alusión es esta nueva tendencia que ha dado en llamarse “Cristina eterna”. Si bien la Presidenta no ha dado muestras de estar a favor de una reforma constitucional que habilite un nuevo período presidencial, lo cierto es que la insistencia en el tema de ciertos ultrak y ultracristinistas ha instalado el tema, del que se han hecho eco los medios opositores, para descalificarla. Un tema que no creo que esté en la agenda presidencial, pero que quizás debería ser aclarada esta ausencia –y la voluntad de que así continúe- con mayor vehemencia para no dar lugar a especulaciones vanas. Lo que torna gris esta cuestión es que, lo que la vuelve verosímil –aunque no sea cierta- es que no es posible vislumbrar una figura clara que se recorte en el horizonte cristinista de cara a una futura candidatura presidencial. Consecuencias no deseadas de los liderazgos tan marcadamente personalistas…