El
25 de marzo de 2010, en este mismo blog publiqué un posteo que comencé con el
siguiente párrafo:
No la voté y
probablemente nunca lo haga. Pero, viniendo de la izquierda del radicalismo y
no sintiéndome ya representada por ningún partido, me sorprendo con más
acuerdos con este gobierno que con cualquier otro del que tenga memoria.
Poco más de un año y medio después, estaba
votando a Cristina por primera vez. ¿Qué fue lo que me llevó a hacerlo? ¿Y por
qué sigo apoyando a este gobierno?
Quizás, antes de comenzar a hacer una lista
-seguramente incompleta- de lo que considero sus aciertos, convenga una
aclaración: en primer lugar lo apoyo porque, en tanto gobierno, es el que nos
está gobernando (tautología de Perogrullo si la hay), y de su suerte depende la
nuestra. No le deseé la caída al gobierno menemista –al que estuve más opuesta
de todos los gobiernos constitucionales- así que no me imagino tampoco complotando
contra ningún otro. Mi postura, siempre, ha sido constructiva. Aún desde la más
descarnada crítica. Hecha la aclaración, continúo:
Algunos aciertos que le reconozco a este
gobierno:
·
La reestatización de Aerolíneas Argentinas e
YPF. Se trata de áreas estratégicas para el Estado y, como tales, deben estar
en manos del Estado. En el caso de AA, porque su función primordial es
garantizar la conectividad del país, y por eso es irrelevante si da ganancias o
pérdidas. Más aún, creo que, en tanto su función es garantizar la conectividad
del país, lo esperable es que se gestione con un cierto nivel de pérdidas
previsibles, ya que debe atender aquellas rutas estratégicas pero no rentables,
y por lo tanto desatendidas por otras compañías. En el caso de YPF, en cambio,
creo que debe gestionarse de modo que se viabilice todo su potencial –directo e
indirecto- para generar riqueza: directo por la explotación de sus recursos, e
indirecto por las posibilidades que abre para el desarrollo económico del país.
·
He festejado, también, la recuperación de
los fondos de las AFJP. Creo en un sistema jubilatorio solidario, de reparto, que
se sostiene con los aportes de los trabajadores. Creo profundamente en la ética
y la pragmática sobre las que se asienta. Y por eso estoy en contra de su
privatización -con la misma fuerza de convicción- porque no se garantiza
siquiera la conservación del capital individual aportado.
·
Celebro la Ley de Movilidad Jubilatoria, que
ha creado –por primera vez- un mecanismo de ajuste de los montos jubilatorios. Y
el 95% de la cobertura previsional.
·
Apoyo la promoción de obras públicas y de la
construcción, como generadoras de trabajo a la par que se mejora la calidad de
vida, sobre todo cuando se articulan con proyectos de desarrollo social y
económico; los programas de apoyo a los microemprendimientos y las PyMES; el
subsidio a empresas y las diferentes acciones de promoción del consumo.
·
Estoy de acuerdo con el control del comercio
exterior: necesitamos promover la industria nacional, y no es posible hacerlo
cuando el mercado interno está inundado de productos importados a bajo precio.
Además, no es conveniente ser descuidados en este sentido: vivimos en un mundo
que se vuelve progresivamente más protector de sus fronteras económicas; mal
que nos pese tener que desacostumbrarnos a las comodidades que vivimos durante
lustros de laxitud en los controles comerciales. Comodidades que hemos pagado,
según las épocas, con la pérdida o la no generación de nuevos puestos de
trabajo.
·
En este contexto, no sólo estoy de acuerdo
sino que creo que es imprescindible la Asignación Universal por Hijo. En parte,
porque ayuda a los hogares más vulnerables, y en parte porque colabora en
acciones de control que de otro modo son difíciles de llevar adelante: sobre la
escolaridad y el cuidado de la salud de los niños y adolescentes. Reconozco,
sin embargo, que el control de la escolarización requiere de mecanismos que todavía
hay que ajustar.
·
En una misma línea con estas acciones, no he
visto inyectar tanto dinero en educación como en los últimos años: no sólo a
través de los planes de entrega de las netbooks, sino en equipamientos de
laboratorios y bibliotecas escolares, en los programas de subsidios a las
escuelas para destinos diversos, en el pago de becas a estudiantes de las áreas
educativas que se desean impulsar. Viniendo de semejante retraso, seguramente
esta inversión es insuficiente. Pero se está haciendo. Aunque espero mucho más.
Y así como se está haciendo en Educación, se está haciendo en otras áreas
vinculadas, como en Ciencia y Tecnología.
·
Y hablando de inyectar dinero, próximamente
se va a devolver prácticamente la totalidad de dinero que había quedado aún
atrapado por el “corralito del 2001” (quedará una pequeña parte residual que
será liquidada el año que viene).
·
Adhiero a la Ley de Medios Audiovisuales. La
batalla mediática descarnada a la que asistimos actualmente no hace más que
confirmar lo acertado de la dirección de esta ley: las mismas acciones que los
medios concentrados llaman “censura” cuando se realizan en un sentido contrario
a sus deseos, son llamadas “decisión empresarial” cuando los benefician. Para
quienes vivimos en el área metropolitana de Buenos Aires quizás sus beneficios
no son tan evidentes, y los pensamos sólo desde disquisiciones ideológicas,
pero para quienes viven en el interior del país seguramente está claro que los
medios hegemónicos, con una visión fuertemente centralista, no dejan lugar a
los intereses locales. Y allí los tenemos, protestando cuando, aún dominando sobre
la mayoría de las repetidoras, no alcanzan a cooptar el horario deseado en una.
Cuando en diciembre venza el plazo de desinversión para el Grupo Clarín,
veremos si se cumple el compromiso que ha asumido el gobierno de controlar que,
en la misma medida, desinviertan los otros grupos –afines u opositores- que
también han concentrado medios, aunque en menor medida.
·
Reconozco el evidente respeto a la libertad
de prensa, opinión y expresión. Es más, hago uso de ella. Las quejas de algunos medios
respecto del avasallamiento de estos derechos no hace más que confirmar su
existencia. Y todos los casos –al menos los que recuerdo- de denuncias de
extorsión por estas causas, en realidad consistieron en la exposición pública o
la persecución penal de delitos. El respeto a la libertad de prensa se ha sostenido,
incluso, en el reconocimiento del derecho a difundir mentiras: hay una práctica
bastante extendida entre diversos diarios de publicar noticias cuyos títulos y
volanta en nada coinciden con el cuerpo de la información… pero escriben lo que
quieren instalar donde saben que la gente lee, y se preservan en el cuerpo de
la nota de ser acusados de difamación. Lo que también advierto es una actitud
sumamente hipócrita en muchos medios –grandes y pequeños- opositores a los
distintos gobiernos (nacional, provinciales o municipales) que reclaman para sí
algo que no están dispuestos a reconocerles a los demás: así, los critican
impiadosamente, pero ante el menor cuestionamiento los acusan de estar
violentando sus derechos.
·
Adhiero intelectual y visceralmente a la
política de Derechos Humanos. Sigo con sumo interés todos los juicios a los
asesinos, apropiadores de menores y cómplices económicos y políticos de la
última dictadura, tanto militares como civiles: ha sido un largo camino
iniciado por Alfonsín y que ahora ha encontrado su condición de posibilidad y
la voluntad política para transitarlo (después de los largos silencios de los
gobiernos de Menem, De la Rúa y Duhalde, y de muchos de sus políticos y
funcionarios). Política de Derechos Humanos que no estaría completa si no se
hubiesen sancionado la Ley de Matrimonio Igualitario y la Ley de Identidad de
Género; pero tampoco si no contáramos con la Ley Integral de Protección a la
Mujer, la reciente figura de Femicidio y el derogamiento del Avenimiento.
Por supuesto que no todos son aciertos. Hay zonas
oscuras que creo necesario iluminar, con la misma convicción y apasionamiento:
·
Así como festejo la reestatización de YPF,
creo que estamos en peligro de volver a caer en graves errores si no revemos
toda la política sobre nuestra matriz energética. Hay que redefinir
urgentemente las condiciones de producción, transporte y distribución del gas y
la electricidad, así como los contratos de las compañías implicadas y su
cumplimiento. Y ya que estamos, si no es mucho pedir, la provisión de agua
potable y el sistema de cloacas. En esta misma línea de razonamiento, asocio otra preocupación: la explotación de los recursos naturales. Creo que la política nacional -y el modo en que enmarca las políticas provinciales- es, al menos, lábil. Si bien es cierto que la necesidad tiene cara de hereje, hay herejías que se pagan caro, y eso está sucediendo con la postura del gobierno frente a la megaminería. Quizás el problema no se vea claramente porque las consecuencias son de largo plazo, y hay una cierta tendencia -no sólo en este gobierno- a tratar políticas que deberían ser de Estado como cuestiones de gestión de gobierno. Un claro ejemplo es la Ley de Glaciares y sus avatares hasta que logró ser aprobada, aunque para su aplicación plena falta todavía un largo camino. Otro ejemplo, es la falta de controles respecto de las sustancias que se usan para el control de plagas y el desmalezamiento, controles que difícilmente van a ajustarse a políticas centradas en lo ambiental y la salud pública, dadas las ganancias que permiten generar en el campo.
·
Creo que también es urgente la revisión de
todo nuestro sistema de transportes. Y debería comenzarse por el transporte
ferroviario: haciendo cirugía mayor si es necesario. La política de desguace
que dio sus golpes finales en la década de los ’90, y que llevó a un
crecimiento inconmensurable del tráfico en las rutas con todos los inconvenientes
que ha acarreado, debe ser revisada de inmediato. Pero no desde el voluntarismo
de los discursos y las acciones de emparchamiento, sino desde una mirada
refundacional del sistema ferroviario y de las políticas viales, como
subsistemas de un desarrollo económico socialmente sustentable.
·
Si bien aplaudo la Ley de Movilidad
Jubilatoria y la cobertura del sistema, sostengo con convicción plena el
reclamo por el 82% móvil. La movilidad es buena como paso previo, a la espera
de la posibilidad. Una posibilidad que debería ser concretada en lo inmediato.
·
Otro sistema que requiere de urgente
revisión es el Tributario. Nuestra matriz tributaria está atravesada por la
regresividad. Quizás los puntos más álgidos son el IVA –en su esencia, el
impuesto más regresivo de todos- y la no tributación de la renta financiera.
Pero también es necesario rever la posibilidad de excluir a la 4º categoría del
Impuesto a las Ganancias. Y, conjuntamente, la revisión de los topes para el
pago del salario familiar.
·
Respecto de la Ley de Medios, también
deberían revisarse con igual celo las actividades, prestaciones, beneficios y
obligaciones de las compañías que proveen servicios de telefonía.
·
Una última zona oscura, quizás no grave
directamente, pero sí creadora de un clima enrarecido y molesto, capaz de
promover escaladas violentas, es la tendencia a la confrontación continua. Este
clima se ha instalado de tal manera que ya no es posible, en casi ningún ámbito
de la vida cotidiana, hacer una observación en favor ni en contra de ninguna
medida de gobierno, o acción política o de los medios de comunicación, sin
volverse objeto de una catarata de agravios y descalificaciones –desde uno u
otro sector, según sea el caso-. Un punto particularmente oscuro está dado por lo
que podríamos denominar “la interna peronista”. Quizás por cierta tendencia a
la pasividad de la oposición, bastante desdibujada de la arena pública, las
rencillas privadas propias de las internas partidarias del partido gobernante
se están dirimiendo frente a todos. Y ese cambio de escenario, llevando a lo
público lo que debería ser privado, ha cambiado también algunas estrategias de
presión y negociación, elevando a cuestiones de gobierno conflictos que
deberían mantenerse domésticos a los partidos. En este contexto es que pueden
interpretarse, por ejemplo, la distribución discrecional de fondos a las
provincias (fondos que, como en el caso de la Coparticipación Federal, les
pertenecen), o las sobreactuadas diferencias entre gobernadores entre sí, o con
sus vices.
Creo, asimismo, que hay algunas zonas
grises. Zonas en las que no es fácil llegar a acuerdos, ni a convicciones
plenas respecto de qué es lo conveniente o lo correcto, por la complejidad de
los problemas que abordan. Y que por eso requieren de un debate honesto y
abierto de todos los sectores de la sociedad; un tipo de debate que –me duele
reconocerlo- al menos hoy no creo posible:
·
Uno de estos problemas son los controles
sobre las monedas extranjeras. Acuerdo con que es necesario tener una política
cambiaria férrea, dado el contexto de crisis económica mundial que estamos
transitando, y los compromisos que se deben afrontar. Compromisos entre los que
está el rescate de los bonos por el corralito; en un contexto de crisis donde
algunos financistas –desde los medios hegemónicos- recomiendan sacar el dinero
del país, comprar empresas en crisis para vaciarlas, y evadir impuestos. Pero
también creo que es difícil marcar la frontera de esos controles. Y me da la
sensación de que al gobierno le está pasando lo mismo: parecería que se está
actuando por ensayo-error, partiendo de ciertas hipótesis que son sometidas a
prueba en la realidad, y de ahí los avances y retrocesos permanentes que
generan tanta confusión. Si la honestidad fuese una posibilidad, lo conveniente
sería decir que están viendo qué hacer y cómo. Pero, en política financiera, no
hay nada más peligroso que mostrar debilidad. Y la duda es leída como tal.
·
Otros dos grandes puntos grises son la
despenalización del aborto y del consumo de marihuana. Ambos porque no pueden
ser discutidos en aislado, sino que requieren de replanteos tanto a nivel educativo
como sanitario. Consecuentemente, según el modo en que sean planteados pueden
aportar grandes soluciones, o sumar tragedias.
·
Como un tercer punto gris, creo que hemos
perdido una enorme oportunidad: las retenciones móviles para el campo. Si se
hubiese aprobado la famosa “125” que tantos problemas causó, hoy estaríamos
todos más contentos: la gente del campo incluida. Por no aceptar aportar más
cuando ganaron más, se perdieron la posibilidad de aportar menos cuando ganaron
menos. Aunque ahora estén de buenas con la soja en alza, saben –porque lo
experimentaron recientemente- que las cotizaciones son cíclicas. Debería volver
a presentarse el proyecto. El problema es que cuando un sector está dispuesto a
consensuar, es justo cuando el otro no está interesado en sentarse a negociar.
Hacen falta anteojos para ver de lejos: los que están usando –unos y otros- los
ata a la coyuntura.
·
Un inmenso punto gris es la corrupción. No
voy a caer en ingenuidades del tipo: este gobierno es corrupto. Todos los
gobiernos lo son. Está en la naturaleza de los gobiernos serlo, en tanto se
rigen por la lógica política. Pero la ética es del dominio de las personas, de
modo que las personas –aún quienes forman parte de los gobiernos- pueden ser
corruptas, o no. Por eso es que la corrupción la pongo en esta zona gris, y no
como un inmenso punto negro: cierta corrupción es inevitable, la cuestión es
qué se hace con ella. Y hay demasiadas sospechas y algunos casos concretos de
corrupción con los que, al menos desde lo evidente, parece no estar haciéndose
demasiado. Aunque una de las cosas que aprendí de este gobierno es que muchas
veces se despacha con algo cuando nadie había advertido que se estaba
trabajando sobre eso. Veremos…
·
Un último punto gris al que voy a hacer
alusión es esta nueva tendencia que ha dado en llamarse “Cristina eterna”. Si
bien la Presidenta no ha dado muestras de estar a favor de una reforma
constitucional que habilite un nuevo período presidencial, lo cierto es que la
insistencia en el tema de ciertos ultrak y ultracristinistas ha instalado el
tema, del que se han hecho eco los medios opositores, para descalificarla. Un
tema que no creo que esté en la agenda presidencial, pero que quizás debería
ser aclarada esta ausencia –y la voluntad de que así continúe- con mayor
vehemencia para no dar lugar a especulaciones vanas. Lo que torna gris esta
cuestión es que, lo que la vuelve verosímil –aunque no sea cierta- es que no es
posible vislumbrar una figura clara que se recorte en el horizonte cristinista
de cara a una futura candidatura presidencial. Consecuencias no deseadas de los
liderazgos tan marcadamente personalistas…