(Sobre la clase abierta
ofrecida en el Profesorado de Educación Inicial del ISFD 112, en el marco de la
conmemoración de la Revolución de Mayo, 2017)
Viviana Taylor
Uno de los recuerdos que tengo asociados a los actos
escolares de mi infancia, sigue en mí como una especie de asociación refleja:
cada vez que escucho “Revolución de Mayo” en mi cabeza resuene “el Pueblo
quiere saber de qué se trata”.
Me sigue pasando. Sigo queriendo saber de qué se trata. Y
sospecho que todos los que estamos acá queremos saber de qué se trata.
Por eso, para empezar, vamos a ponernos de acuerdo en qué
significamos cuando decimos “REVOLUCIÓN”. Como para entendernos.
Cuando comencé a pensar sobre esto que ahora les propongo
pensar juntos, definir REVOLUCIÓN fue un problema. No por el significado en sí
de la palabra: una REVOLUCIÓN ES UN
CAMBIO RADICAL Y RÁPIDO DE LAS ESTRUCTURAS VIGENTES. Se convirtió en un
problema porque al significarla como REVOLUCIÓN DE MAYO se complejizó el
concepto. Cuando era una niña que iba al jardín y bailaba el pericón vestida de
paisanita lo tenía más claro: nos reuníamos para celebrar el “cumpleaños de la Patria”. Pero
hoy esa idea no me resulta tan clara: uno nace una vez y listo, ya nació, ya
está, ya existe.
Mi hipótesis (espero que como docentes en
formación y ciudadanas que son se tomen en serio el desafío de refutarla,
porque para eso están las hipótesis) es que la Revolución de Mayo es una
revolución inconclusa. Una revolución que todavía estamos librando, que
continúa. A veces con mayor o menor visibilidad, y por momentos casi
clandestinamente. En este sentido, somos herederos de batallas inconclusas, en
las que de un lado hay un modelo de país y del otro lado un modelo de colonia.
Para poder seguir pensando en torno de esta hipótesis,
necesitamos derribar dos mitos:
1º MITO: HAY VARIOS MODELOS DE PAÍS. No, no hay varios modelos de
país: hay un modelo de país.
Un modelo de país significa independencia económica, soberanía territorial y
política, ciudadanía con derechos. Podrá haber diferentes formas de
construirlo, y diferentes momentos en su construcción, pero un país es eso.
Frente a eso lo que hay no es otro modelo de país, sino un modelo de colonia, de dependencia.
2º MITO: NO ES NECESARIO QUE UNA REVOLUCIÓN SEA VIOLENTA.
Si una revolución,
por definición, busca el cambio radical y rápido de las estructuras vigentes, sin
dudas va a tocar intereses. Y no hay manera de que eso no provoque una reacción
violenta por parte de quienes sientan que pierden privilegios. En nuestra historia,
esas reacciones –a veces más sutiles y a veces más dramáticas- siempre han sido brutales, y es
importante que aprendamos a reconocerlas porque de estas formas de violencia
está atravesada nuestra identidad común.
Hablando de ser herederos de batallas inconclusas…
viajemos a 1806. Se había producido
la primera invasión inglesa, y el Gral
Carr Beresford era el flamante gobernador de Buenos Ayres. El 10 de julio
de 1806 Beresford, abrió una oficina en la que se presentaron 50 familias a
jurarle fidelidad al Imperio Británico, a cambio de protección a perpetuidad de
todos sus bienes para ellos y para las generaciones venideras. La mayoría de
esos vecinos permanecen desconocidos porque los documentos firmados fueron
destruidos para contribuir a la desmemoria, como vamos a ver que ha sucedido
mucho a lo largo de nuestra historia.
Lo que sí sabemos es que en esa reunión también les tomó
juramento a los miembros de su flamante regencia. Y que quien hasta entonces
había sido el Director de Aduana, Manuel
Belgrano, no se había presentado a jurar lealtad al imperio y había
renunciado a su cargo. Así que, en su lugar, fue nombrado como Director de
Aduana un conocido comerciante español que se dedicaba a traficar esclavos y al
contrabando, y que más tarde llegó a ser alcalde de primer voto del Cabildo y
Síndico del Consulado de Comercio. Su nombre: José Martínez de Hoz.
Adivinen cuál Director de Aduana terminó pobre y cuál
rico él y todas las generaciones venideras.
Toda la línea sucesoria de los Martínez de Hoz está
plagada de presidentes de la Sociedad Rural Argentina, un gobernador de la Pcia
de Buenos Aires gracias al fraude electoral en la década del 30, y muchos
cargos políticos con sus consecuentes juicios por malversación de caudales
públicos. Los que la historia argentina tiene más frescos fueron dos de sus
homónimos:
José Martínez de Hoz (1895)
fue director de La Forestal, una compañía inglesa fundada con capitales franceses y
con deuda que toma Argentina en Inglaterra, que constituyó un estado paralelo:
tenía ferrocarriles y puertos propios, pagaba a sus trabajadores con pagarés
que debían canjear en los almacenes de la empresa, con su propia fuerza de
represión, y que dejó devastadas millones de hectáreas en Santa Fe, Chaco y
Santiago del Estero, para exportar postes, durmientes y tanino, y con un pago
simbólico de impuestos, prácticamente nulo. Además, presidió la Sociedad Rural
Argentina.
Su hijo, otro José Martínez de
Hoz (1925) fue ministro de Economía de la Pcia de Salta
durante la dictadura que se autodenominó Revolución Libertadora (Fusiladora
para los enemigos) y de la Nación
durante la dictadura cívico-militar-clerical del ’76. Fue el verdadero
ideólogo del modelo económico neoliberal: apertura de las importaciones,
incentivos para el sector financiero que generaba más ganancias que la
inversión productiva (bicicleta financiera), libre disponibilidad de compra de
dólares, desindustrialización, endeudamiento externo, sujeción a las medidas
recomendadas por el FMI, y una brutal censura informativa y represión bajo la
forma de terrorismo de Estado para poder llevarlo adelante. Y aunque en 2010
fue condenado por los crímenes que cometió durante la dictadura, murió gozando
de prisión domiciliaria.
Y otro José
Martínez de Hoz, hijo del anterior, que viene de asesorar multinacionales
en propiedad intelectual, es el actual vicepresidente del Instituto Nacional de
Propiedad Industrial por Mauricio Macri. Es el encargado de proteger las
patentes de nuestra actividad fabril… Me eximo de mayores comentarios, porque
ya fue denunciado por incompatibilidad de funciones.
Volvamos a Beresford. Como sabemos, Buenos Aires fue reconquistada. Para
celebrar la victoria, un acaudalado vecino ofreció junto con su esposa un Banquete en honor a los Oficiales de la
Reconquista: no era otro que José Martínez de Hoz, flamante ex Director de
la Aduana al servicio del Imperio Británico. Y su historia no terminó ahí: en
el Cabildo Abierto del 22 de mayo de 1810 apoyó al virrey Cisneros y manifestó
su lealtad a España.
¿Por qué me remonté hasta las invasiones inglesas? Porque
con ellas (recordemos que hubo otra en 1807) ingresó por primera vez el
modelo de mercado a Buenos Aires, que si bien no era una ciudad
económicamente importante (había muy poco, casi nada fuera de contrabando), sí era
un elemento clave como punto estratégico y político.
Peguemos un salto en el tiempo. Pasamos los hechos de Mayo
de 1810 y todos los que los sucedieron… y llegamos a febrero de 1826. Bernardino
Rivadavia, primer presidente de las Provincias Unidas del Río del Plata.
Estábamos en guerra con Brasil y eso había apurado la necesidad de un cargo que
hasta ese momento no existía: un hombre con bastón de mando y banda
presidencial que representara al país en formación.
19 de febrero. Apenas 11 días después de su asunción, llegan a Buenos Aires los últimos hombres
que habían peleado casi 14 años a las órdenes de San Martín: el gran
enemigo de Rivadavia. ¿Qué los enfrentaba? Cuestiones de modelos, se ve que San
Martín era otro populista de esos que creen que hay un modelo de país y un
modelo de colonia. Y a él le parecía que lo que proponía Rivadavia no era un
modelo de país.
Recordemos que el general San Martín había partido al
exilio en 1824, después de dejar a sus Granaderos en manos de Bolívar.
Este ejército, que había sido abandonado por Buenos
Aires, se quedó peleando hasta la última batalla a pesar de estar sin recursos.
Y recién entonces emprendió la vuelta a Buenos Aires. Después de un mes de marcha desde Mendoza, llegó a la Plaza de Mayo en 23 carretas
trayendo lo poco que quedaba del Regimiento
de Granaderos a Caballo y del Ejército de los Andes. El único documento que
lo prueba son unas líneas en la Gaceta
Mercantil que dicen:
“Retornan al mando
del Coronel José Félix Bogado. A sus órdenes llegan 78 hombres, entre ellos
había seis que hicieron toda la campaña desde San Lorenzo hasta Ayacucho:
Paulino Rojas, Francisco Olmos, Segundo Patricio Gómez, Damasio Rosales,
Francisco Vargas y Miguel Chepoya”.
Nadie conoce en Buenos Aires esos seis nombres: no hay
calles, ni plazas, ni estatuas. Nada. Y no sabemos, porque no hay registro, quiénes son los otros 72 hombres sólo
conocidos por Dios y por la Patria. Nadie creyó tener ninguna deuda con esos
soldados sucios, llenos de cicatrices y heridas, mutilados, que ataron sus
caballos en los palenques de la Plaza de Mayo.
Lo que quedaba del Regimiento regresó a su antiguo
cuartel de Retiro para depositar lo que quedaba de sus armas, y fue disuelto.
Algunos de sus jefes y oficiales pasaron a otros cuerpos de reciente creación o
a escoltar al gran enemigo de su general y de la gesta sanmartiniana: a Rivadavia, el inventor de la deuda externa,
que prometía primer mundo mientras procuraba convertirnos en una próspera
colonia a las órdenes de Londres. De
esa deuda, Rosas pagó algo, y el resto -120 años después- la saldó Perón. Así
que tuvo bastante éxito con su modelo de coloniaje, pero la prosperidad nos la quedó
debiendo.
Este fue el camino por el que se transitó hacia la
segunda conquista, destruyendo los sueños de soberanía que habían llegado con
la Revolución de Mayo, con el grito de independencia en Tucumán, y con la
victoria militar de los Libertadores de América.
Y esta segunda conquista se
concretó entre 1852 y 1946, cuando –ya sin Rosas- se abrieron de par en par las
puertas para que Europa nos reduzca durante esos 94 años a ser proveedores de materias primas y
compradores compulsivos de productos elaborados. No es poco: casi un siglo.
Pero por la década de 1920 algunos oficiales del Ejército Argentino comenzaron a discutir
la necesidad de desarrollar tecnología
nacional para lograr autonomía económica y autodeterminación política.
Entre ellos:
·
Enrique Mosconi >>>>>>>
promotor de la producción nacional de petróleo
y combustibles
·
Manuel Savio
>>>>>>>>> padre de la siderurgia nacional
·
Francisco de Arteaga >>> pionero en la producción de aeronaves
Eran tiempos en los que en nuestro país se importaba TODO.
Y llegó el peronismo que puso en
marcha POR PRIMERA VEZ un modelo de país.
El primer peronismo
se encargó de motorizar esos sueños consolidando las bases de la industria nacional, que a su vez se apoyaron en las tres columnas del modelo de país:
soberanía política, independencia económica y justicia social. Se
promulgaron los Derechos del Trabajador, se puso en marcha el Plan Quinquenal,
se decretó la Independencia Económica al pagar la deuda externa (aquella que
venía desde hacía 120 años, contraída por Rivadavia) y se aprobó el voto
femenino. Y ese proceso culminó dos años después, con la Constitución del ’49, que sentó las bases para un modelo de país con un perfil exportador, con la profundización de la
sustitución de importaciones, con una
banca con sentido nacional, leyes laborales y distribución de la riqueza. La
Constitución del ’49 fue realmente revolucionaria: incorporó como derechos
constitucionales los del trabajo, la niñez y la ancianidad; el voto femenino,
la provincialización de los antiguos territorios nacionales, la elección
directa del presidente y vice, y su reelección. Una Patria nueva con reglas de
juego nuevas…
… hasta 1955,
cuando el golpe militar que terminó con el primer peronismo terminó también con
este modelo de país para volver al modelo de colonia. La Revolución Fusiladora pactó
el ingreso del FMI, se derogaron impuestos a la oligarquía, se cerraron las
paritarias, y se comenzó un proceso de endeudamiento externo, desindustrialización y avance de las
multinacionales, que a través de distintas fases se mantuvo en el gobierno hasta
el año 2003. Por supuesto, también se derogó
la Constitución del 49: una constitución para fundar un modelo de país era
un obstáculo para la reinstalación del modelo de colonia.
El argumento para derogarla fue que la Constituyente
estuvo mal convocada (una falacia: fue convocada de la misma manera que todas
las otras reformas) y por el artículo 78 que permitía la reelección de
presidente y vice.
Pero en realidad, lo
que molestaba para la reinstauración del modelo de colonia eran sus artículos
37, 38, 39 y 40 que establecen los derechos especiales y un criterio de
interpretación sobre cómo realizarlos: es el núcleo de la Justicia Social.
Lo interesante es que esa constitución fue derogada en
1956 por un bando militar, un decreto, así que técnicamente podríamos
argumentar que sigue vigente. No está derogada sino “desaparecida”.
La derecha, con su modelo de
colonia, fue gobierno en Argentina en el siglo XX casi exclusivamente a través
de golpes de Estado: se logró
imponer a través de las dictaduras, o condicionando democracias frágiles y con
proscripción de las mayorías.
El menemismo fue una bisagra histórica: le sirvió de Caballo de
Troya para permitirle al neoliberalismo desembarcar por segunda vez en 1989,
esta vez con el voto de los que tenían hambre de trabajo y distribución de la
riqueza. El menemismo prometió revolución
productiva y salariazo, pero en cuanto estuvo dentro de la Rosada liberó
importaciones, aumentó la deuda externa y trajo flexibilización laboral, más
desocupación y pobreza. Y una vez que estuvo desgastado, fue abandonado por
los centros financieros de poder, pero tuvo continuidad con la Alianza.
El saldo de esta
segunda década infame inaugurada por Menem y continuada por De la Rúa dejó 24% de desocupación, muerte del aparato
productivo por segunda vez en 25 años, 53% de argentinos bajo la línea de la
pobreza y casi 150 mil millones de dólares de deuda externa.
La gran pregunta es ¿cómo logró sostenerse este modelo de
colonia, de dependencia, durante más de una década, sin golpe de Estado?
En principio, avalado
por el Congreso, donde un sector dejó de votar en defensa de la República e
inauguró la Reforma del Estado con la
que se remató el patrimonio que demandó un siglo y medio de trabajo construir.
Y por un sector del sindicalismo que de
la mano de las privatizaciones se convirtió en empresario.
Y llegamos a Néstor Kirchner animándose a buscar la
presidencia que pocos querían y a pensar
una gobernabilidad distinta que nadie proponía como viable: volver a un modelo de país, basado en
el desendeudamiento externo, la sustitución de importaciones (con Cristina se
iba a extender a la sustitución de exportaciones), la vuelta a una banca
nacional en la que el sistema financiero se subordine al económico y el sistema
económico se subordine al sistema productivo, un proceso de industrialización
con generación de empleo protegido, redistribución de la riqueza, recuperación
del poder adquisitivo y reapertura de paritarias, extensión y universalización
de derechos (“para todos y todas”), recuperación de las empresas públicas que
habían sido privatizadas… ¡en síntesis, un modelo de país y de Estado! que dejó varios pendientes: la reforma
constitucional, la estatización de servicios esenciales, la democratización del
poder judicial (que tiene estilos cortesanos, más propios de los sistemas
monárquicos)…
La novedad llegó con Cambiemos,
con la incorporación de CEOs para la
conformación del gabinete. Por primera vez, en forma directa, el poder real
tomó la conducción del gobierno.
Un informe fresquito, de este año, de la Universidad Nacional de San Martín da
cuenta de que 3 de cada 10 funcionarios
jerárquicos convocados por Macri ocuparon alguna vez un puesto gerencial en el sector privado: 114 ejecutivos de las
principales compañías y estudios de abogados del país están ocupando alguno de
los 367 cargos de ministro, secretario o subsecretario. Así es como el modelo de colonia pasó de la intermediación al
protagonismo político.
A pesar de estas mutaciones –de forma pero no de
contenido- el modelo neoliberal de colonia se mantuvo consistente en el tiempo.
Y la evidencia la proveyó el mismísimo Mauricio Macri al contar en una
entrevista quiénes son sus referentes
políticos: Cacciatore, Menem y Frondizi.
Osvaldo Cacciatore, como
intendente de facto de la Ciudad de Buenos Aires entre 1976 y 1982, participó de la dictadura
que introdujo el modelo neoliberal de la mano de Martínez de Hoz, y representa
las interrupciones constitucionales que arrasaron con el país durante todo el
siglo XX. Es el representante de un sector que entendió que los caminos para
confrontar con los opositores eran la muerte, la cárcel y el exilio.
Carlos Menem significó la
primera instalación del neoliberalismo en el gobierno con apoyatura
constitucional: con leyes
en lugar de decretos, con la legitimación en las urnas de la ejecución del
modelo de colonia.
Arturo Frondizi olvidó sus raíces
yrigoyenistas en cuanto asumió a la presidencia (1958-1962) y cedió a cada una de las presiones del
partido militar esperando una lluvia de inversiones que nunca llegó, fue
quien puso el petróleo al servicio de
las multinacionales, fue el represor del Plan CONINTES, el que cerró
miles de kilómetros de vías de ferrocarril; el que debutó como privatizador con la entrega del frigorífico
Lisandro de la Torre; el que jugó a
favor de la educación privada en la disputa “laica o libre”, el que puso cuatro ministros de economía
neoliberales para anti-distribuir la riqueza...
Mauricio Macri los reivindica como sus referentes políticos,
y Cambiemos consolida cada día su modelo de colonia sin cometer ningún error.
Volvamos a preguntarnos, ¿cómo es que sigue sosteniéndose
este modelo? ¿Cómo es que logró legitimarse a través del voto?
Bertold Brecht es el autor de una frase de
una lucidez maravillosa: “el peor ignorante es el analfabeto político”.
Y lo es porque va generando miseria con cada decisión, a cada paso y NO SE DA
CUENTA.
Y no se da cuenta, porque su posibilidad de
concientización está siendo enajenada permanentemente por los medios
corporativos de comunicación (que también son grandes corporaciones
empresariales y por lo tanto se benefician con este modelo de colonia, que
promueven y sostienen). Por eso a través de ellos, de su comportamiento,
también podemos ver la consistencia del modelo:
DICTADURA DEL 76
|
‘90
|
Revolución de la Alegría
|
Papel
Prensa: a Clarín, La Nación y La Razón
·
Apropiada
a la familia Graiver
·
Vendida
a las empresas periodísticas a precio vil que nunca pagaron.
·
Única
empresa que produce papel de diario en el país
·
Y se
lo provee a alto precio a las otras empresas periodísticas
|
Le
entregaron Canal 13 a Clarín
(las privatizaciones
comenzaron estratégicamente por los medios de comunicación)
Se les entregó la
televisación del fútbol, a través del que crearon su casi monopolio de cable.
|
Suspensión
de la aplicación de la Ley de Medios
Se
absuelve a todos en la causa Papel Prensa y la querellante Lidia Papaleo
tiene que pagar las costas del juicio.
Además, el Grupo Clarín
recibe la explotación de 4G para telefonía (una tecnología desarrollada en
nuestro país gracias a ARSAT, y esos satélites que dijeron que eran
lavarropas que lanzábamos al espacio) y a través de sus socios de la
explotación del fútbol, que le interesa en tanto herramienta para monopolizar
la explotación del sistema de televisación por cable.
La Nación inaugura su canal
de cable.
|
Editorial
Atlántida (Vigil): Revistas Gente y Para Ti – Promueven la campaña “Somos
derechos y humanos” mientras sesiona la CIDH (1979)
|
Le
entregaron Canal 11
|
Sus
principales revistas siguen siendo Gente y Para Ti. Ya no pertenece a la flia
Vigil sino a Televisa. Este año cerró la redacción local de casi todas sus
revistas, cuyos contenidos ahora se producen en el exterior para reducir
costos.
Volvió
la CIDH para tratar el caso de Milagro Sala y los presos políticos.
|
Quienes proponemos un modelo
de país no perseguimos un país utópico: queremos que nos dejen construir el
país que fuimos y por eso sabemos que podemos ser. Queremos poner patas para
arriba la estructura de este modelo de colonia para construir un modelo de país
justo, libre y soberano.
Para eso necesitamos
construir memoria, juntos, colectivamente, porque sin memoria no hay
verdad, y sin verdad no puede construirse nada que valga la pena.
Esto lo entendieron muy bien quienes se deshicieron de
los documentos del juramento de lealtad al imperio británico en cuanto Beresford fue derrotado y Buenos Aires
reconquistada. Sin embargo, los invasores no olvidaron: los Martínez de Hoz y
los encumbrados vecinos de la élite porteña fueron protegidos, y borrar la
memoria de los hechos fue parte de eso.
Lo entendió muy bien Rivadavia
cuando desapareció de la memoria a los Granaderos y los soldados del Ejército
de los Andes, no reconociéndoles deudas ni honores. Ni su nombre.
Lo entendió muy bien Mitre,
que escribió una deshistoria de la Patria y fundó el diario La Nación como
tribuna de doctrina para divulgarla. Y ahora sigue haciéndolo a través del
cable.
Así nos fueron privando
de nuestra identidad histórica. No es casualidad que en nuestro país
coexistan la desaparición de la verdad histórica y la privación de nuestra
identidad como Pueblo, con la desaparición
de personas y la privación de la
identidad de miles de niños y niñas bajo las distintas formas de apropiación,
cuya expresión más dramática y atroz fue la apropiación durante la dictadura,
pero no es la única ni ha terminado.
Lo entienden muy bien los medios corporativos de comunicación, que contaminan el espacio
comunicacional con hechos irrelevantes, con medias verdades y con mentiras,
creando un sentido común cada vez más alejado de la realidad.
Lo entendió muy bien Mauricio
Macri cuando el 16 de enero de 2016, apenas cumplido un mes de mandato, disolvió a través de un DECRETO DE
NECESIDAD Y URGENCIA el Instituto
Nacional de Revisionismo Histórico Manuel Dorrego, que había sido creado 5
años antes para alimentar investigaciones sobre nuestro pasado desde una óptica
diferente a esta mirada colonialista liberal que nos priva de la verdad sobre
nuestra identidad. Y de un decretazo volvió a proscribir a pensadores
nacionales de la talla de José María
Rosa, Jorge Abelardo Ramos, Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortíz, Fermín
Chávez, Juan José Hernández Arregui, Jorge Eneas Spilimbergo, Alberto Methol
Ferré, y Manuel Ugarte. Seguramente varios de estos nombres les suenan
ajenos, ¿no? No es casualidad: el modelo de colonia es incompatible con ellos y
los borra a través de su desconocimiento.
Lo entendió muy bien Federico
Stürzenegger, al borrar de los
billetes a “próceres muertos, que ahora representan un ser viviente que
invita a pensar en el futuro y no en el pasado”, como dijo cuando presentó los
nuevos billetes ilustrados con “peluches” (el sustantivo es suyo, no mío).
Así es como se construye un relato sin protagonismo
popular, sin luchas, sin desaparecidos, sin muertos ni presos políticos, sin
exilio, sin conquistas… en fin, sin historia. Sólo hay alegría. No esa alegría de
la que nos habla Arturo Jauretche, la alegría de conquistar derechos, frente al
rencor de perder privilegios. La que proponen es una alegría tonta, hueca, sin ideas, sólo de
consignas (SÍ, SE PUEDE; VAMOS; TODOS JUNTOS; LO QUE SUCEDE CONVIENE).
Por eso quizás quien mejor lo entendió fue Alejandro
Rozitchner, el
“filósofo” del gobierno que puso a todo el gabinete nacional a tratar de
convencernos de que debemos abandonar el pensamiento crítico, al que acusa de
dañoso, y contrario al entusiasmo y al optimismo.
¡CUIDADO! NOS ADVERTIRÍA JOHN WILLIAM COOKE: “EN UN PAÍS
COLONIAL, LAS OLIGARQUÍAS SON DUEÑAS DE LOS DICCIONARIOS”.
Cuando comenzamos les conté
que la hipótesis a partir de la que comencé a pensar en todo esto, es que LA
REVOLUCIÓN DE MAYO ES UNA REVOLUCIÓN INCONCLUSA. Y que somos herederos de estas
batallas entre quienes luchan por un modelo de país y quienes lo hacen por un
modelo de colonia.
Si les resulté provocativa, o en algún momento las enojé,
eso también formó parte de mi intención. Por eso les reitero mi invitación a
que se tomen el desafío de refutarla. Y si en el camino se tropiezan con alguna
verdad y con alguna certeza, celébrenla. Y compártanla. Aunque duela, porque la
verdad suele doler, y muchas veces cuando se revela nos trae vergüenza. Pero
siempre es mejor asumir la vergüenza
histórica que repetir históricas vergüenzas. Porque como nos enseñó Rodolfo Walsh, LA VERDAD SE MILITA.
Y para un maestro, para un profesor, la militancia de la
verdad no es una opción. Es una obligación.
Viviana Taylor
31 de mayo de 2017
Un agradecimiento especial a Andrea Montenegro por la fotografía.