Una conferencia guionada, un velatorio agitado,
y de lo que en la calle no se habló
Por Viviana Taylor
Ayer, miércoles 28 de enero,
fue un día lleno de situaciones
interesantes.
Pasamos una tarde entretenidos
con la muy promocionada conferencia de prensa de Diego Lagomarsino en la que
poco dijo y nada respondió sino a través de su abogado, qué más tarde se encargó
de acomodar las contradicciones e imprudencias que no pudo evitar en sus declaraciones,
abundantes en detalles menores y bastante avaras en contenido.
Y nos seguimos entreteniendo con
los incidentes en el velatorio de Nisman, al que algunos desorientados
asistieron portando cruces, y otros
cargaron carteles contra el gobierno y la Presidenta que no alcanzaron a
simular la intención de homenajear al hombre erigido en el paladín de una
justicia que en vida no se supo ganar. Velatorio en el que, además, fueron
agredidos la procuradora Gils Carbó (más temprano se había arremetido contra la
corona enviada desde el Ministerio Público que preside) y el equipo
periodístico de América al ser confundido con el de 678. Ningún desmán ni
agravio tuvo que tolerar, en cambio, el embajador de Estados Unidos, quien
tampoco tuvo que justificar su presencia en el lugar ni cómo esta contradecía
el pedestal de independencia jurídica al que Nisman fue elevado desde el
fatídico día en que volvió de Europa y su reloj comenzó a correr más rápido.
Sin embargo, ayer también
pasaron otras cosas. Situaciones que podríamos considerar eslabones para comenzar
a tratar de desanudar la comprensión de esta cadena tan compleja y enredada de
la que la muerte de Nisman es apenas una ínfima parte. Porque, reconozcámoslo
de una vez, muy poco es lo que sabemos de su muerte, pero mucho menos sabemos (con
un saber fundado, comprobado y demostrable) sobre el atentado a la AMIA.
Saberes comprobados y demostrables que puedan llevar a condenas justas o –al menos-
a alguna forma de Verdad y Justicia que sean más que su mero reclamo.
Nisman fue uno de los nudos de
esta cadena de encubrimientos y ocultamientos. Y ahora es el ariete con el que encubridores
y ocultadores –más unos cuántos oportunistas que aprovechan para golpear a un
gobierno cuyas políticas hace rato les resultan intolerables- arremeten.
Vayamos a esos otros eslabones
que se sumaron ayer a esta cadena, y que gracias a la cobertura mediática de la
conferencia de prensa y del velatorio (que nada sumaron y mucho nos
distrajeron) pasaron casi inadvertidos para la mayoría de la gente de a pie: en
la carnicería y “el chino”, la
verdulería y el fiambrero, me encuentro a diario con clonadas Doña Rosa en sus
dos versiones de género. Y de estas otras cosas no están hablando.
¿Intempestivo o previsto?
El primero de ellos fue una
pequeña bomba (que podría y debió haber sido mayor) que circuló en los medios neutralizada
por la presentación de Lagomarsino, y que tuvo un eco algo mayor en ese
micromundo que es Twitter, y que quienes por él transitamos solemos confundir
con el universo. Resulta que justo antes de la conferencia de prensa del
susodicho, la fiscal Viviana Fein –a
cargo de la investigación sobre la muerte del fiscal Nisman- anunció que su
regreso desde Europa el 12 de enero estaba planificado desde fines de diciembre,
según parecería que informó Iberia, la línea aérea en la que viajó.
Sin embargo, existe un mensaje
de WhatsApp que envió el propio Nisman, que desmiente esta información. La
fiabilidad de su procedencia está dada por la fuente: fue la propia Sandra Nisman -su hermana- quien lo
aportó a la causa. Supongo que la hermana tenía bien agendado su número y que
no le llegó desde otro que no fuera el de su hermano.
Cabría entonces preguntarnos
si existe la posibilidad de que lo que Iberia informó como fecha planificada de
regreso fuese la constatación de que el pasaje de vuelta a Buenos Aires se haya
sacado en diciembre, aunque para otra fecha que pudo haberse cambiado después.
Pero para eso, seguramente, habrá que revisar los registros y el texto del comunicado
para poder analizarlos. Pero no va a poder ser: esta causa no está encaminada a
desembocar en un juicio público oral. No cuando lo que se está investigando es
un suicidio.
También podríamos preguntarnos
si es posible que el regreso estuviera efectivamente previsto para esa fecha,
pero que Nisman haya cuidado todos los detalles (WhatsApp incluido) para que
pareciera intempestivo. En tal caso, tanto los cuidó que hasta dejó a su hija
unas horas sola en el aeropuerto a la espera de que la retirara su exesposa,
con quien habría discutido por esto. Bueno, no todos los detalles cuidó, casi: si
quiso hacer parecer intempestivo un regreso planificado, fue un error sacar originalmente
el pasaje con la fecha en la que efectivamente viajó.
Sería bueno poder contar con
el plan de viaje (reservas de hoteles, itinerario y pasajes) que seguramente aportaría
mucho más que un pobretón comunicado de Iberia (si es lo único que Fein tiene
para concluir esto).
Lo que no entiendo, y me
encantaría que alguien me explique, es cómo una prueba descarta a otra si no
está en juego la fiabilidad de la descartada, si la nueva no explica más que la
vieja incluyendo lo que la vieja explicaba, y sin un contexto de interpretación
que justifique la elección de una sobre la otra. Excepto que las pruebas se
seleccionen y descarten en función de su poder de demostración de la hipótesis
ad hoc: eso sí lo entiendo. (Lakatos lo explica mejor que los comunicadores que
andan pululando por algunos medios)
Donde aparece Toma, huele a servicios
Mucho menos aún estuvo
circulando la entrevista que el extitular
de la SIDE Miguel Ángel Toma (durante el gobierno de Duhalde, detalle no
menor) le concedió a El País de
Uruguay, desde sus vacaciones en Punta del Este.
Entre otras delicias, Toma nos
anotició de que “una operación de un
sicario profesional sale 5000 dólares” y de que “no deja pistas” al explicar qué cree que sucedió con Nisman. Hasta
ahí, nada nuevo… El señor que me vende la mozzarella dice lo mismo (se lo
escuchó a Chiche Gelblung). Lo interesante es lo que afirma este exSIDE
(¿dejará de serlo quien alguna vez lo fue?) acerca de quién podría ser el
responsable: “No se quería que Nisman se expresara
frente al Congreso mostrando las pruebas que tenía de la brutal denuncia que
había hecho. Las responsabilidades recaían sobre el gobierno argentino. También
sobre el gobierno iraní”. Y agregó que es posible “la participación iraní en este hecho” y que “Stiuso es utilizado por la presidenta de la misma manera que todos los
sectores de la sociedad que la critican, como chivo expiatorio.”
Hay tanto para preguntarle…
Habiendo aludido a sólo dos interesados en la muerte de Nisman, si la
participación iraní es posible, ¿la participación del gobierno argentino es segura?
¿Califica como brutal a la denuncia, o a lo denunciado? Si lo brutal es la
denuncia, ¿por qué el gobierno argentino y el gobierno iraní podrían querer
callarlo? Y si lo brutal es lo denunciado, ¿cuáles son las pruebas que el
fiscal tenía y presentaría? No parece haber nada muy consistente a este
respecto: demasiado esfuerzo en defender la calidad de un trabajo –al menos-
mediocre. Salvo que se trate de una cuestión corporativa: la defensa de los
propios.
Pero lo que más me desvela de
lo que dijo es que, habiendo responsabilizado (tangencialmente, pero
responsabilizándolo al fin) al gobierno argentino, diga que Cristina es un “chivo expiatorio”. ¿Entonces? ¿Es
responsable o chivo expiatorio? ¿O en el gobierno hay otros que son
responsables, y ella es la cara visible que expiará todos los pecados del poder
en las sombras? ¿De qué hablás, Toma?
¿Nadie repregunta? ¿Nadie? ¿En
ningún lado? Y cuando el preguntado no responde, como hizo Rusconi oficiando de
abogado de Lagomarsino, ¿simplemente todos aceptan que no responda y dejan de
insistir sin dejar constancia expresa en el momento de que se negó a contestar?
¿Cuándo se convirtieron los periodistas, reporteros, entrevistadores en
voceros? Quizás en esta falta de repregunta es donde más evidente se hace la
diferencia entre la libertad de expresión (de la que no gozan) y la libertad de
prensa (que sus empleadores ostentan). Dos únicas voces oí ayer repreguntándole
a Lagomarsino ante su contradicción respecto de que Nisman vería a sus hijas el
domingo, cuando en realidad estaban en Europa: una fue de la enviada de Radio
Nacional, la otra no pude identificarla. Dos únicas voces, apagadas entre los
gritos de quienes ya estaban preguntando otra cosa, dándole una salida rápida
para ignorarlas.
En intervenciones, una gallina cacareó (y ya había puesto varios huevos)
Estoy segura de que saben de
quién hablo: Ricardo Sáenz, Fiscal General ante la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, y vicepresidente de la opositora Asociación de Magistrados que combate
todos los intentos por democratizar la justicia.
Resulta que Ricardo Sáenz
había acusado a Cristina Fernández de Kirchner de interferir en la
investigación de la muerte de Nisman por “sugerir
calificaciones legales del hecho y medidas de prueba” a través de las dos cartas que compartió en
las redes sociales (pensar que todavía hay personas que se preguntan por qué al
principio del caso no hablaba y, cuando lo hizo, por qué fue primero a través estas dos cartas). Por
supuesto, Sáenz aprovechó a expresar su respaldo a la jueza Palmaghini y a la fiscal
Fein, como si lo necesitaran cuando el gobierno ya había puesto (y continuó
poniendo) en disposición de ambas todos los medios materiales y humanos que
precisaran.
Tanto las respalda que ayer,
mientras estábamos distraídos con pasajes, WhatsApp y una conferencia vacía de
contenido pero atractivamente guionada, Ricardo Sáenz estuvo reunido durante
unas cuantas horas con Fein. ¿Haciendo qué?
Lo que pueden haber estado
haciendo la tarde de ayer no es para pasar por alto, si revisamos a vuelo de
pájaro el CV de Sáenz.
Por pedido de la Asociación de
Magistrados de la que es vicepresidente, el juez Esteban Furnari dictó la
medida cautelar que dejó en suspenso la asunción como subrogantes de los 16
nuevos fiscales que nombró la procuradora Alejandra Gils Carbó, que estaba
prevista para el 2 de febrero. Algo menor, irrelevante, apenas consignado para
comenzar con algo que como es reciente puede servir para hacernos entrar en
tema. Vamos a lo importante:
Ricardo Sáenz quedó complicado
en la causa contra el comisario Marcelo
Pecorelli (subdirector de asuntos
jurídicos de la Policía Federal) por exacciones ilegales, tráfico de
influencias, negociaciones incompatibles con la función pública,
enriquecimiento ilícito y violación de los deberes de funcionario.
El mecanismo era así:
Pecorelli habría pedido dinero a la dirección de asuntos jurídicos para
defender a policías imputados en causas penales haciéndolas pasar por actos de
servicio. Estas causas penales, cuya defensa terminó asumiendo la Policía
Federal a través de la maniobra de Pecorelli, eran casos de violencia y/o
corrupción policial (como el asesinato de dos chicos que fueron enterrados como
NN, la causa Cromañón y la de Emiliano Ferreyra). Las causas que no podían ser
patrocinadas por la PF por tratarse de actos realizados por fuera de sus
funciones, Pecorelli los derivaba a su propio estudio jurídico, donde tenía
trabajando a personal de la división de asuntos jurídicos de la PF, y hasta
ofició como abogado en alguna de ellas (lo que está prohibido por
incompatibilidad con su función).
Además, habría acordado con
algunos jueces sentencias favorables para sus clientes y cobrado a estudios jurídicos
para acelerar causas contra la institución por reclamos salariales de agentes.
Lo que se dice: un muchacho completito. Y eso, sin tener en cuenta el plus de
las denuncias por acoso sexual que hicieron contra él algunas empleadas
policiales.
¿Cómo aparece Sáenz enredado en
este caso? Cuando el juez Ramos Padilla le intervino los números telefónicos a
Pecorelli, Sáenz apareció en reiteradas oportunidades intercambiando favores. Sus
abogados adujeron que estas escuchas afectaban su privacidad y se ampararon en
la Constitución Nacional: funcionó, porque lo descubierto en ellas contra él se
desestimó, y al no haber otras pruebas para respaldar su inclusión en la acusación,
zafó.
Sin embargo, que haya zafado
de la justicia no significa que no sepamos lo que hizo. Y porque sabemos lo que
hizo, podemos incluirlo –además- entre los fiscales dedicados al forum shopping: esa viciosa práctica de
ir buscando el tribunal donde más conviene que caiga cada causa. Algo que
también hacía Nisman, por caso.
Esta no fue la única vez que
Sáenz se enfrentó con la misma justicia que juró defender: hace veinte años rechazó
la extradición a Estados Unidos del narcotraficante Fernando Pruna Bertot, y lo
dejó en libertad. Por esto fue apartado del fuero federal. Pero por ahí anda,
dando vueltas por la Capital Federal y vicepresidiendo la Asociación de
Magistrados.
Esta es la justicia
independiente que tenemos. Independiente de la verdad, de los intereses comunes
y de las necesidades de la gente. Linda gente.
Un temita ¿al margen?
Ayer también se comunicó que Roberto Carlés fue propuesto por
Cristina para ocupar el cargo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que dejó
vacante Eugenio Zaffaroni desde el 1 de enero.
Fue previsible ver que en el
zócalo de TN una de las primeras definiciones sobre él fue “ciberk”, como si se tratara de alguien
cuya tarea consiste en militar para el kirchnerismo desde las redes sociales, y
ese fuese el mérito para su propuesta.
Carlés, como tantos otros de
un lado y otro de la grieta y como quienes descreen de ella, tiene cuentas en redes
sociales, y las usa. Pero no vive de eso, no se dedica a eso, y el no ser
opositor al gobierno no lo define automáticamente como militante k, aunque para
algunos la realidad se comprenda sólo desde una perspectiva maniquea.
Tan previsible fue TN como
seguramente lo será escuchar qué comentarán en la calle quienes no conozcan su currículum
pero sí hayan leído lo que están titulando hoy los medios gráficos opositores
al gobierno y todo lo que no sea opositor a él. Aunque parece que todavía es
temprano para eso, o que el tema no le importa demasiado a casi nadie: no
escuché en mi recorrido de hoy ni un solo comentario sobre él.
Quizás haya que esperar a los
comentarios de quienes esta noche se dejen seducir por el marco de confusión
que todas las noches nos brinda el cada vez más massista programa Intratables, donde –sospecho- no se van
a privar de vociferar contra este jurista, coordinador de Comisión de Reforma
del Código Penal.
Lo que sin dudas podemos
afirmar de Carlés es que no pertenece a la corporación
judicial. Y eso bastará para que sea demonizado por quienes sí están con
ella.
Como, por ejemplo, quienes
tramitan el caso AMIA, la denuncia de Nisman contra el gobierno, y su propia
muerte. Y quienes se han aliado con ellos en la defensa de los intereses que no
nos benefician como Patria ni como Pueblo.
Otro eslabón de la cadena de
acontecimientos de ayer. Del otro extremo, quizás. Pero de la misma cadena.
Viviana Taylor