jueves, 29 de enero de 2015

De Fein y Lagomarsino, a Sáenz y Carlés


Una conferencia guionada, un velatorio agitado,

y de lo que en la calle no se habló

 

Por Viviana Taylor

Ayer, miércoles 28 de enero, fue un día lleno de situaciones  interesantes.

Pasamos una tarde entretenidos con la muy promocionada conferencia de prensa de Diego Lagomarsino en la que poco dijo y nada respondió sino a través de su abogado, qué más tarde se encargó de acomodar las contradicciones e imprudencias que no pudo evitar en sus declaraciones, abundantes en detalles menores y bastante avaras en contenido.  

Y nos seguimos entreteniendo con los incidentes en el velatorio de Nisman, al que algunos desorientados asistieron portando cruces,  y otros cargaron carteles contra el gobierno y la Presidenta que no alcanzaron a simular la intención de homenajear al hombre erigido en el paladín de una justicia que en vida no se supo ganar. Velatorio en el que, además, fueron agredidos la procuradora Gils Carbó (más temprano se había arremetido contra la corona enviada desde el Ministerio Público que preside) y el equipo periodístico de América al ser confundido con el de 678. Ningún desmán ni agravio tuvo que tolerar, en cambio, el embajador de Estados Unidos, quien tampoco tuvo que justificar su presencia en el lugar ni cómo esta contradecía el pedestal de independencia jurídica al que Nisman fue elevado desde el fatídico día en que volvió de Europa y su reloj comenzó a correr más rápido.

Sin embargo, ayer también pasaron otras cosas. Situaciones que podríamos considerar eslabones para comenzar a tratar de desanudar la comprensión de esta cadena tan compleja y enredada de la que la muerte de Nisman es apenas una ínfima parte. Porque, reconozcámoslo de una vez, muy poco es lo que sabemos de su muerte, pero mucho menos sabemos (con un saber fundado, comprobado y demostrable) sobre el atentado a la AMIA. Saberes comprobados y demostrables que puedan llevar a condenas justas o –al menos- a alguna forma de Verdad y Justicia que sean más que su mero reclamo.

Nisman fue uno de los nudos de esta cadena de encubrimientos y ocultamientos. Y ahora es el ariete con el que encubridores y ocultadores –más unos cuántos oportunistas que aprovechan para golpear a un gobierno cuyas políticas hace rato les resultan intolerables- arremeten.

Vayamos a esos otros eslabones que se sumaron ayer a esta cadena, y que gracias a la cobertura mediática de la conferencia de prensa y del velatorio (que nada sumaron y mucho nos distrajeron) pasaron casi inadvertidos para la mayoría de la gente de a pie: en  la carnicería y “el chino”, la verdulería y el fiambrero, me encuentro a diario con clonadas Doña Rosa en sus dos versiones de género. Y de estas otras cosas no están hablando.

 

¿Intempestivo o previsto?

El primero de ellos fue una pequeña bomba (que podría y debió haber sido mayor) que circuló en los medios neutralizada por la presentación de Lagomarsino, y que tuvo un eco algo mayor en ese micromundo que es Twitter, y que quienes por él transitamos solemos confundir con el universo. Resulta que justo antes de la conferencia de prensa del susodicho, la fiscal Viviana Fein –a cargo de la investigación sobre la muerte del fiscal Nisman- anunció que su regreso desde Europa el 12 de enero estaba planificado desde fines de diciembre, según parecería que informó Iberia, la línea aérea en la que viajó.

Sin embargo, existe un mensaje de WhatsApp que envió el propio Nisman, que desmiente esta información. La fiabilidad de su procedencia está dada por la fuente: fue la propia Sandra Nisman -su hermana- quien lo aportó a la causa. Supongo que la hermana tenía bien agendado su número y que no le llegó desde otro que no fuera el de su hermano.

Cabría entonces preguntarnos si existe la posibilidad de que lo que Iberia informó como fecha planificada de regreso fuese la constatación de que el pasaje de vuelta a Buenos Aires se haya sacado en diciembre, aunque para otra fecha que pudo haberse cambiado después. Pero para eso, seguramente, habrá que revisar los registros y el texto del comunicado para poder analizarlos. Pero no va a poder ser: esta causa no está encaminada a desembocar en un juicio público oral. No cuando lo que se está investigando es un suicidio.

También podríamos preguntarnos si es posible que el regreso estuviera efectivamente previsto para esa fecha, pero que Nisman haya cuidado todos los detalles (WhatsApp incluido) para que pareciera intempestivo. En tal caso, tanto los cuidó que hasta dejó a su hija unas horas sola en el aeropuerto a la espera de que la retirara su exesposa, con quien habría discutido por esto. Bueno, no todos los detalles cuidó, casi: si quiso hacer parecer intempestivo un regreso planificado, fue un error sacar originalmente el pasaje con la fecha en la que efectivamente viajó.

Sería bueno poder contar con el plan de viaje (reservas de hoteles, itinerario y pasajes) que seguramente aportaría mucho más que un pobretón comunicado de Iberia (si es lo único que Fein tiene para concluir esto).

Lo que no entiendo, y me encantaría que alguien me explique, es cómo una prueba descarta a otra si no está en juego la fiabilidad de la descartada, si la nueva no explica más que la vieja incluyendo lo que la vieja explicaba, y sin un contexto de interpretación que justifique la elección de una sobre la otra. Excepto que las pruebas se seleccionen y descarten en función de su poder de demostración de la hipótesis ad hoc: eso sí lo entiendo. (Lakatos lo explica mejor que los comunicadores que andan pululando por algunos medios)

 

Donde aparece Toma, huele a servicios

Mucho menos aún estuvo circulando la entrevista que el extitular de la SIDE Miguel Ángel Toma (durante el gobierno de Duhalde, detalle no menor) le concedió a El País de Uruguay, desde sus vacaciones en Punta del Este.

Entre otras delicias, Toma nos anotició de que “una operación de un sicario profesional sale 5000 dólares” y de que “no deja pistas” al explicar qué cree que sucedió con Nisman. Hasta ahí, nada nuevo… El señor que me vende la mozzarella dice lo mismo (se lo escuchó a Chiche Gelblung). Lo interesante es lo que afirma este exSIDE (¿dejará de serlo quien alguna vez lo fue?) acerca de quién podría ser el responsable: “No se quería que Nisman se expresara frente al Congreso mostrando las pruebas que tenía de la brutal denuncia que había hecho. Las responsabilidades recaían sobre el gobierno argentino. También sobre el gobierno iraní”. Y agregó que es posible “la participación iraní en este hecho” y que “Stiuso es utilizado por la presidenta de la misma manera que todos los sectores de la sociedad que la critican, como chivo expiatorio.” 

Hay tanto para preguntarle… Habiendo aludido a sólo dos interesados en la muerte de Nisman, si la participación iraní es posible, ¿la participación del gobierno argentino es segura? ¿Califica como brutal a la denuncia, o a lo denunciado? Si lo brutal es la denuncia, ¿por qué el gobierno argentino y el gobierno iraní podrían querer callarlo? Y si lo brutal es lo denunciado, ¿cuáles son las pruebas que el fiscal tenía y presentaría? No parece haber nada muy consistente a este respecto: demasiado esfuerzo en defender la calidad de un trabajo –al menos- mediocre. Salvo que se trate de una cuestión corporativa: la defensa de los propios.

Pero lo que más me desvela de lo que dijo es que, habiendo responsabilizado (tangencialmente, pero responsabilizándolo al fin) al gobierno argentino, diga que Cristina es un “chivo expiatorio”. ¿Entonces? ¿Es responsable o chivo expiatorio? ¿O en el gobierno hay otros que son responsables, y ella es la cara visible que expiará todos los pecados del poder en las sombras? ¿De qué hablás, Toma?

¿Nadie repregunta? ¿Nadie? ¿En ningún lado? Y cuando el preguntado no responde, como hizo Rusconi oficiando de abogado de Lagomarsino, ¿simplemente todos aceptan que no responda y dejan de insistir sin dejar constancia expresa en el momento de que se negó a contestar? ¿Cuándo se convirtieron los periodistas, reporteros, entrevistadores en voceros? Quizás en esta falta de repregunta es donde más evidente se hace la diferencia entre la libertad de expresión (de la que no gozan) y la libertad de prensa (que sus empleadores ostentan). Dos únicas voces oí ayer repreguntándole a Lagomarsino ante su contradicción respecto de que Nisman vería a sus hijas el domingo, cuando en realidad estaban en Europa: una fue de la enviada de Radio Nacional, la otra no pude identificarla. Dos únicas voces, apagadas entre los gritos de quienes ya estaban preguntando otra cosa, dándole una salida rápida para ignorarlas.

 

En intervenciones, una gallina cacareó (y ya había puesto varios huevos)

Estoy segura de que saben de quién hablo: Ricardo Sáenz, Fiscal General ante la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal,  y vicepresidente de la opositora Asociación de Magistrados que combate todos los intentos por democratizar la justicia.

Resulta que Ricardo Sáenz había acusado a Cristina Fernández de Kirchner de interferir en la investigación de la muerte de Nisman por “sugerir calificaciones legales del hecho y medidas de prueba a través de las dos cartas que compartió en las redes sociales (pensar que todavía hay personas que se preguntan por qué al principio del caso no hablaba y, cuando lo hizo, por qué fue  primero a través estas dos cartas). Por supuesto, Sáenz aprovechó a expresar su respaldo a la jueza Palmaghini y a la fiscal Fein, como si lo necesitaran cuando el gobierno ya había puesto (y continuó poniendo) en disposición de ambas todos los medios materiales y humanos que precisaran.

Tanto las respalda que ayer, mientras estábamos distraídos con pasajes, WhatsApp y una conferencia vacía de contenido pero atractivamente guionada, Ricardo Sáenz estuvo reunido durante unas cuantas horas con Fein. ¿Haciendo qué?

 

Lo que pueden haber estado haciendo la tarde de ayer no es para pasar por alto, si revisamos a vuelo de pájaro el CV de Sáenz.

Por pedido de la Asociación de Magistrados de la que es vicepresidente, el juez Esteban Furnari dictó la medida cautelar que dejó en suspenso la asunción como subrogantes de los 16 nuevos fiscales que nombró la procuradora Alejandra Gils Carbó, que estaba prevista para el 2 de febrero. Algo menor, irrelevante, apenas consignado para comenzar con algo que como es reciente puede servir para hacernos entrar en tema. Vamos a lo importante:

Ricardo Sáenz quedó complicado en la causa contra el comisario Marcelo Pecorelli (subdirector de asuntos jurídicos de la Policía Federal) por exacciones ilegales, tráfico de influencias, negociaciones incompatibles con la función pública, enriquecimiento ilícito y violación de los deberes de funcionario.

El mecanismo era así: Pecorelli habría pedido dinero a la dirección de asuntos jurídicos para defender a policías imputados en causas penales haciéndolas pasar por actos de servicio. Estas causas penales, cuya defensa terminó asumiendo la Policía Federal a través de la maniobra de Pecorelli, eran casos de violencia y/o corrupción policial (como el asesinato de dos chicos que fueron enterrados como NN, la causa Cromañón y la de Emiliano Ferreyra). Las causas que no podían ser patrocinadas por la PF por tratarse de actos realizados por fuera de sus funciones, Pecorelli los derivaba a su propio estudio jurídico, donde tenía trabajando a personal de la división de asuntos jurídicos de la PF, y hasta ofició como abogado en alguna de ellas (lo que está prohibido por incompatibilidad con su función).

Además, habría acordado con algunos jueces sentencias favorables para sus clientes y cobrado a estudios jurídicos para acelerar causas contra la institución por reclamos salariales de agentes. Lo que se dice: un muchacho completito. Y eso, sin tener en cuenta el plus de las denuncias por acoso sexual que hicieron contra él algunas empleadas policiales.

¿Cómo aparece Sáenz enredado en este caso? Cuando el juez Ramos Padilla le intervino los números telefónicos a Pecorelli, Sáenz apareció en reiteradas oportunidades intercambiando favores. Sus abogados adujeron que estas escuchas afectaban su privacidad y se ampararon en la Constitución Nacional: funcionó, porque lo descubierto en ellas contra él se desestimó, y al no haber otras pruebas para respaldar su inclusión en la acusación, zafó.

Sin embargo, que haya zafado de la justicia no significa que no sepamos lo que hizo. Y porque sabemos lo que hizo, podemos incluirlo –además- entre los fiscales dedicados al forum shopping: esa viciosa práctica de ir buscando el tribunal donde más conviene que caiga cada causa. Algo que también hacía Nisman, por caso.

Esta no fue la única vez que Sáenz se enfrentó con la misma justicia que juró defender: hace veinte años rechazó la extradición a Estados Unidos del narcotraficante Fernando Pruna Bertot, y lo dejó en libertad. Por esto fue apartado del fuero federal. Pero por ahí anda, dando vueltas por la Capital Federal y vicepresidiendo la Asociación de Magistrados.

Esta es la justicia independiente que tenemos. Independiente de la verdad, de los intereses comunes y de las necesidades de la gente. Linda gente.



 

Un temita ¿al margen?

Ayer también se comunicó que Roberto Carlés fue propuesto por Cristina para ocupar el cargo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que dejó vacante Eugenio Zaffaroni desde el 1 de enero.

Fue previsible ver que en el zócalo de TN una de las primeras definiciones sobre él fue “ciberk”, como si se tratara de alguien cuya tarea consiste en militar para el kirchnerismo desde las redes sociales, y ese fuese el mérito para su propuesta.

Carlés, como tantos otros de un lado y otro de la grieta y como quienes descreen de ella, tiene cuentas en redes sociales, y las usa. Pero no vive de eso, no se dedica a eso, y el no ser opositor al gobierno no lo define automáticamente como militante k, aunque para algunos la realidad se comprenda sólo desde una perspectiva maniquea.

Tan previsible fue TN como seguramente lo será escuchar qué comentarán en la calle quienes no conozcan su currículum pero sí hayan leído lo que están titulando hoy los medios gráficos opositores al gobierno y todo lo que no sea opositor a él. Aunque parece que todavía es temprano para eso, o que el tema no le importa demasiado a casi nadie: no escuché en mi recorrido de hoy ni un solo comentario sobre él.

Quizás haya que esperar a los comentarios de quienes esta noche se dejen seducir por el marco de confusión que todas las noches nos brinda el cada vez más massista programa Intratables, donde –sospecho- no se van a privar de vociferar contra este jurista, coordinador de Comisión de Reforma del Código Penal.   

Lo que sin dudas podemos afirmar de Carlés es que no pertenece a la corporación judicial. Y eso bastará para que sea demonizado por quienes sí están con ella.

Como, por ejemplo, quienes tramitan el caso AMIA, la denuncia de Nisman contra el gobierno, y su propia muerte. Y quienes se han aliado con ellos en la defensa de los intereses que no nos benefician como Patria ni como Pueblo.

Otro eslabón de la cadena de acontecimientos de ayer. Del otro extremo, quizás. Pero de la misma cadena.

Viviana Taylor