domingo, 15 de diciembre de 2013

3ª Parada: Elisa Carrió



Todos los caminos conducen a…

 

1ª Parada: Sergio Massa

Cruce de caminos: Sergio Massa – MauricioMacri

2ª Parada: Mauricio Macri



Nota preliminar: Mi intención original era postear este artículo el 11 de octubre para terminar esta serie de Todos los caminos conducen a… el 18, justo antes de los cierres de campaña para las elecciones del 27. No pudo ser: quedé imprevistamente fuera de combate por algo más de dos meses. Pero esta dilación vino con la oportunidad de ver a una Lilita recargada no tanto por el envalentonamiento posterior al resultado de las PASO como por la declaración de constitucionalidad plena de la Ley de Servicios Audiovisuales (de Medios, como eligieron nominarla sus más amigos). Casi una caricatura de sí misma.  Y como en toda caricatura,  los rasgos definitorios están exagerados en desmedro de otros, accidentales. Como esculpida por el cincel de un imitador con oficio, quizás nunca antes pudimos verla más fiel a sí misma.

3ª Parada: Elisa Carrió

-recargada-

Por Viviana Taylor



La vida tiene sus vericuetos. Y la política –entramada en ella- la acompaña en los meandros, continuidades e interrupciones de sus laberínticos caminos.
En el cruce anterior -muy a pesar suyo- ya veíamos que Francisco De Narváez se iba quedando sin parada. Fue apenas un alto que derivó en una cortada.
Pero también hay sorpresas en sentido inverso: quien parecía haber dado hace tiempo atrás a una cortada, encontró la manera de sacar la cabeza por sobre el laberinto y encontrar una salida. Después de todo, ya es veterana en esto de construir y dinamitar caminos. Y mientras sus ocasionales acompañantes, inexcusablemente ingenuos, cuentan heridas donde habían calculado obtener réditos, ella avanza.

Allí está, como última parada hacia el centro del círculo rojo. Lilita recargada.

 


Haciendo un poco de historia
Lo que una persona cuenta de sí siempre es una buena primera aproximación para imaginarnos quién es. Claro que los relatos sobre uno mismo y su propia historia suelen ser interesantes no sólo por lo que se cuenta –y cómo se lo cuenta- sino sobre todo por lo que se calla.
Y lo que Carrió nos cuenta no es la excepción.

Los Carrió

Cada vez que hemos oído a Lilita hacer referencia a su historia familiar, parecería que estamos frente a una estirpe patricia, entramada a la historia  de los caudillos radicales del interior del país.
Pero su relato dista del que hacen otros coterráneos, también protagonistas de esas historias.

Sabio cuenta que cuando tenía 14 años, en tiempos de la Revolución Libertadora pudo ver a Coco y Yayo Carrió (padre y tío de Lilita) arrancar el busto de Perón y Evita con un tractor. Y lo cuenta para ejemplificar lo que él considera “su odio de clases hereditario”. Y refuerza con un segundo ejemplo: “Fui testigo en mi casa, ya que mi padre era compañero de juergas de los hermanitos, de un acuerdo para destituir al director de la escuela secundaria del pueblo, el gordo De Jesús, y el argumento a utilizar era demostrar que estaba afiliado al peronismo”.
Sigue su relato: “La familia Carrió era conocida como los cubos porque siempre caían parados. El abuelo de Lilita, don Pancho Carrió, era cuando menos filoperonista, razón por la que se le había acordado la concesión de la estación de servicio YPF. Las tías estaban casadas con militares, uno de ellos, el entonces Coronel Ormaechea (en realidad, Teniente Coronel), fue interventor del IPS de la provincia en uno de los gobiernos militares que no recuerdo. Los dos hermanos Coco y Yayo eran radicales –del pueblo- que, como perdieron las elecciones con Frondizi, fregotearon con los cuñados desde el primer minuto. Yo fui testigo de algunas reuniones porque, como era chico, no me consideraban peligroso. Las reuniones se realizaban en la casa del Dr. Emilio Federico Rodríguez, quien fue candidato a vicegobernador por los radicales del pueblo en 1958 y era cuñado de los hermanos Carrió.”


Según otras fuentes, que recoge el Grupo Arturo Jauretche, la familia se enriqueció notablemente tras el golpe de 1976, cuando la estación de servicio de Quitilipi –que para ese entonces ya habían heredado Coco y Yayo- se convirtió en la principal proveedora de combustibles del distrito, que comandaba su cuñado Ormaechea, Jefe del Regimiento Chaco.

 
Este mismo Ormaechea –tío de Lilita, por si hiciera falta aclararlo- fue el verdadero mentor de una de las más significativas ausencias en el currículum de Carrió.

Resulta que lo que Lilita cuenta sobre su actividad político/profesional puede ser leído tanto en su página oficial como en la que todavía puede encontrarse del Bloque ARI en el Congreso de Diputados de la Nación. En ambos casos puede leerse como actividad en la Justicia “Secretaria Letrada de la Procuración General del Superior Tribunal de Justicia de la Provincia de Chaco (Nivel Juez de Cámara)”. A diferencia de otras actividades, en las que sí la especifica, no figura el período en que desempeñó el cargo.

 
Lo que Elisa Carrió no cuenta es que el 7 de febrero de 1978 –recién cumplidos los 21 años y todavía no graduada de abogada- ingresó al área de asesoría técnica de la Fiscalía de Estado, por el Decreto Provincial Nº 72 firmado por el Interventor del Chaco, el General de Brigada Antonio Facundo Serrano.

Cuando se la confrontó con este silenciamiento –que siguió silenciado en su currículum- su explicación fue que su propia madre le había pedido a la fiscal de Estado –la Doctora Castaño- que la incorporara a su grupo de abogados. Y que la razón del pedido -y de su aceptación- se justifica en la supuesta necesidad de contar con una obra social por causa de un accidente en el que habían fallecido seis amigos y su novio. Quizás buscando mayor legitimación en más tragedia, adujo que fue gracias a esa obra social que pudo mantenerse viva.

Otros, víctimas cuyos crímenes debieron haberse investigado por esa época, no pudieron sentirse igual de acogidos por la fiscalía que –no habiéndolos amparado en vida- tampoco lo hizo ya asesinados: es el caso de las víctimas de la masacre de Margarita Belén.

A pesar de que la masacre de Margarita Belén –ocurrida en diciembre de 1976- se produjo poco más de un año antes de su acceso a la Fiscalía, Lilita parece no haber sabido nada de ella hasta mucho tiempo después, cuando en mayo de 2001 acompañó personalmente a Horacio Verbitsky –presidente del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS)- y a los sobrevivientes, familiares de las víctimas y representantes de organismos de derechos humanos, en la presentación de la denuncia ante el juez federal de Resistencia, Carlos Skidelsky, para que anulara las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y así poder abrir la investigación penal para su esclarecimiento.
 
Ese poder judicial dictatorial que no amparaba víctimas, sí fue generoso cobijándola: dos años y medio después de aquel primer nombramiento, la Resolución 522 del Superior Tribunal de Justicia –el 21 de agosto de 1980- designó a una jovencísima Elisa Carrió como Secretaria de la Procuración del Superior Tribunal de Justicia de Chaco, con nivel y jerarquía de Juez de Cámara. Este cargo sí aparece en su currículum, aunque sin hacer alusión a fechas.
Tampoco cuenta que el 25 de octubre de 1982 fue premiada con un rápido ascenso, pese a la objeción de varios jueces por no contar con experiencia jurídica que lo justificara, no haberse respetado el escalafón ni la convocatoria a concurso para la promoción.
Lilita no sólo prefirió callar la influencia de su tío -el Teniente Coronel Ormaechea- para llegar a Fiscal de la Justicia Militar, adjudicándosela a un favor a su madre, sino que  también calló -y calla- que María Elisa Rodríguez de Carrió fue funcionaria por aquellos años: fue subsecretaria de Educación del Chaco desde el 7 de diciembre de 1978.
Mientras tanto, en las postrimerías de la dictadura, su padre era uno de los precursores del Movimiento de Renovación y Cambio de Raúl Alfonsín en el Chaco, en tiempos en que la Multipartidaria ya sesionaba y la derrota en Malvinas hacía inevitable la reapertura democrática.
 
Ya en democracia, su madre ocupó otros cargos provinciales: durante el gobierno de Ángel Rozas (UCR – 1995/2003) fue Secretaria de Desarrollo Social, cargo por el que estuvo implicada en graves casos de corrupción por los que no se ha aclarado el destino de fondos de su cartera, los que terminaron con la renuncia del Vicegobernador Miguel Pibernus, acusado de autorizar negligentemente los despachos mientras el gobernador estaba ausente de la provincia.

Los Carrió, como decían en el pueblo, seguían cayendo parados.

Cuando su pasado laboral comenzó a hacerse público, Elisa Carrió expresó durante una sesión del Congreso: “Que digan lo que quieran. Lo que intentamos hacer durante largos años fue arrepentirnos de algunas cosas, construir otras y poder comprometernos. Lo reconozco, pero no me preocupa; nunca levanté un arma, nunca firmé sentencia alguna. No fui jueza ni fiscal, por lo tanto lo que se dice es mentira. Pero era joven y debí haberme dado cuenta de algunas cosas, y otros también debieron haberse dado cuenta.”
 
Eduardo Macaluse –quien por entonces era diputado nacional del bloque Solidaridad e Igualdad y había sido integrante del ARI, la agrupación política fundada por Elisa Carrió y luego abandonada a su (mala) suerte- cuando Carrió cuestionó su postura de acompañamiento a la estatización de las AFJP, respondió: “En ese momento ella era muy joven, pero ahora es grande y sabe que hacer un acuerdo con Coti Nosiglia nada tiene que ver con lo que ella ha venido predicando. Pasa de Alfredo Bravo a Nosiglia, pasa de hacer campaña en autitos que se rompían a hacer campaña en aviones privados. Están claras las decisiones y los cambios que adoptó en los últimos dos años”. “Carrió trató de nazis e idiotas útiles a todos los que votaron por el pase, cuando en la época en que los nazis realmente estaban en la Argentina ella se calló la boca”.

 
 
“Era joven y debí haberme dado cuenta de algunas cosas…”
Por aquellos tiempos en que Carrió era joven y –según cuenta- no se daba cuenta de las cosas que le pasaban por arriba, por abajo y por los costados sin atravesarla, Clarín se sentó a la mesa de negociaciones de los dictadores y sus cómplices (¿o patrones?)  empresariales y mediáticos,  y se levantó pagando con silencio y obsecuencia la entrega monopólica de un insumo estratégico para la prensa: Papel Prensa.

 
Por aquellos otros tiempos en que seguía siendo joven y al parecer seguía sin darse cuenta, Clarín volvió a valerse de esa posición dominante para condicionar no sólo a competidores, sino al gobierno de Raúl Alfonsín: así fue como –a fuerza de extorsión- consiguió que se le otorgara la explotación de Radio Mitre. Mal negocio para el gobierno: se quedaron con la radio, y la extorsión no cejó.

Fue este el contexto en el que se produjo ese diálogo ya legendario entre Magnetto y Alfonsín: cuando faltaban apenas seis meses para la finalización de su mandato, y Alfonsín le pidió a un grupo de empresarios que le permitieran completarlo, la respuesta de Magnetto fue “imposible, el obstáculo es usted”. Desde entonces es que circula la leyenda a la que muchos políticos le temen: ningún dirigente sobrevive a cuatro tapas negativas de Clarín.

Quizás alertado por la leyenda, y seguramente porque era afín a sus propios intereses, Carlos Menem se apresuró a modificar las leyes que  permitieron la construcción audiovisual del Grupo Clarín. Lilita ya se iba despidiendo de las lozanías de la juventud, y quizás comenzaba a darse cuenta.

Lo que sí es seguro es que ya se había dado cuenta cuando Néstor Kirchner receló de la leyenda, en aquellos primeros tiempos en que Alberto Fernández era su Jefe de Gabinete y por sus buenos oficios todavía no le había hecho frente al Grupo. La desobediencia a la leyenda, y la salida de Fernández del gobierno para dar comienzo a su ininterrumpido paseo por los medios del Grupo demonizando al kirchnerismo –aunque reivindicando un “primer kirchnerismo bueno”- se volvieron hechos inescindibles de un mismo proceso.

 



 
Sin embargo, de algo más debe haberse dado cuenta cuando –siete años después, en 2010- la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner presentó el informe sobre Papel Prensa.



 
Y debe haber sido algo muy trascendente, o demasiado peligroso, para que se parara tan abiertamente a defender a quienes –en aquellos tiempos acalorados del 2003- había confrontando tan contundentemente.

Debe haber sido algo realmente tremendo para que, en Radio El Mundo, expresara “estoy dispuesta a defender al Grupo Clarín, en ello no me temblará la mano”, y ensayara la siguiente explicación: “Todo empezó con el secuestro de los Born, por el que se pagaron 60 millones de dólares a la organización terrorista Montoneros. Una parte de ese dinero lo pusieron en un banco de Cuba, y a la vez pidieron a José Ber Gelbard asesoramiento para ver dónde colocaban unos 17 millones; entonces él les recomendó a David Graiver, quien con ese dinero compraría Papel Prensa. Cuando el empresario murió, Montoneros empezó a amenazar a la familia, la cual ignoraba que Graiver había manejado dinero de la guerrilla. En esas circunstancias se decidió la venta urgente de Papel Prensa.”

Ya no era tan joven -y seguramente se daba cuenta de muchas cosas- cuando días después, en septiembre de 2010, se sentó a la mesa de Mirtha Legrand e insistió con el argumento. Lo interesante es que hizo una aclaración: “Ojo, que de esto yo no me enteré leyendo al general Ramón Camps”.

 
¿Qué se esforzaba por desmentir con su aparente aclaración? Es que apenas unos días antes, el 28 de agosto, el periodista Ricardo Ragendorfer en la columna “Clarín, Papel Prensa, el pulso y la memoria de Lilita” publicada por Tiempo Argentino, no se había andado con medias tintas al criticar sus dichos radiales: “en la solidez argumental de Lilita se advierte que su fuente no fue otra que el esclarecedor libro Caso-Timerman-Punto Final, escrito nada menos que por el general Ramón Camps.

Carrió, en cambio, aseguró que se había enterado “por Patricia Bullrich, que de esto sabe mucho.

Efectivamente, Ragendorfer cuenta que el 25 de agosto Lilita había recibido en una cena a los referentes del Grupo A: Jorge Aguad, Felipe Solá, Federico Pinedo, Silvana Giudici y Patricia Bullrich. Fue allí donde Bullrich –quien había sido un cuadro de Montoneros, pero sin suficiente rango como para que le hubiesen confiado la ruta del dinero obtenido de los Born- se refirió al tema. No deja de ser interesante que haya concluido el relato con una apelación: “Debemos frenar a tiempo la chavización”.

Los saltos políticos siempre estratégicos de Patricia Bullrich y la evidencia de la ubicuidad de su apelación permiten significar su posicionamiento en defensa de la venta de Papel Prensa, y su adhesión al relato de un represor como si fuese propio.

Que Lilita lo haya adoptado como fuente, también.

 
¿Qué pudo ser tan peligrosamente relevante?
José Pirillo no tenía un nombre popularmente reconocido: no era un Magnetto, no era una Hernestina de Noble, ni siquiera era un Aranda. Sin  embargo, tampoco era un desconocido en el mundo de los medios.
Afortunadamente para nosotros, antes de fallecer –en diciembre de 2010- dejó numerosos testimonios periodísticos de cuando era dueño de La Razón. Testimonios periodísticos que hoy nos ayudan a comprender parte de la historia.
Pirillo le compró en 1985 el diario La Razón a Patricio Peralta Ramos, que permaneció como su director. Según él mismo contara, en la primera reunión de Papel Prensa, Héctor Magnetto le relató cómo había sido el proceso de apropiación de la empresa por parte de los diarios Clarín, La Nación y La Razón, en connivencia con la Junta Militar. Y, según también él mismo contara, un par de años después Magnetto lo presionó para que su diario continuara cumpliendo con los acuerdos que se habían hecho con el gobierno de la dictadura, preocupado porque Jacobo Timerman -director editorial de La Razón- estaba publicando acerca de los delitos de lesa humanidad que se habían cometido.
Ante esta presión, Pirillo le solicitó hablar con la dueña del diario –Ernestina Herrera de Noble-, ante lo que Magnetto respondió que tenía el poder para decidir por ella. Fue en ese momento en que le reveló que, además, era albacea de Marcela y Felipe desde que había hecho la gestión ante Videla para conseguir a los chicos. Y que fue así como se quedó con la línea editorial del diario y el poder en Papel Prensa.

Este es uno de los primeros nudos que no debemos perder de vista: la causa de Papel Prensa está íntimamente ligada a la adopción ilegal y la supresión de identidad de Marcela y Felipe. No hay modo de investigar la apropiación de la empresa sin echar luz sobre la apropiación de los entonces menores, y viceversa. Y no hay modo de hacerlo porque las propias causas están entramadas judicialmente: Reinaldo Bandini –ex secretario de redacción de Clarín- declaró como testigo que la adopción se arregló por razones de negocios, para asegurar herederos que, en caso de fallecer Ernestina Herrera, no permitieran que la empresa cayera en manos de la ex esposa de Noble ni de su hija Guadalupe. He ahí el vínculo más fuerte entre estos actores.
Pero la historia no termina allí. El segundo nudo que no podemos perder de vista es el que enlaza toda esta historia con Carrió: Pirillo dejó de publicar sobre hijos de desaparecidos, pero siguió con el tráfico de bebés en el norte del país. Entonces, Magnetto volvió a pedirle que dejara de publicar sobre ese tema porque los afectaba directamente a su esposa y a él, ya que sus hijos habían sido conseguidos a través de su amiga personal Elisa Carrió en el Chaco cuando era empleada de la Corte Suprema y en nada sus atribuciones y funciones justificaban su implicación en la adopción de niños.
Por si estos dos nudos no fueran suficientes, un refuerzo: Alejandro Carrió –primo de Lilita- integra el buffette de abogados de Magnetto y de Ernestina Herrera de Noble. Si bien el parentesco no prueba nada, sí podríamos decir que vuelve a cumplirse el axioma de los antiguos vecinos de Quitilipi: los Carrió no sólo siempre están estratégicamente ubicados sino que, como los cubos, siguen cayendo parados.
Quien no cayó parado en esta historia fue José Pirillo. A partir de ese momento recrudecieron las presiones, que se fueron agravando en la medida en que La Razón publicó sobre los Graiver, los hijos de Noble y los de Magnetto: el diario tuvo que avalar una deuda preexistente de 5 millones de dólares y sufrir distintos tipos de extorsión. Según denunció, el Grupo Clarín sobornó a sus abogados, al síndico de la empresa y al juez de la causa, quienes  en 1987 tomaron el diario hasta su quiebra, sacándole las acciones de Papel Prensa.




Darse cuenta
Quizás porque era muy joven -según ha dicho- Lilita no se dio cuenta de lo que no advirtió.

Pero ya no era joven cuando decidió no recibir a las Abuelas de Plaza de Mayo, mientras Magnetto les ofrecía decirles quiénes eran las madres biológicas de Marcela y Felipe Noble Herrera a cambio de que le proporcionaran los nombres de los denunciantes, quién sabe con qué propósito.

Tampoco era joven cuando la ex funcionaria Ana María di Lonardo, despedida en 2006 del Banco Nacional de Datos Genéticos, se llevó con ella una computadora con información sensible: el banco acumula los datos de familias que buscan a los niños robados durante la última dictadura. Esta ex funcionaria fue contratada como perito de parte por el ex juez Gabriel Cavallo, defensor de Ernestina Herrera de Noble en el caso por la apropiación de Marcela y Felipe, quienes a partir de esta contratación –y después de 10 años de negativas- aceptaron los análisis que -como era esperable- resultaron negativos respecto de las dos primeras familias querellantes, que fueron las únicas con las que se permitió el cotejo. ¿Qué podría haber en la computadora sustraída, que diez años después dejara tan tranquila a la familia Noble Herrera como para aceptar lo hasta entonces inaceptable?.
No era joven cuando sus declaraciones sobre la ley de requerimiento obligatorio de ADN provocaron que fuera expulsada de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos por decisión unánime de su comisión directiva, por considerarlas incompatibles con los principios y valores de los derechos humanos. Sin intenciones de bajarle el tono a la confrontación, su respuesta a la expulsión fue: “Si soy separada de la APHD a causa de defender los derechos humanos de todos los argentinos y no sólo de algunos, entonces en buena hora.” El único antecedente de una decisión similar es la expulsión de Carlos Menem, quien fue separado cuando indultó a los represores que no habían sido alcanzados por las leyes de impunidad.
No era joven en ninguno de esos momentos, ni es joven ahora. Probablemente ya haya pasado mucho tiempo desde que se dio cuenta de las cosas que debió haberse dado cuentas antes, cuando era muy joven y sostiene no haberlas advertido. Quizás la historia familiar le jugó una mala pasada: parece que no siempre los cubos caen parados. Y aunque no ruedan, sí pueden andar a los tumbos.
 

Quizás ahora, habiéndose dado cuenta, sienta que no tiene otra opción que mantenerse aliada a Magnetto y su grupo de secuaces, entenados, obsecuentes y serviles. Si se abre la caja de Pandora de las causas de lesa humanidad en las que está entrampado, probablemente emerja su nombre desde el fondo de ella. Después de todo, parece ser que efectivamente fue ella quien cargó en sus propios brazos a los niños de los que se hizo el matrimonio Magnetto en circunstancias del todo reñidas con la legalidad y la legitimidad, amparados unos y otra por la corrupta corporación judicial, a la que todavía defiende frente a la pretensión de su democratización. 

Sólo falta ver hasta qué punto se elevará su oposicionismo radicalizado, en sus bastante pueriles intentos por mostrarse presidenciable a los ojos del Grupo Clarín y sus aliados mediáticos.  Sin dudas buscará asegurarse -y asegurarles- el código de silencio que todos beneficia, y que es más fuerte que los intereses que coyunturalmente podría unirlos provisoriamente a otro candidatos.

Aunque también podría suceder que, de continuar con su escalada de reactividad violenta y emocionalidad desbordada, finalmente resulte más confiable como estrella de show televisivo que como aliada política. Después de todo, bien pueden promoverla desde su pantalla, llevándonos de la compasión a la risa, encarnándola en una deslucida y poco creíble caricatura de sí misma.


Viviana Taylor