Todos los caminos
conducen a…
Cruce
de caminos:
Mauricio
Macri – Francisco De Narváez
Por Viviana Taylor
Las
historias de la política son historias de pasiones. No podría ser de otra manera.
A tal punto no
podría ser de otra manera, que ésta en particular podría contarse como uno de
esos culebrones mexicanos que cobijan las siestas de invierno. Pero en aquellas
novelas siesteras, donde los malos son descaradamente malos, y buenos impolutamente
buenos, es fácil elegir entre unos y otros.
Las
historias de la política son infinitamente más interesantes. E intrincadas. Y
llenas de sorpresas y vericuetos. Historias en las que se suceden los meandros,
las vueltas y revueltas. Historias en las que, a veces, hasta se completa un
giro de 360° y todo vuelve a estar donde comenzó. Cosas de la política.
Cuando los
calores de la campaña por las recientes PASO comenzaron a hacerse notar, la
política nos regaló una de estas historias de amores desairados, resentimientos,
despecho y reclamos. Una de esas historias con final anunciado… a pesar del
cual la magistralidad de su relato nos mantuvo en vilo, esperando a ver cómo es
que iba a ocurrir lo que todos sabíamos que finalmente sucedería.
Una historia
que podríamos resumir en apenas un párrafo: Sergio Massa y Mauricio Macri se unieron en una alianza política,
que fortaleció la provisión de candidatos para el primero, a la vez que los
sostenía como tales a pesar de la falta de proyección nacional del segundo.
Alianza que, antes que después, Francisco
De Narváez denunció, haciéndose eco de lo que ya muchos otros venían
comentando. Y no podía ser de otro modo, siendo que De Narváez es quien resultaba
desairado: Mauricio le había dado la espalda, buscándose un compañero “lindo y
joven” (Chiche Duhalde dixit), apadrinado por quienes en otros tiempos habían
puesto su mirada en él. Un nuevo compañero que ni siquiera tenía las agallas de
reconocerlo. Así, como una novia despechada de telenovela mexicana, Francisco
reclamaba por el amor perdido, y Mauricio simplemente le daba la espalda, por
un Sergio que públicamente lo desairaba.
No faltaron
condimentos. Los empresarios de los medios de comunicación hegemónicos –entre otros-
presionaron a Francisco para que la separación no llegara a divorcio: muchas
esperanzas habían invertido en su matrimonio con Mauricio, y si ahora era
necesario un tercero para mantenerlos unidos, no era para dividir el
patrimonio, sino para sumarle encanto. Después de todo, a pesar de sus
ambiciones a flor de piel y su genuflexión congénita hacia los poderes
fácticos, Sergio no trae de cuna lo que Maurico y Francisco llevan como marca
de clase: ya se sabe, no es lo mismo un recién llegado que un nacido y criado.
Menos aun cuando de la identificación con los intereses de clase se trata.
Hagamos un
poco de historia. La suficiente como para saber de qué estamos hablando. La
necesaria como para comprender desde cuándo vienen caminando juntos, y cuál es
ese camino en común que tienen transitado.
Como ya
conté en la parada anterior, fue el operador periodístico Bernardo Neustadt quien en 1985 inició una serie de reuniones con
un grupo de jóvenes empresarios para tentarlos con su ingreso a la política. De
esas reuniones, de las que también participaban Manuel Antelo y Eduardo
Constantini y que se extendieron a lo largo de los años, consiguió dos mosqueteros –según él mismo los
llamó: Mauricio Macri y Francisco De Narváez.
La reunión
clave parecería ser la que se hizo en 1991 en el restaurante Novecento de Punta
del Este. Con Carlos Menem en la
presidencia, tenía novedades para comentar: la consolidación de lo que llamó un
ideario conservador-liberal-progresista.
Y ellos eran la generación que podía suceder a Menem.
Macri seguía
mostrándose tan interesado como en el ‘85, pero también seguía pensando que el
proyecto era para el futuro. Los otros le dijeron que no. Sin embargo, años
después, De Narváez terminó por tentarse con la posibilidad, aunque
extemporáneamente: los cantos de sirena del ideario conservador-liberal-progresista
lo sedujeron cuando ese mismo ideario –más conservador que liberal, y más
liberal que progresista- hizo estallar al país por los aires.
De hecho,
después del que se vayan todos, la única cara nueva fue la del empresario
Francisco De Narváez. Una cara nueva para unas prácticas viejas.
El mismo De
Narváez que –según él mismo cuenta- se nacionalizó en 1983 para poder votarlo a
Alfonsín, en el 2001 votó a Luis Zamora, y en 2002 apoyó a Mauricio Macri para
luego impulsar un acuerdo entre Elisa Carrió y López Murphy.
Ese mismo De
Narváez, el jueves 24 de abril de 2003, en el acto de cierre de campaña de Menem-Romero en River, cantaba “y ya lo ve, y ya lo ve, es para Duhalde que
lo mira por TV”, fue fiscal de mesa el domingo, y el lunes ofreció las
oficinas de su Fundación Unidos del Sud en Las Cañitas, para que trabajaran los
equipos de Menem. Así fue como el riojano le pidió que coordinara algunos de sus
equipos hasta la que consideraba su segura asunción, a cambio del Ministerio de
Desarrollo Humano o Ayuda Social. Ya sabemos que a Seguro se lo llevaron preso,
y que ni Menem obtuvo su tercer mandato, ni De Narváez ministerio alguno.
Sin embargo,
el gustito a política lo dejó con ganas de más, y en las elecciones
legislativas de 2005 fue electo Diputado Nacional por la Provincia de Buenos
Aires, por la lista que presidía Chiche
Duhalde: un encuentro de notables. De la mujer que notablemente sostiene
que la tarea de la mujer en la política es hacer lo que le dice su marido, y del
hombre que notablemente había cantado contra el de Chiche, apenas dos años
antes.
Dos años
después, en 2007, se comenzó a tejer una historia más que interesante, cuando
se presentó con el partido Unión-Pro como candidato a gobernador de la
Provincia de Buenos Aires, acompañado por Jorge
Macri –primo de Mauricio- como vicegobernador. Bernardo Neustadt vivió
apenas lo suficiente para ver a sus ahijados aliados, uno desde la ciudad y
otro desde la provincia: fallecería en condiciones miserables, despreciado y
abandonado, apenas un año más tarde. Al menos debe haber tenido esta última satisfacción.
Si es que estaba en condiciones para disfrutarla.
Cuando en
las elecciones legislativas de 2009 se consolidó la alianza con Mauricio Macri, a la que se sumó Felipe Solá y con la colaboración de Eduardo Duhalde cual Papa Negro, la
convivencia no fue fácil. Quienes conocen bien las intimidades del macrismo
cuentan que Jorge Macri –que había compartido fórmula con Francisco apenas dos
años antes, y al frente de la conducción del PRO bonaerense- tuvo que correrse
para dejar a la provincia en manos de Néstor
Grindetti –por entonces ministro de Hacienda del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires- por un reclamo del propio De Narváez, quien lo acusó de “estar rodeado de chorros”. No deja de
ser interesante que la denuncia se haya sostenido en la existencia de unos
videos que le habría entregado el ex diputado menemista Miguel Angel Toma -por entonces su asesor en temas de inteligencia
y seguridad- y de cuya existencia al menos tres diputados macristas pueden dar
fe, aunque eligen la reserva de fuente. Por esas vueltas de la vida –y por esos
meandros de la política- Miguel Angel Toma había sido designado en 2002 Secretario
de Inteligencia del Presidente Duhalde: sí, ese mismo Duhalde contra el que
Francisco cantaba por aquel entonces, lo que no obstaba para que eligiera a sus
ex funcionarios como sus asesores ni a él mismo como colaborador silencioso.
Las grabaciones de la discordia no habían llegado accidentalmente a sus manos:
habían sido planificadas por el propio Toma en sociedad con Frank Holder, un ex espía de la CIA, director de la rama iberoamericana de la agencia de asesoramiento de riesgo empresarioFTI Consulter.
A pesar de
la gravedad de la denuncia y la contundencia del reclamo, Francisco sólo obtuvo
una victoria a medias: Jorge Macri abandonó la conducción del PRO en la
provincia, pero no se corrió de la escena política.
¿Por qué De
Narváez intentó sacarse de encima a quien había sido su compañero de fórmula
apenas dos años antes? Parecería ser que lo cierto es que nunca se llevaron
bien: la
alianza duró poco tiempo y el bloque que conformaron en la Legislatura
bonaerense finalmente se quebró. La crisis de los videos no alcanzó a borrar a
Jorge Macri del mapa político, pero al menos lo corrió del armado de los
legisladores nacionales y provinciales para las elecciones por venir.
Así fue como las elecciones de
2011 lo encontraron a Jorge Macri refugiado en su pago chico, el Municipio de
Vicente López, donde ganó la intendencia. Por otro de los meandros de la
política, que no deja de dar giros ¿inesperados?, otra vez se lo encuentra
asociado con un De Narváez. Claro que esta vez no es con Francisco, sino con Carlos, su hermano: el intendente y el
empresario están denunciados por supuesta falsificación de un documento que
habilita la construcción de un helipuerto.
Esta vez, parece que Toma y
Holder no grabaron nada; y que Francisco eligió no denunciar a los “chorros” de los que Jorge Macri
parecería seguir rodeándose. Es que, como decía mi abuela, dos que duermen en
el mismo colchón terminan con la misma opinión.
Quizás no se trate de un
silenciamiento, sino de un simple olvido. No sería extraño que Francisco haya
elegido –o los mecanismos inconscientes de represión lo hayan hecho por él-
olvidar las elecciones del 2011. Esas elecciones inaugurales Primarias,
Abiertas, Obligatorias y Simultáneas a las que llegó aliado con Ricardo Alfonsín –de la Unión Cívica
Radical- por las que se presentó como candidato a gobernador de la Provincia de
Buenos Aires, y de las que salieron separados antes de llegar a las
definitivas. Una alianza de la que lo único que parece haber continuado vigente es
el acuerdo en que “de eso no se habla”.
De lo que tampoco suele
hablarse es de que este empresario devenido político parecería haber estado más
activo en acciones vinculadas a la corrupción y la ilegalidad que a la labor
parlamentaria.
Quienes han compartido el
recinto con él, prácticamente no podrían reconocerle la voz si no fuese por su
presencia en los medios: en los cinco años que mediaron entre 2006 y 2011 sólo
habló cuatro veces. Y todas durante el primer año. En 2011 rompió la racha de
silencio que se había impuesto: pronunció apenas 385 palabras. Exactamente la
misma cantidad que llevo sombreadas en verde hasta este punto.
Mientras
tanto, durante ese mismo período, estuvo involucrado en causas por lavado de dinero,
por evasión de impuestos y por no justificar ante la AFIP su incremento
patrimonial desde 2005; fue denunciado por su incompatibilidad como diputado y
empresario de medios –desde cuya función ejerció acciones de censura-, por
corrupción relacionada con aportes ilegales a la campaña legislativa de 2009 y
por anticipo sistemático en los tiempos de campaña en varios períodos
electorales; y estuvo vinculado con la causa por el tráfico de efedrina, aunque
luego se lo desvinculó.
Y así, entre
silencios y ausencias, se mantuvo aferrado a su banca hasta ahora. Hasta ahora,
en que hace apenas tres meses y medio (aunque parezca que pasó toda una vida) el
dirigente denarvaísta José Pepe Scioli dijo lo que otros
pensaban pero no se animaban a decir: “No
vale la pena seguir insistiendo en algo que no va a funcionar.” Y con la
simpleza de las verdades sin adorno, dio por terminadas las negociaciones con el
macrismo para un acuerdo electoral en la Provincia de Buenos de Aires. Y habló
de aquello de lo que no se habla: “Hemos
aprendido de la experiencia de 2009, cuando Unión-PRO se rompió poco después de
los comicios”.
Las razones
se parecían demasiado a las de un viejo matrimonio que se cansó de remendar
sábanas: que unos no pueden pedir porque no tienen votos que los avalen, y que
los otros no quieren concederles lo que ya les prometieron a otros.
Quizás el
error fue que Francisco se sintió más acompañado de lo que realmente estaba:
miró tras de sí y pensó que la Juan Domingo, la CGT de Moyano, la Federación
Agraria, Carbap, la gente de De la Sota, y hasta los que se desmigaban del PRO
y el Radicalismo lo estaban siguiendo. Y que eran suficientes.
Quizás ese
error original haya desnudado que, sin importar cuánto hace que transita la
política, no piensa como político ni políticamente: esperando que Massa se
definiera, no vio en la indefinición explícita una estrategia implícita. Cómo
iba a suponer, él –que creyó que las campañas se hacen anticipándose a los tiempos
y con más dinero- que a los candidatos también se los entroniza por aclamación.
Y no supo escuchar que los murmullos que pedían definiciones eran el preludio
del clamor.
Tampoco
advirtió que los viejos enemigos se empoderan: Jorge Macri se cobró venganza.
Y la saboreó fría. Y la juzgó deliciosa. Ya había anticipado que veía muy
difícil un acuerdo entre el macrismo bonaerense y el denarvaísmo. Y remató: “las confianzas están rotas”.
Después pasó
–como dicen en el barrio- lo que tenía que pasar. Macri se abrazó a Massa,
aunque Massa callaba –y más aún, negaba- la alianza. Y Macri comenzó a reclamar
ser reconocido, y ser legitimado, porque no quería ser el amor clandestino al
que se goza pero del que no se habla: el amor de los placeres vergonzantes.
Macri había dejado su vieja alianza con De Narváez –problemática y conflictiva,
pero sostenida en el tiempo- por esta nueva alianza que lo había seducido pero
no lo blanqueaba. Y ahí estaba De Narváez, despechado e iracundo, arremetiendo
contra quien le había robado lo que sentía suyo. Nada se desea tanto como lo
que se tuvo y se dejó ir, cuando otro lo hace propio.
Lo más
triste, lo más patético, lo más cruel, es que quienes Francisco creía que lo
apoyarían lo fueron abandonando. Y ni siquiera lo hicieron para alinearse
detrás de su antiguo compañero: explicitaban su apoyo al nuevo. A ese: al otro.
Al que ni siquiera viene de donde ellos vienen; al transmigrado. Al que quién
sabe si lo identifica lo que a ellos identifica. Al recién llegado.
Como si la
humillación no hubiese sido suficiente, justo cuando ya no iba quedando nadie
acompañándolo; justo cuando él mismo decidía sumarse para no quedar tan solo,
para no sentir tanto frío, el ex secretario de Deportes de Carlos Menem y
suegro de Sergio Massa, un compañero de otros caminos, Fernando Galmarini, espetó: “Sergio
Massa engancha lo que venga”.
Qué le vas a
hacer, Francisco. Para él, no sos especial. Como tampoco lo es Mauricio. Y te
dejó afuera: en el camino hacia el centro del círculo rojo te dejó sin parada.
Sos apenas un cruce de caminos, pero das a una cortada.
Igual, ya
sabés: las alianzas se reciclan y dan revancha. En el 2015 ¿nos vemos?
Viviana
Taylor