Una
historia de amores y de espantos
Por Viviana Taylor
Esta mañana Macri
participó de la inauguración de la nueva edición de la Exposición Rural, que
coincide con el 150º aniversario de la creación de la Sociedad Rural Argentina
(SRA) mientras se desarrollaba la oprobiosa guerra contra el Paraguay. Y los
medios corporativos, casi con goce orgásmico, celebran cual coristas
sobreexcitadas la presencia presidencial destacando que termina con 14 años de
ausencias y 12 de enfrentamientos presidenciales, como si tal elogio diera
cuenta de una virtud.
Desde su creación en
1866, estas exposiciones fueron el termómetro que mejor midió la relación entre
cada gobierno y los intereses
concentrados de la corporación agroganadera.
Por entonces, tras
apenas dos deliberaciones en el solar de Eustaquio
Torres Agüero, se efectivizó la creación con la firma de:
José
Martínez de Hoz (cuyo nieto homónimo -90 años después- fue uno de los
ideólogos de la política social y económica,
y Ministro de Economía durante la
Dictadura genocida entre 1976 y 1981; y cuyo bisnieto está asociado con el
gobierno de Macri a través de uno de sus socios, que ocupa la Presidencia
Nacional de Producción Industrial).
El unitario Eduardo Olivera, quien había vuelto de
un viajecito a Europa fascinado con la idea de una exposición rural como la que
había visitado en la ciudad inglesa de Birmingham, por lo que había organizado
la Exposición Agrícola Rural Argentina de 1858, con presencia del entonces
Gobernador bonaerense Valentín Alsina. Esta primera exposición rural fue el
antecedente de las que luego organizaría la SRA.
Ricardo B. Newton, el introductor del
alambrado;
Jorge R. Stegmann, Jorge Temperley, Mariano
Casares y otros.
A partir de entonces la
entidad (una asociación patronal que
representa al sector más tradicional de propietarios de tierras dedicadas al
negocio de la agricultura y la ganadería) se constituyó en la columna
vertebral de una Argentina con marcado sesgo agrícola-ganadero y exportador de
materia prima, y en la propulsora de las administraciones gubernamentales que
le resultaran afines a sus intereses. Por supuesto, con la misma vehemencia con
que propulsó a unas, combatió a otras: las que representaban intereses más
cercanos a las necesidades populares y a un modelo de desarrollo e
industrialización.
Justamente su lema -“Cultivar
el suelo es servir a la patria”- nos permite confrontar el modelo propuesto
con la Zoncera Nº 33 del Manual de
Zonceras Argentinas de Arturo Jauretche, ya que la SRA da por sentado que
únicamente se debe servir a los intereses del mercado internacional: “comprar
a quien nos compra”. Así, por zoncera (¿o complicidad?) desde su fundación
y hasta bien entrada la década de 1940, promovió el intercambio con Inglaterra (nuestro
comprador de materias primas) y a quien como retribución le comprábamos las manufacturas y sus derivados. Este
ha sido, desde siempre, el diseño de la división internacional del trabajo
concebido por los anglos, y que sigue impulsando la SRA, sólo que cambiando el
lugar de Inglaterra por el de EEUU y la Comunidad Europea. Un modelo de
dependencia económica que convierte en una falacia formal la independencia
política, que tanto se esforzaron por acotar.
Volviendo a aquellos
primeros tiempos fundacionales, la Confederación Argentina transitaba de una
industria saladeril estrechamente ligada a las estructuras de la estancia
vieja, a otra más moderna que consistía en la importación y cría de razas
vacunas (principalmente la Hereford, Aberdeen Angus, Tarquino y Herdforshire) agrupadas
y organizadas en cabañas. A este tránsito se le sumó la invención y el
perfeccionamiento “del sistema de enfriado (chilled beef)” y el consecuente
auge de los primeros frigoríficos.
Así, el primero de estos
establecimientos que existió en nuestro país databa de 1883, levantado en la
ciudad de Campana (Pcia de Buenos Aires) de donde salieron los envíos regulares de carne argentina a Inglaterra,
principal cliente de los frigoríficos argentinos. No casualmente se llamaba The River Plate Fresh Meat Co. Ltd. Un año más tarde -en 1884- se
levantó el segundo frigorífico: La Negra.
Claro que para que estos
cambios contribuyeran a la consolidación de la Sociedad Rural Argentina, antes fue necesario que jugara un
importante papel en ese genocidio que dimos en llamar Conquista del Desierto, gracias a la que se hicieron de 18.668.000 hectáreas de las mejores tierras del sur bonaerense,
de La Pampa, parte de Río Negro y sur de San Luis, que repartieron entre sus
principales familias con el único compromiso de exterminar a sus pobladores. Por si no quedó claro, tierras que pagaron
con la sangre de los indios, haciendo realidad el precepto sarmientino de que
sólo para abonar la tierra sirve la sangre chusma criolla incivil, bárbara y ruda, descendientes
de guaraníes, indios salvajes y
esclavos.
De
esta historia fundacional viene el sesgo de su gran y permanente influencia
política: varios de sus miembros han sido –y son- funcionarios de diferentes
gobiernos, mientras que ha mantenido relaciones conflictivas con los de Hipólito Yrigoyen (cuyo ministro de
Agricultura Juan Fleitas fue abucheado e insultado, hecho que el diario La
Nación interpretó que se trataba del “preanuncio de la revolución (sic) contra
Yrigoyen", lo que efectivamente ocurrió 6 días después); de
Juan Domingo Perón (haciendo una férrea oposición a su Estatuto del Peón
Rural, y organizando un lockout en 1945 contra la sanción del aguinaldo); a
través de los paros patronales de octubre de 1975 y enero de 1976 –durante del
gobierno de María Estela Martínez de
Perón- que desabastecieron de alimentos a la población y colaboraron en
agravar el clima social que facilitó el golpe de estado de marzo de 1976;mde Raúl Alfonsín (a quien abuchearon en
1988 en la inauguración de la Exposición, respondiendo con un durísimo discurso
en el que los acusó de “actitudes fascistas” y retirándose sin inaugurar
la muestra); y al de Néstor Kirchner
y muy particularmente al de Cristina
Fernández de Kirchner, contra quien realizaron el paro agropecuario de 2008.
Asimismo,
han mantenido históricamente relaciones conflictivas con los arrendatarios y
pequeños propietarios enrolados en la Federación Agraria Argentina, que nació
en 1912 para dar origen a una organización gremial representativa en el hecho
históricamente recordado como el
Grito de Alcorta. Federación que –sin embargo- se alió a sus intereses (que
no le eran propios) durante el mencionado “conflicto con el campo” que
fogonearon la SRA y la oposición política más reaccionaria contra el gobierno
de Cristina Fernández de Kircher durante su primer mandato, en 2008.
Lejos
está el actual presidente Mauricio Macri de estas disonancias con los patrones
del campo. Ya en septiembre 2010 había elegido el contexto del Congreso del movimiento
agropecuario CREA –celebrado en Córdoba- para anunciar entre sus muchas promesas
inclumplidas la que sí cumpliría: la eliminación de la mayoría de las
retenciones. En aquel momento también les anticipó lo que ha llevado a la
mismísima gestión de gobierno: “Hoy el campo se ha convertido en el
protagonista del sistema político”, los arengó.
En ese sentido, el ministro de Agroindustria Buryaile ya destacaba en abril
de este año que “en estos cuatro meses hemos tomado medidas importantes
para el sector, tales como la unificación del tipo de cambio, la eliminación de
retenciones a las exportaciones, los ROE y otros factores distorsivos. No sólo
tenemos el compromiso sino también la convicción de abastecer la mesa de los
argentinos y del mundo, y para eso no se puede restringir las exportaciones”.
Hoy, en su
discurso de inauguración de la Exposición Rural, el propio Macri reafirmó que "Desde hace 7 meses trabajamos en el Gobierno
para que el campo sienta que se le ha sacado la pata de encima y que se le está
tendiendo la mano. El campo es mucho más de lo que puede producir o los
impuestos que puede pagar. Es nuestro emblema, nuestra cultura. Para mí el
campo es un ejemplo de solidaridad.” Y como la formación histórica no es lo
que lo destaca, cometió la barbaridad de
terminar la frase acotando “Por algo
gauchada viene de gaucho", olvidando que los patrones del campo frente
a los que hablaba no son precisamente quienes se identifican con la figura del
gaucho, víctima de sus abusos desde hace 150 años, cuando los exterminaron
junto a los indios bajo ese principio de que la barbarie es el campo, lo rural,
el atraso, el indio y el gaucho. Hasta en estas frases de forma para darle
color al discurso se le cuela la desmemoria, la falta a la verdad y la
injusticia.
Entre estas frases se despliega cuánto se ha avanzado en apenas unos meses
en el proceso de restauración conservadora en marcha: desde aquel modelo
agroexportador y excluyente, inicialmente asumido, que jamás derramó (a pesar
de las ¿ingenuas? expresiones de
Buryaille) sobre el pueblo argentino llegamos hasta acá –con algunos más o
menos breves intermedios populistas que fueron históricamente cercenados-. Y, como el cangrejo, hacia la restauración de
aquel modelo vamos yendo.
Quizás
por todo esto, hoy el presidente de la SRA Luis Etchevehere arengó impúdicamente el “sí se puede” que es el lema del cambio de
futuro por pasado. Y –tan entusiasmo como si estuviese nuevamente acompañado
por Aramburu– pidió cárcel para quienes “saquearon la República” durante
el kirchnerismo. Y fue como otras veces ha sido. Como cada vez que llegaron con
la fuerza de las botas. Sin la más
remota intención de que sea Cristina quien se les escape. Ni siquiera por el
¿atenuante? de haber vuelto con los votos. Hasta me atrevo a afirmar que Cristina
no sólo es quien más odios les ha
despertado en su siglo y medio de historia, sino que esta vez se sienten
especialmente legitimados para arrasar con todo lo que ella es y representa. Y
no se privan de hacérselo saber, cuando los nubla la convicción de que esta mujer
dos veces presidenta es –como ningún otro político- presidenciable.
Ni
en estos buenos momentos pueden desprenderse de su sed de venganza. Es de estos
buenos muchachos que el Pueblo debe cuidarse: no importa cuánto se atiborren,
siempre permanecen sedientos.
Viviana Taylor
Casi
como una nota al pie, cabe no olvidar que en julio de 2015 los camaristas
Ricardo Pinto, Juan Cicciaro y Mariano Scotto ratificaron los procesamientos de
Raúl Etchebehere (actual presidente de la SRA), Juan María Anchorena, Carlos
Sánchez, Hugo Pifarré, Rubén Lusich, Horacio Foster, Rodrigo Arboleda Halaby,
Eduardo Ordoñez, Mario Eijo de Tezanos Pinto, Néstor Eijo, Juan Ravagnán,
Vicente Francos, Luis Walter, Juan Carlos González, Carlos Simone y Jaime
Bernasconi (directivos de la Sociedad Rural y exdirectivos del Banco Provincia)
en la causa por fraude, ya que gestionaron y obtuvieron un crédito de 106
millones de dólares del Banco Provincia en el que entre otras irregularidades
presentaron documentación que incluía gastos preoperativos.
Se
trata de una causa derivada de otra, en la que el Juez Federal Sergio Torres
investiga al expresidente Carlos Menem y a otros imputados por haber vendido a
precio vil el predio ferial de Palermo que ocupa la Sociedad Rural: por un
precio mucho menor a la mitad de su valor real, que tampoco se terminó de
pagar.
Y
una joyita histórica para comparar: Pedro Eugenio
Aramburu e Isaac Rojas, presidente y vicepresidente de facto de la Revolución
Fusiladora (autodenominada “Libertadora”), asistieron a la Exposición Rural. Su
por entonces presidente Juan José Blaquier –tal como Etchevehere hoy a Macri-
los recibió con un fervor particular que respondía a dos medidas adoptadas por
el gobierno militar: la devolución de las instalaciones de la Sociedad Rural de
Palermo, que en 1951 habían sido transferidas a la Fundación Eva Perón, y la
restitución de la potestad de la patronal rural sobre los Registros Genealógicos
de ganadería, que habían sido nacionalizados por Perón.
Los mismos amores, los mismos odios.
No es la historia que vuelve: es lo no resuelto que se repite.
V.T.