jueves, 28 de octubre de 2010

Néstor y lo que viene


Por Mempo Giardinelli



Escribo esto en caliente, en la misma mañana de la muerte anunciada de Néstor Kirchner, y ojalá me equivoque. Pero siento dolor y miedo, y necesito expresarlo. Pienso que estos días van a ser feísimos, con un carnaval de hipocresía en el Congreso, ya van a ver. Los muertos políticos van a estar ahí con sus jetas impertérritas. Los resucitados de gobiernos anteriores. Los lameculos profesionales que ahora se dicen "disidentes". Los frívolos y los garcas que a diario dibujan Rudi y Dany. Todos ellos y ellas. Caras de plástico, de hierro fundido, de caca endurecida. Aplaudidos secretamente por los que ya están emitiendo mailes de alegría feroz. Los veremos en la tele, los veo ya en este mediodía soleado que aquí en el Chaco, al menos, resplandece como para una mejor causa. Nunca fui kirchnerista. Nunca vi a Néstor en persona, jamás estuve en un mismo lugar con él. Ni siquiera lo voté en 2003. Y se lo dije la única vez que me llamó por teléfono para pedirme que aceptara ser embajador argentino en Cuba. Siempre dije y escribí que no me gustaba su estilo medio cachafaz, esa informalidad provocadora que lo caracterizaba. Su manera tan peronista de hacer política juntando agua clara y aceite usado y viscoso.

Pero lo fui respetando a medida que, con un poder que no tenía, tomaba velozmente medidas que la Argentina necesitaba y casi todos veníamos pidiendo a gritos. Y que enumero ahora, porque en el futuro inmediato me parece que tendremos que subrayar estos recuentos para marcar diferencias.

Fue él, o su gobierno, y ahora el de Cristina:

—El que cambió la política pública de Derechos Humanos en la Argentina. Nada menos. Ahora algunos dicen que estar "hartos" del asunto, como otros criticaron siempre que era una política más declarativa que otra cosa. Pero Néstor lo hizo: lo empezó y fue consecuente. Y así se ganó el respeto de millones.

—El que cambió la Corte Suprema de Justicia, y no importa si después la Corte no ha sabido cambiar a la justicia argentina.

—El que abrió los archivos de los servicios secretos y con ello reorientó el juicio por los atentados sufridos por la comunidad judía en los '90.

—El que recuperó el control público del Correo, de Aguas, de Aerolíneas.

—El que impulsó y logró la nulidad de las leyes que impedían conocer la verdad y castigar a los culpables del genocidio.

—El que cambió nuestra política exterior terminando con las claudicantes relaciones carnales y otras payasadas.

—El que dispuso una consecuente y progresista política educativa como no tuvimos por décadas, y el que cambió la infame Ley Federal de Educación menemista por la actual, que es democrática e inclusiva.

—El que empezó a cambiar la política hacia los maestros y los jubilados, que por muchos años fueron los dos sectores salarialmente más atrasados del país.

—El que cambió radicalmente la política de Defensa, de manera que ahora este país empieza a tener unas Fuerzas Armadas diferentes, democráticas y sometidas al poder político por primera vez en su historia.

—El que inició una gestión plural en la Cultura, que ahora abarca todo el país y no sólo la Ciudad de Buenos Aires.

—El que comenzó la primera reforma fiscal en décadas, a la que todavía le falta mucho pero hoy permite recaudaciones récord.

—El que renegoció la deuda externa y terminó con la estúpida dictadura del FMI. Y por primera vez maneja el Banco Central con una política nacional y con record de divisas.

—El que liquidó el infame negocio de las AFJP y recuperó para el Estado la previsión social.

—El que con la nueva Ley de Medios empezó a limitar el poder absoluto de la dictadura periodística privada que todavía distorsiona la cabeza de millones de compatriotas.

—El que impulsó la Ley de matrimonio igualitario y mantiene una política antidiscriminatoria como jamás tuvimos.

—El que viene gestionando un crecimiento económico de los más altos del mundo, con recuperación industrial evidente, estabilidad de casi una década y disminución del desempleo.

Y va por más, porque se acerca la nueva legislación de entidades bancarias, que terminará un día de estos con las herencias de Martínez de Hoz y de Cavallo. Néstor lo hizo. Junto a Cristina, que lo sigue haciendo. Con innumerables errores, desde ya. Con metidas de pata, corruptelas y turbiedades varias y algunas muy irritantes, funcionarios impresentables, cierta belicosidad inútil y lo que se quiera reprocharles, todo eso que a muchos como yo nos dificulta declararnos kirchneristas, o nos lo impide. Pero sólo los miserables olvidan que la corrupción en la Argentina es connatural desde que la reinventaron los mil veces malditos dictadores y el riojano ídem. De manera que sin justificarle ni un centavo mal habido a nadie, en esta hora hay que recordarle a la nación toda que nadie, pero nadie, y ningún presidente desde por lo menos Juan Perón entre el 46 y el 55, produjo tantos y tan profundos cambios positivos en y para la vida nacional. A ver si alguien puede decir lo contrario. De manera que menudos méritos los de este flaco bizco, desfachatado, contradictorio y de caminar ladeado, como el de los pingüinos.

Sí, escribo esto adolorido y con miedo, en esta jodida mañana de sol, y desolado también, como millones de argentinos, un poco por este hombre que Estela de Carlotto acaba de definir como "indispensable" y otro poco por nosotros, por nuestro amado y pobrecito país.

Y redoblo mi ruego de que Cristina se cuide, y la cuidemos. Se nos viene encima un año tremendo, con las jaurías sedientas y capaces de cualquier cosa por recuperar el miserable poder que tuvieron y perdieron gracias a quienes ellos llamaron despreciativamente "Los K" y nosotros, los argentinos de a pie, los ciudadanos y ciudadanas que no comemos masitas envenenadas por la prensa y la tele del sistema mediático privado, probablemente y en adelante los recordaremos como "Néstor y Cristina, los que cambiaron la Argentina". Descanse en paz, Néstor Kirchner, con todos sus errores, defectos y miserias si las tuvo, pero sobre todo con sus enormes aciertos. Y aguante Cristina. Que no está sola.

Y los demás, nosotros, a apechugar. ¿O acaso hemos hecho otra cosa en nuestras vidas y en este país? •

miércoles, 19 de mayo de 2010

Una sociedad pedófila


O


Acerca de cómo todos nos vamos convirtiendo en cómplices



Viviana Taylor



En este momento estoy con la radio encendida, y escucho azorada cómo el intendente de General Villegas relativiza la gravedad de una probada situación de abuso sexual por parte de tres varones adultos contra una menor de 14 años, argumentando la supuesta precocidad sexual de ella.
Quizás tan azorada como anoche, cuando las imágenes de un noticiero mostraban el apoyo de parte del pueblo a estos señores, a los que calificaban como “las tres víctimas verdaderas”. Pero mucho menos que cuando escuché la defensa de la esposa de unos ellos, quien textualmente manifestó: “no mataron a nadie, no robaron, no v…”. Debe haberle sonado una alarma interna que la hizo detenerse justo en ese punto, aunque no fue tan efectiva como para evitar que el sonido de la “v” permitiera inferir cómo continuaba la expresión.
Pero mucho menos azorada que en este momento, cuando escucho ahora al periodista local que difundió la noticia, quien defiende a la niña con el argumento de que está probado que no es una prostituta. Como si el haberlo sido –mal que le pese al intendente y a los buenos vecinos- hubiese invalidado el hecho de que tiene 14 años.

Seguramente muchos estarán pensando en la Lolita de Nabokov. Yo estoy pensando en la nena que interpretaba Julieta Prandi en el programa de Franchella, y que alimentó las fantasías de muchos hombres y no despertó –según recuerdo- la indignación de nadie.
Estoy pensando en el Bambino Veira, y cómo el presente de Candelmo parece haberse convertido tristemente en una perversa justificación que disculpa el abuso (¿violación?) que sufrió de aquel, desconsiderando cuánto pudo haber contribuido a su construcción. Y en las empresas que hoy usan su imagen, pretendiéndola familiar, para promocionar sus productos.
Estoy pensando en todas las personas honorables y bienpensantes que todavía defienden al Padre Grassi, quien –recordémoslo- no está preso y sigue teniendo acceso a los niños de su fundación. Y en la Iglesia argentina, que adoptó el lugar de Poncio Pilatos, sin disculpar ni condenar. ¿Es necesario agregar que, en esa fundación, se forman futuros maestros? Sí, hay un instituto de formación docente allí dentro, formando maestros en ese contexto y con esos valores.
Estoy pensando en ese barrio de José C. Paz donde también muchos vecinos, en estos días, defendieron a la familia acusada de pedofilia tachando a la niña denunciante de mentirosa. Y amenazando a ella y a la hermana que le dio cobijo en su casa, en un quizás intento desesperado por desacreditar una delación de la que pudieron haber sido cómplices o partícipes. Y en esos otros vecinos que mandan a sus hijos a escuelas privadas de la zona de San Miguel, y se congregaron esta semana frente a los tribunales de San Martín a prestar su apoyo a un profesor acusado de supuesto abuso a sus alumnos de un jardín de infantes, con el argumento de que “a mi hijo no le hizo nada, mi hijo lo quiere”.
Estoy pensando en el Psicólogo Corsi, quien sí está preso. Quizás porque, a diferencia de las otras víctimas, las suyas no fueron niños pobres ni de una ciudad pequeña. Al parecer, hay muchas categorías de niño. Y algunos, para la ley y la sociedad, lo son más que otros.
Estoy pensando en todos nosotros. En cada vez que me topo con un hombre que no puede disimular su mirada encendida hacia una púber que todavía no tiene siquiera cuerpo de mujer. En cada vez que escucho comentarios procaces, camuflados de chiste, sobre el cuerpo de una adolescente. En cada vez que queda en evidencia lo bien que sigue funcionando el disfraz de alumnita –dos colitas o trencitas incluidas- para activar la pasión de un señor que disfruta de los juegos de roles. Y en las veces en que tantas mujeres consienten encantadas en ponérselo. Aún cuando no sea más que como fantasía, porque aquello con lo que fantaseamos -y lo que hacemos con eso- habla de lo más profundo de nosotros mismos.

Y estoy pensando en los argumentos que escuchamos cuando en la Cámara de Diputados se debatió el nuevo texto de ley de matrimonio para incluir a los contrayentes del mismo sexo. Recuerdo especialmente las palabras escandalizadas de la Diputada Cyntia Hotton preguntándose qué vendría después, incluyendo en la misma categoría a la homosexualidad, el incesto, la poligamia y la pedofilia. Estos son los argumentos que, por esas vueltas aparentemente paradójicas, terminan por legitimar a la pedofilia, al asimilarla a formas de la condición sexual –como es el caso de la homosexualidad- que son sólo variaciones de la misma, sin constituir perversión ni delito; o a formas culturales -como lo son el incesto y la poligamia- que son socialmente reguladas por la tradición.

En fin, estoy pensando en todos nosotros. Y cómo formamos parte de una sociedad que, frente a la pedofilia, oscila entre la culpabilidad por complicidad y por participación directa o necesaria.

viernes, 26 de marzo de 2010

jueves, 25 de marzo de 2010

¿La yegua?


No la voté y probablemente nunca lo haga. Pero, viniendo de la izquierda del radicalismo y no sintiéndome ya representada por ningún partido, me sorprendo con más acuerdos con este gobierno que con cualquier otro del que tenga memoria. Por eso, aunque no las haya escrito, va esta carta con la que acuerdo totalmente.




La verdad es que creo que un problema recurrente que sufrimos los argentinos casi desde siempre, es la falta de capacidad que tenemos para escuchar al otro. Si el otro piensa distinto que yo, ya no merece la pena que escuche lo que tiene para decirme.

Es posible pues, que en cuanto mis interlocutores vean de qué va el mail, lo borren sin leer. A contrario sensu, muchos ni se gastan en escribirles o hablar con el que piensa distinto, perdiendo de vista ambos, pues, que mucho más puedo aprender, crecer y nutrirme del que piensa distinto, que del que dice y piensa lo mismo que yo.
Quiero escribir estas palabras, sin ánimo alguno de confrontar. Y lo hago porque todos los días recibo dos o tres mails
criticando-denostando-puteando a Cristina Kirchner, con notas periodísticas o con chistes, "que la yegua ésta, que la maneja el bizco, que son los más corruptos de la historia", etc. etc. etc., y por eso quiero hacer una reflexión. Y porque si no hablo parece que estoy de acuerdo, y no lo estoy. Y porque muchos que piensan como yo, han decidido "callar para no discutir", pero yo aprendí que callar no le hace bien a nadie. Ni a los otros, ni a nosotros.
Creo tener autoridad moral para hablar de "los políticos", porque me sumé a la militancia política a los 14 años, en lo que yo llamo la izquierda del radicalismo. Digo la izquierda, porque lo primero que me dieron para leer, en aquel entonces, fue un manifiesto llamado " La Contradicción Fundamental : Pueblo y Antipueblo", y un par de libros de Jauretche, que marcaron mi ideario y mis sueños. Aunque después mehaya tenido que ir del Radicalismo, para no traicionarme.
CREO QUE TODOS SABEN QUE YO NO VOTE A CRISTINA: de hecho voté a Pino Solanas. Pero estuve haciendo un balance del accionar del gobierno de Cristina Fernandez, concretamente, (no el de Kirchner). De hecho, pensaba acerca de algunas medidas que me hubiera gustado que el gobierno de Alfonsín, al que defendí, y por el cual trabajé, hubiera tenido el coraje de tomar, y con las que estoy profundamente de acuerdo:

* Estoy de acuerdo con tener una Aerolínea de bandera estatal y no privatizada, NO IMPORTA QUE DE PÈRDIDAS. Aerolíneas Argentinas está para garantizar la conectividad, allí donde los privados no quieren irporque no les conviene, no está para hacer negocios. Argentina no termina en la Gral. Paz.

* Estoy de acuerdo con la Nueva Ley de Medios. Obviamente.

* Estoy de acuerdo con el modo en que se enfrentó la crisis económica internacional del año 2009. (Mantener los vínculos laborales, aunque sea subsidiando empresas, promoviendo el consumo, impulsando obra pública y construcción, que son industrias madres.) De hecho estamos de pie a pesar de la crisis, y otros países a los que muchos pretendíamos huir -España, por ejemplo- están escupiendo sangre.

* Estoy de acuerdo con la Derogación de la fiesta negra de las AFJP. Soy coherente en esto: nunca me afilié a una. Siempre me quedé en el sistema de reparto.

* Estoy de acuerdo con la Asignación Universal por Hijo de $180, que es de $720,- para el caso del hijo discapacitado, y nadie lo dice, ni siquiera el gobierno.

* Estoy de acuerdo con el Plan neokeynesiano de obras públicas, y la promoción de micro emprendimientos cooperativos para construcción de viviendas, en lugar de licitarlos para que se lo repartan entre Roggio, Techint y sus amigos.

* Estoy de acuerdo con la Ley de movilidad jubilatoria: es cierto que es poco, pero ahora los aumentos no dependerán de la voluntad de los gobernantes, ni de que sea o no año electoral. Poco, siempre es más que nada, que es lo que hasta ahora tenían.

* Estoy de acuerdo con la política de Derechos Humanos. Disfruté cuando bajaron el cuadro de Videla. JUICIO Y CASTIGO A TODOS LOS GENOCIDAS EN CARCELES COMUNES.

* Estoy de acuerdo con modificar la carta orgánica del Banco Central para que constituya una herramienta del Estado y no un poder aparte cooptado por el poder económico.

* Estoy de acuerdo con la plata que maneja Milagro Sala, que por lo visto, está muy bien manejada. Estoy de acuerdo con que les construya casas, polideportivos y piletas de natación a los changuitos, que allí no tienen que pagar la entrada.

* No me parece pecado que el Estado quiera recaudar. Para hacer obras, necesita recursos. Eso no es "hacer caja".

* Estoy de acuerdo con la lucha contra los monopolios, comenzando por Clarín, que ya da vergüenza lo tendencioso y malintencionado de sus informes. Y la mala leche permanente de sus comentarios.

* Me parece de un machismo repugnante procurar permanentemente hacer quedar a la Presidenta como una boluda, sugiriendo que cogobierna con el marido, cuando ha dado cabales muestras de tener once veces más pelotas que él.

* Estoy de acuerdo con las retenciones móviles para el campo, porque creo que cuando nos va bien, está bueno. Y cuando nos va MUY BIEN, es una obligación moral compartirlo con quienes han ayudado a que me vaya muy bien, que son todos los empleados que tengo laburando en negro en el campo, que no tienen agua potable, ni les pago jubilación, y que mientras yo hacía "paro" y cortaba la ruta seguían en mi campo con el lomo al sol, levantando la cosecha. Y me dolió que, como dijo José Pablo Feimann, el gobierno casi se cae con el apoyo de la clase media, porque este es un país donde se le quiere sacar un 3% a los terratenientes más poderosos y no se puede.

* Me parece notable que se usen con Cristina los mismos insultos que se usaban con Evita. Y lo digo como hija de una familia de gorilas, que creció escuchándolos.

* SI NOS TOMAMOS EL TRABAJO de entrar a la plataforma electoral del Frente para la Victoria, (yo me lo tomé) casi todas estas medidas estaban allí escritas y propuestas. O sea que eso de prometer y nocumplir no aplica en este caso. El que la votó y ahora la putea debió haber leído antes de votar. Y si no leyó, ahora sea responsable y bánquesela.

* No le envidio la cartera, ni el coiffeur, ni las carteras, ni los zapatos.

* Si la enganchan en una agachada, o en un acto de corrupción, deseo fervientemente que le den con un caño, porque habrá echado por tierra la esperanza y los sueños de un país mejor de mucha gente. Pero si eldato proviene de TN, me van a disculpar, pero no le voy a creer. Por aquello de Pedro y el Lobo, vio?

NO SOY KIRCHNERISTA, NI PERONISTA, PERO LA VERDAD QUE ESTOY DE ACUERDO EN UN MONTON DE COSAS. TENGO LA NECESIDAD DE DECIRLO PUBLICAMENTE PARACOMPENSAR TODAS LAS PUTEADAS QUE CIRCULAN, Y PORQUE COMO MI LABURO ES INESTABLE, HACE DOS AÑOS QUE NO ME PUEDO PAGAR EL PSICOLOGO, PERO ÈL ME ENSEÑO, AL IGUAL QUE MI TIA BEBA, QUE LAS COSAS HAY QUE SACARLAS PARA AFUERA!!! QUE TANTO!

KARINA RIAL
DNI 21.764.660

miércoles, 10 de marzo de 2010

El abuelo de La Rioja


Por Mario Ayala




Había una casa donde vivían papá, mamá, y los dos hijos adolescentes. Papá era remisero, mamá cosía para afuera, el mayor repartía pizzas en una motito, y el menor cortaba pasto.

Un día llegó el abuelo Carlos desde la Rioja, a vivir con ellos. Pronto sacó dos tarjetas de crédito, y comenzó a comprar boludeces para todos.

También pidió un crédito personal en la financiera del barrio, llamada MFI. Con todo ese dinero, pronto los hijos dejaron de trabajar, la madre también dejó de trabajar, y el padre salía a trabajar de vez en cuando. Los hijos compraron un Play Station y una PC, la madre compró vestidos e iba todos los días al shopping. Finalmente, papá dejó de trabajar.

¿Para qué trabajar? Con sus préstamos, abuelo se ocupaba de todo. Nadie en la casa parecía darse cuenta de que nadie trabajaba, nadie producía, nadie se daba cuenta de que todo era una ilusión

Pero ... un día hubo que pagar las tarjetas de crédito y el préstamo personal.

Y el abuelo solucionó rápidamente el problema: hipotecó la casa.

Con todo ese dinero, vivieron felices durante algún tiempo, hasta que se acabó.

Entonces, para evitar que se remate la casa, hubo que vender el auto, la máquina de coser, la motito y la cortadora de pasto. Y se pagaron algunas cuotas de los intereses de la deuda.

Pero un día, el dinero se acabó, y el abuelo ya no consiguió más créditos, y le sacaron las tarjetas de crédito.

¿Qué hacer? Sin auto, motito ni cortadora, nadie podía volver a trabajar.

¿Qué hacemos, abuelo?

El abuelo no contestó, se había ido y los dejó a todos en banda. Y encima se llevó los últimos pesitos que quedaban.

Papá, mamá y los hijo tuvieron que salir a trabajar de cartoneros, vender flores y limpiar pisos. Pasan hambre, ganan una miseria y apenas pueden pagar los crecientes intereses de la deuda de la casa y de la deuda con la FMI.

Poco a poco lograron comprar un caballo y un carro para poder cartonear.

Un día el abuelo volvió. Les dijo que todo iba a ser igual que antes, que él los iba a 'cuidar' como antes, que confiaran en él.

¿Y qué hizo la familia? Uno de los hijos, la mamá y el papá querían echarlo a patadas. Pero el otro hijo quiso que se quede.

¿Saben qué dijo?

-Con el abuelo estábamos mejor. Teníamos cosas, comida, una PC y no trabajábamos-

-Pero era todo una ilusión- le dijeron. -Vivíamos gracias a los préstamos, nos endeudamos, perdimos los medios de producción!-.

-¿Ah, si?- respondió. -¿Mi PC es una ilusión? ¿Todos los CD que me compré, era una ilusión? Existen, se pueden tocar. ¡Qué vuelva el abuelo!!!

Amigo lector, en este punto Ud estará de acuerdo conmigo, en que este hijo es un imbécil, sin memoria ni sentido común, ¿no?

Pues bien, sepa que la gran mayoría del pueblo argentino piensa así. Va a votar a Menem, porque con Menem se pudo comprar la casa o el auto, sin darse cuenta (o no querer darse cuenta) de que se vivía en una ilusión, gracias a préstamos que endeudaron al país para ..¿siempre?, que destruyeron las industrias, que dejaron sin trabajo a millones de argentinos.

Esta gran mayoría de los argentinos son egoístas: como durante los gobiernos de Menem no perdieron sus trabajos, entonces quieren que vuelva.

Pero no se dan cuenta de que posiblemente, esta vez sí van a perder sus empleos.

miércoles, 20 de enero de 2010

¿Quién llora por Haití?


Por Viviana Taylor


Es increíble que haya tardado tanto en descubrirla, pero la razón por la que no concreté mi sueño adolescente de ser periodista hoy se me revela tan clara... Siempre pensé que una segunda vocación se me había terminado imponiendo a la primera. Pero no, simplemente tenemos corazón y tripas para unas cosas y no para otras. Para la docencia, la lentitud en la toma de posición es una virtud (lo descubrí -también- con el tiempo). Para el periodismo los reflejos deben ser rápidos: siempre hay que saber qué decir y qué hacer. Y si lo que se dice -o lo que se hace- es una barbaridad, siempre existirá el diario de mañana para decir y hacer lo otro y lo contrario. Y para negar lo dicho y hecho.
Es increíble que esta revelación me haya llegado viendo las noticias de estos últimos días. La primera imagen que me golpeó fue un brazo asomándose entre las ruinas de un edificio caído. Ajusté la mirada, no lo podía creer: sí, la cámara se había detenido para enfocar esos restos ganando en dramatismo lo que perdía en humanidad. Y luego volvió a detenerse en las manos que se asomaban debajo de las sábanas, como si faltando ese detalle pudiéramos pasar por alto que se trataba de muertos. Y, no satisfecha, se deleitó con las fosas comunes y las montañas de restos humanos prestas a convertirse en piras a cielo abierto.
No fueron las únicas imágenes que llegaron desde Haití. También nos mostraron las carreras hacia el lugar donde estaban cayendo las cajas con alimentos que eran arrojadas desde helicópteros. Y las otras, las de los supuestos saqueos a las mercaderías atrapadas entre las ruinas de los supermercados destruidos.
Pero lo más obsceno, lo que me obligó a apagar el televisor definitivamente, fueron los periodistas paseándose entre los heridos que estaban siendo atendidos en los puestos hospitalarios de campaña, señalándolos, tocándolos impúdicamente, comentando lo mal que olían, y hablando sobre ellos con la misma aséptica profesionalidad con que muestran las ofertas de carne de la semana.

No sé, pero el contraste con mi recuerdo sobre otras tragedias me pareció brutal.
En la Guerra del Golfo no vimos un sólo combate de cerca, un sólo muerto, un sólo herido. Sólo luces cruzando un cielo nocturno. Casi un remedo de las fiestas de fin de año. Una guerra apta para ser televisada a la hora de la cena, compartiendo la mesa familiar como una invitada más.
Cuando fueron derribadas las Torres Gemelas, tampoco los vimos. Quizás las primeras imágenes, todavía no controladas, que mostraron algo de la tragedia humana. Luego ya no. La tragedia dejó de ser humana y pasaron a ser las Torres caídas. Una herida a la ciudad y al imperio, no en su gente.
Pero en Haití pasan los días y las imágenes se siguen sucediendo despiadadas. ¿Debería suponer que es porque no están siendo controladas, y "sale lo que sale"? ¿O más bien debería sospechar que, eso que sale, es lo que se ha decidido que salga? ¿Es porque se trata de una país pobre, de mayoría negra, analfabeta?

Mientras tanto, los cruceros siguen llegando a sus costas. Ahí nomás de donde la gente se muere de hambre y sed, los ricos del mundo toman sol y nadan en aguas paradisíacas. Claro, por supuesto, dejarán sus donaciones para la reconstrucción de... ¿de qué? ¿qué es lo que se va a construir, ahora, en Haití?
Y mientras tanto, en algunos países -como Estados Unidos y Holanda- se están favoreciendo las "adopciones express" de niños haitianos huérfanos, por razones humanitarias.
¿Qué significa que serán "express"? ¿Se les darán niños a cualquiera?
¿Qué significa que serán "adopciones"? ¿Serán sus hijos, sirvientes, esclavos?
¿Qué significa "huérfanos"? ¿Que serán quienes perdieron a toda su familia, o sólo a quienes perdieron a sus padres?
¿Cómo se puede estar seguro, en semejante caos infernal, que un niño es huérfano? Y cuando comiencen a aparecer -como seguramente sucederá- muchos de los que hoy están dados por desaparecidos -o por muertos- ¿cómo se les devolverán sus hijos?
¿Cómo se reconstruirá Haití sin sus niños? ¿Cómo crecerán esos niños sin Haití?

De lo que no me caben dudas es de que, para hacer este tipo de periodismo que estamos viendo que se hace desde Haití, y que tan bien pinta a esta parte occidental y cristiana del mundo, hacen falta corazón y tripas. Un corazón y unas tripas que yo no tengo. Como no tengo certezas. Apenas, por ahora, una pregunta que me inquieta: ¿quién llora por Haití?