sábado, 11 de enero de 2014

Y cayó un rayo


Lo que sigue es un cuento. Todo parecido con la realidad se debe a la casualidad, y la autora de este relato no se hace cargo de la similitud que pudieran tener las (malas) conductas ajenas con su frondosa imaginación para contar historias.

 

Y cayó un rayo

Casi un cuento de hadas


 

Por Viviana Taylor

Había una vez una, en algún lugar, una hermosa playa. Y resulta que en la hermosa playa mucha gente estaba disfrutando de una maravillosa tarde. Tarde de verano. Calurosa.

Y en esa hermosa playa, esa maravillosa tarde, al tiempo se le ocurrió una idea: armar una tormenta. Mala idea. Peor que mala: una tormenta eléctrica.

Y como la playa era hermosa, y la tarde maravillosa, y era verano y hacía calor, y la gente no sabe lo que debería saber, o lo sabe pero no está atenta, o está atenta pero no hace caso… pasó lo que no debió haber pasado. Son cosas que pasan.

Lejos de allí, en otro lugar que no era una hermosa playa pero donde también hacía calor, otra gente se enteraba de lo que había sucedido.

Y entre esa gente, como en todo cuento de hadas, había una bruja mala. Pero como este es un cuento adaptado a nuevos tiempos, vamos a introducir algunos cambios. La mujer no era una bruja mala: era una periodista, que a fuerza de trabajar de vocera de políticos –y por esas cosas de la vida que en este cuento no vamos a contar- se convirtió en operadora política.

La bruja mala (perdón, perdón: actualizo) La periodista operadora política se preguntó desde su cuenta en una red social por qué se estaba hablando de tragedia, si no podría haberse puesto un pararrayos, si no los había en la ciudad donde estaba la hermosa playa, o si sería que no funcionaban. Y como quería comunicarse con una radio sin que otros supieran lo que diría, escribió otro mensaje pidiéndole que la sigan. Y es que no era cualquier radio:  era una radio pública de una ciudad con un gobierno opositor a la gestión dictatorial de una reina nacional.

Y, como no podía ser de otra manera, en unos pocos mensajes más quedó asociada la mala idea que había tenido el clima al arrojarle un rayo a la hermosa playa, con la supuesta corrupción de un supuestamente sobrepagado intendente que no había arbitrado los medios para llenarla de superpararrayos o –por qué no, si habría sido más efectiva- al menos una campana repeledora de rayos, que los hiciese rebotar y –ya que estamos- hasta podría redirigirlos sobre ese castillo de color rosa hacía tantos años usurpado por la reina y su chusma plebeya.

De paso, como el supuestamente corrupto supuestamente sobrepagado intendente había sido director del hospital de la ciudad con la hermosa playa antes de dedicarse a la política, no venía mal expresar los más sinceros deseos de que los heridos fuesen derivados al otro –el de Mar del Plata- ya que el de Gesell (perdón, perdón, corrijo) el de la hermosa playa –parecería, según dijo- era muy limitado.

Claro, es que el supuestamente corrupto supuestamente sobrepagado intendente de la hermosa playa pertenecía a la chusma plebeya que ocupa la casa (perdón) castillo rosado. Y, encima, lo hacía desde las huestes del nunca suficientemente despreciado ministro de interior y transporte, que tanto venía atentando contra los intereses en favor de los cuales opera la periodista.

¿Y saben lo que pasó? ¿Y saben lo que pasó? Noooooo… todas la brujerías de la operadora de Gulubú… En fin. A veces las cosas no prenden. O sí, pero más despacito:

1-    Quien debía salir al aire después de que enviara el mensaje a la radio, ese día no salió. También estas son cosas que pasan…

2-    Por esas cosas de las coincidencias o las casualidades, quien debió salir y no salió, no hizo un solo comentario en las redes sociales sobre la hermosa playa ni la fea tormenta (a pesar de que estaba conectado, y no dejó de hacerlo sobre otras cuestiones). Sí retwitteó, en cambio, el de un compañero de otro medio, con quien  se parapetan espalda contra espalda en la lucha contra la chusma plebeya. El mensaje retwitteado era claro: podría parecer ensañado con un chiste ácido, sobreactuando un desagrado  cuando ninguno de ellos posee un estómago tan delicado. El chiste ofensor podría ser negro, pero tampoco lo era tanto… Pero había sido escrito por alguien de una revista alternativa, y el repudio estaba siendo promovido por el Lobo pseudocientífico de divulgación del Grupo, que tiene sus razones para atacar la publicación. Pero eso también es argumento para otro cuento, y ya lo he contado. La bajada de línea de la crítica era más clara: los ánimos estaban susceptibles, así que el tema no daba para operaciones políticas tan poco sutiles.

3-    Durante un rato más, la operadora política insistió con el supuestamente corrupto supuestamente sobrepagado intendente. Quizás parezca que ahora se han olvidado de él, pero sólo es cuestión de tiempo. Los trebejos de la chusma van y vienen: lo que les importa es la reina. Y más que ella, mantenerse en el tablero: los operadores juegan no para quienes quieren ganar una partida, sino quedarse con el juego.

Ayer, la operadora volvió a sus labores naturales, con su compañero de pantalla, autor del libro-reportaje al más odiado de nuestros dictadores asesinos en el que no agrega nada y desde el que se refuerza la teoría de los dos demonios. Juntos entrevistaron a un intendente que sí es más de su agrado. Uno de los que ahora abrevan en aguas renovadoras: esas aguas en las que nadan con comodidad los políticos de quien fuera vocera –el responsable de que no podamos sacarnos de encima a la multinacional de las semillas transgénicas, y el ex embajador en EEUU durante la presidencia de quien le armó las listas al tigre renovador-.

Todavía no puedo escribir colorín colorado. Este cuento no ha terminado.

 

Viviana Taylor